A raíz del atentado contra el semanario francés Charlie Hebdo el 7 de enero, que dejó a 12 personas muertas, Francia y otros países libran una encendida batalla en el campo de la opinión sobre la libertad de expresión y los derechos de los medios de comunicación y de la población.
Por un lado están quienes dicen que la libertad de expresión es un derecho humano intrínseco y un pilar de la democracia, y por el otro los representantes de toda una gama de puntos de vista, que incluye la opinión de que la libertad implica responsabilidades para todos los sectores de la sociedad.
«Me preocupa cuando se habla de que estamos en un estado de guerra», expresó el canadiense John Ralston Saul, presidente del grupo de escritores PEN Internacional, que participó en la conferencia «El periodismo después de Charlie» que se celebró en París el miércoles 14, promovida por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
«La guerra contra los fundamentalistas no va a funcionar», aseguró el ensayista y novelista, y argumentó que la educación sobre la libertad de expresión debe comenzar a una edad temprana para que la gente sepa que «hay que tener una piel gruesa» para vivir en democracia.
PEN Internacional, que promueve la literatura, la libertad de expresión y defiende a los «escritores silenciados en sus propios países», condenó enérgicamente el ataque contra Charlie Hebdo, pero a la organización también le preocupa la reacción política ante este hecho violento. El grupo apeló a los gobiernos para que «cumplan sus compromisos con la libre expresión y se abstengan de limitar aún más la libertad... mediante la expansión de la vigilancia».
En el ataque del 7 de enero, dos hombres armados y encapuchados accedieron a las oficinas de Charlie Hebdo durante una reunión editorial y mataron a dibujantes, otros empleados del semanario, un visitante y dos policías. Dos días después, los asesinos murieron en un enfrentamiento con la policía, tras una intensa persecución.
El 8 y 9 de enero se sucedieron dos hechos más de violencia. Un hombre armado mató a una agente de policía municipal y luego tomó varios rehenes en un supermercado kosher, donde la policía dijo que asesinó a cuatro personas antes de que lo abatieran las fuerzas de seguridad.
Charlie Hebdo recibió varias amenazas desde que reprodujo las polémicas caricaturas sobre el profeta Mahoma, que publicó originalmente el diario danés Jyllands-Posten en 2005, y en 2011 sus oficinas fueron atacadas con bombas incendiarias tras una edición que algunos grupos consideraron ofensiva y provocadora.
Varios de sus detractores acusaron a la revista de islamofobia y racismo, mientras que los dibujantes defendieron su derecho a satirizar a sus personajes, entre ellos líderes religiosos y políticos.Antes del atentado de este mes, la circulación de la revista estaba en descenso, pero ahora la publicación ha recibido un fuerte apoyo moral y financiero.
Más de tres millones de personas de diferentes etnias y religiones marcharon en París y otras ciudades el domingo 11 en apoyo de la libertad de expresión, entre los que se encontraban unos 40 mandatarios de todo el mundo que se unieron a los representantes del gobierno francés.
Pero en la marcha también había funcionarios de muchos países que «limitan la libertad de expresión», según PEN Internacional y otros grupos. Entre esos límites se «incluyen asesinatos, violencia y escritores encarcelados», según la organización. «Cuando estos líderes están en su país, integran administraciones que son graves infractoras» en ese sentido, añadió.
En los últimos 14 años, PEN Internacional ha observado una «reducción de la libertad de expresión» en los países occidentales, «no solo de los escritores y periodistas, sino de los ciudadanos» en general, aseguró Saul. El problema principal es la impunidad, subraya.
Aunque todos condenaron el ataque a Charlie Hebdo, algunos de los participantes en la conferencia de la Unesco argumentaron que los medios de comunicación deben actuar de manera más responsable, sobre todo en cuanto a la representación de las minorías o comunidades marginadas.
Mientras los participantes debatían, el miércoles 14 salía a la calle la última edición del semanario satírico, con la imagen de un Mahoma lloroso en la portada, esta vez sosteniendo un cartel que dice «Je Suis Charlie» y con la leyenda «Todo está perdonado».
«Los medios de comunicación deben mediar y abstenerse de la promoción de estereotipos», opinó la senadora francesa Bariza Khiari, en un segmento de la conferencia llamado «Diálogo intercultural y sociedades fragmentadas».
Khiari nos comentó que la mayoría de los seguidores del Islam son «musulmanes discretos», que se reservan la religión para sí mismos y respetan los valores de laicidad de los países donde viven. «Pero tenemos que reconocer la existencia y la importancia de la religión, siempre y cuando la religión no dicte la ley», argumenta.
Añade que la radicalización de algunos jóvenes franceses se explica por las dificultades y la humillación que padecen a diario en Francia, como la islamofobia, la falta de trabajo y las detenciones policiales. La senadora espera que los jóvenes y los medios de comunicación reflexionen sobre lo sucedido y extraigan algunas lecciones que permitan avances positivos en el futuro.
Annick Girardin, la secretaria de Estado para el Desarrollo y la Francofonía, dijo que la democracia implica que todos los periódicos, más allá de su creencia o inclinación política, puedan publicar en Francia, y que la gente tenga acceso a las vías legales. Pero reconoció el fracaso en la integración de todos los habitantes a la sociedad francesa.
En entrevista, la directora general de la Unesco, Irina Bokova, se refirió a la protección de los periodistas. «Ahora es el momento» de que las Naciones Unidas y en particular la Unesco «no solo reafirmen nuestro compromiso con la libertad de expresión» sino que tenga en cuenta otras iniciativas, explica.
«Algo que probablemente no sea muy conocido por el público en general es que estamos constantemente en contacto con los gobiernos en estos casos» de ataques a periodistas «para recordarles sus responsabilidades y pedirles información sobre las medidas de seguimiento», explica. «Hemos visto que cada vez más gobiernos se toman esto en serio», afirma Bokova.
Junto a periodistas y caricaturistas, la conferencia de la Unesco incluyó a representantes judíos, musulmanes y cristianos que pidieron al Estado que haga más para educar a los jóvenes acerca de la coexistencia de los valores laicos y religiosos y de las formas de convivencia en sociedades cada vez más diversas.
«La ignorancia es la mayor arma de destrucción masiva, y si la ignorancia es el problema, entonces la educación es la respuesta», opinó Nasser David Khalili, un erudito y filántropo de origen iraní que vive en Londres.