Las agresiones, las descalificaciones y los insultos a la comunidad homosexual son una moneda común sin castigo en los Balcanes y un tema tabú para su sociedad. Pese a ello, siempre hay alguien dispuesto a darle la vuelta al asunto y a desafiar a una sociedad tremendamente religiosa y conservadora, como es el caso de Vinko Kalinic. Tras unos resultados discretos en 2007, el croata piensa volver a repetir como cabeza de cartel de su partido político, Bell, en las próximas elecciones al Parlamento croata. Kalinic declaró que «mi objetivo principal en política es orientar a la gente hacia un modelo social en que las futuras salidas del armario sean vistas como cuestiones completamente irrelevantes». Lo tendrá difícil. El pasado año algunos de los ataques más significativos que sufrió este colectivo vinieron desde esta parte de Europa. Hemos recogido testimonios de primera mano de chicos y chicas que viven, en su mayoría, con gran recelo su vida íntima y social por el miedo al que dirán y a las consecuencias que su salida del armario podría ocasionar en su círculo más cercano.
Croacia: la polémica del presidente de la federación croata de fútbol
En Croacia, el pasado mes de noviembre, el presidente de la federación croata de fútbol, Vlatko Markovic, realizó unas polémicas declaraciones que dieron la vuelta al mundo y ocuparon las portadas de muchos diarios de información deportiva. Estas declaraciones reflejaron dos realidades que parecen vivir a espaldas del mundo. Por un lado la homosexualidad en el mundo del deporte y la homosexualidad en Croacia, fiel reflejo de lo que ocurre en el resto las sociedades de los países balcánicos.
Markovic argumentó que la homosexualidad es una «perversión» y afirmó que mientras él ocupara el cargo «ningún homosexual jugará en la selección croata» y que «afortunadamente el fútbol lo juegan personas sanas». En un comunicado publicado a posteriori en la web de la federación croata (HNS), pedía disculpas a las minorías «y en particular a los homosexuales». De poco sirvieron estas disculpas para un grupo de personas vigiladas con lupa en estos países y donde el colectivo de gays y lesbianas las calificaron de poco sinceras y de nula credibilidad. Este colectivo pidió que Vlatko Markovic ondeara una bandera multicolor, símbolo de la comunidad gay, en el próximo partido de la selección como muestra de disculpas sinceras. Obviamente, esto nunca llegó a ocurrir.
Serbia: los incidentes de la Gay Parade
157 heridos y 249 arrestados, de los cuales 151 permanecieron hasta dos días en prisión (54 de ellos eran menores de edad) fueron algunas de las consecuencias del primer desfile del Orgullo Gay de Serbia en octubre. La marcha por los derechos de los gays en Belgrado terminó con una de las mayores peleas urbanas que se conocen en la capital serbia desde los tiempos del conflicto armado y donde más de 5.000 policías tuvieron que contener a cabezas rapadas, grupos de nacionalistas y manifestantes anti-gays.
Los grupos homófobos atacaron el edificio de una emisora de televisión estatal e intentaron entrar a la fuerza en el Parlamento. Destrozaron las ventanas de la embajada de Austria y quemaron un automóvil frente a la misión diplomática de Francia, así como las oficinas del Partido Democrático del presidente Boris Tadic y locales de su socio de coalición, el Partido Socialista.
La Unión Europea no tardó en posicionarse y mostrar su gran preocupación en lo que consideró «una falta elemental» de tolerancia de los derechos de las minorías en Serbia y la «ineficiencia» del Estado en la prevención de esta tendencia, según manifestó Jelko Kacin, responsable de los informes de evaluación del Parlamento Europeo en Serbia. Kacin destacó que es un mensaje muy negativo con respecto a la intención del Gobierno del país de ser candidato a entrar en la UE.
Pese a los incidentes, este desfile fue calificado de «histórico» por Vera Vojdovic, miembro del comité organizador del evento, aunque quiso señalar a la comunidad internacional que los sucesos son un fiel reflejo de «la verdadera situación de la comunidad gay en Belgrado» y la cara real de individuos que dicen defender el corazón de la nación serbia. «Ser gay en Serbia es casi una tortura. No deseo a nadie la sensación de no poder ser libre en su propio país. Es una especie de apartheid», afirmó Alekxandar Stojakovic, activista por los derechos de la comunidad gay. Los organizadores del Orgullo tuvieron que seguir bajo protección policial durante las 24 horas posteriores al mismo.
Herzegovina: una visibilidad cultural LGTB sesgada
Pese a contar también con un elevado número de personas disconformes con la homosexualidad, Bosnia-Herzegovina ha sido el país más permisivo de los Balcanes en cuanto a vida cultural gay que se precie, o al menos lo ha intentado, con el fin de concienciar a la población para la integración del colectivo LGTB. Obviamente no lo ha tenido nada fácil y he ahí los resultados.
En 2005 se estrenaba «Go West» un filme que ganó innumerables premios en los festivales de cine más importantes del mundo, como el de Nueva York. «Lo peor en los Balcanes es ser homosexual (...) El odio a los homosexuales persistirá aunque serbios, musulmanes y croatas dejen de pelear. Bajarán sus armas, pero seguirán odiando a los homosexuales» decía Kenan Dizdar, uno de los personajes de la película sobre la guerra de Bosnia. La película no tardo en producir un fuerte debate y revuelo en la sociedad.
«Go West» contaba la historia de dos hombres homosexuales, un musulmán y un serbio, que huyen del asedio en la capital bosnia al inicio de la guerra y tratan de mantener su amor. Grupos conservadores y religiosos atacaron a sus directores, Ahmed Imamovic y Enver Puska, acusados de querer sacar provecho del sufrimiento de los musulmanes para acaparar una mayor audiencia en occidente.
Por otro lado, en 2008 tenía lugar el I Festival Gay de Sarajevo en la academia de Bellas Artes y las agresiones a diferentes asistentes no pararon de sucederse. Ocho personas, incluidos agentes de policía, resultaron heridas cuando decenas de jóvenes agredieron a quienes asistían a este festival de arte y cultura. Los organizadores del festival y algunos periodistas presentes han recibido desde entonces amenazas de muerte. No tardaron en sucederse carteles homófobos en los sitios más concurridos, alentados por algunos medios de comunicación que llegaron a utilizar un lenguaje homófobo y a falsear los objetivos del festival.
En 2010, las exposiciones y los festivales en vez de prosperar, brillaron por su ausencia. Fue corto el sueño en Bosnia-Herzeovina y es que hace poco más de un año una ley que acabaría con la discriminación LGTB consiguió algo que ni una guerra había conseguido: unir a católicos, judíos, islamistas y ortodoxos.
El Consejo Interreligioso de Bosnia, instituido tras la guerra de 1992-1995 y que agrupa a representantes de estas cuatro religiones, protestó en contra de una ley que, según ellos, legalizaría los matrimonios entre personas del mismo sexo. Lasorprendente alianza se produjo tras conocerse la aprobación, en una primera instancia, de una ley para prevenir la discriminación en el país. Nunca antes sus miembros habían consensuado una postura común. Aunque la iniciativa aún debe debatirse en ambas cámaras parlamentarias, los representantes de los diferentes grupos se alarmaron argumentando que la legislación permitirá el matrimonio y la adopción a los homosexuales.
La ley, que al final fue rechazada, era una de las condiciones requeridas por la Unión Europea al país en vistas de su futura adhesión. «Sabíamos que la ley iba a provocar enormes quejas por parte de las comunidades religiosas de Bosnia y Herzegovina, pero su adopción es una prioridad», declaró Zoran Koprivica, integrante de la Comisión de Derechos Humanos del parlamento.
«Cuanto más jóvenes son las personas a las que preguntes, más intolerantes son»
Elena es de Madrid y es profesora de español en un Instituto de Belgrado. Ha preguntado a sus alumnos, de entre 14 y 50 años, su opinión sobre la homosexualidad. «Lo que me llama la atención es ver que cuánto más jóvenes son las personas a las que preguntes, más intolerantes son al respecto», a lo que añade: «me dan más miedo las nuevas generaciones de este país, deben cambiar mucho las cosas o si no menudo futuro les espera a los gays».
Recuerda cuando presenció la famosa Gay Parade de la que tanto se ha oído hablar. Acostumbrada a la fiesta de tolerancia y libertad y al espectáculo que supone este desfile cada año en Madrid, pensaba que las cosas, aunque lejos de parecerse, no acabarían como acabaron. «Nos tuvieron que encerrar en las aulas por nuestra seguridad. Los alumnos estaban llamando a sus padres, histéricos y asustados. Fue un gran conflicto. Me tocó presenciar un espectáculo de vandalismo que no había visto nunca. La policía antidisturbios no paraba de gasear a los hooligans, que destrozaban todo lo que les pillaba a mano».
A las semanas, suavizado el temporal de crispación, preguntó a sus alumnos sobre lo ocurrido y que opinaban. «Llegué a escuchar barbaridades de gente desinformada más que niños pequeños de otras partes de Europa. Un alumno dijo que los gays tenían tres cromosomas, en plan XXX, o que series estadounidenses como «Ellen» o «Will & Grace» (series americanas donde se muestra en clave de comedia las aventuras y desventuras de sus protagonistas homosexuales) tenían la culpa de haber puesto de relieve y de moda el ser gay, que «deberían estar prohibidas porque incitan a la homosexualidad». Elena recuerda como el grupo en todo momento rechazaba la violencia sobre lo que ellos denominaban «enfermos», es decir, los gays, pero «no quieren verlos, prefieren hacer oídos sordos, que cada uno en su casa haga lo que quiera pero en persona ni se den dos besos. Además recuerdo un par de alumnas que me dijeron tener homosexuales o, al menos deducen que lo son, pero que jamás saldrán del armario en su país».
Elena defiende que la homosexualidad incluso está mejor vista en la gente mayor de treinta años. No les gusta, pero tampoco muestran un desprecio tan palpable, «un alumno mío que cursa medicina me llegó a decir que un profesor suyo tachaba a los gays de enfermos en la Universidad y que nadie le decía nada». En España, por ejemplo, habría sido un escándalo.
En cuanto a la vida nocturna y los locales de ocio de temática homosexual prefiere hablar de discotecas entre comillas, «era un último piso de un edificio medio abandonado de las afueras» nos comenta, «me llamó mucho la atención que a escasos metros del portal había policías vigilando a los gays para protegerles y evitar altercados públicos».
Hablando con diferentes chicos y chicas homosexuales de estos países, nos encontramos con anécdotas e impresiones curiosas y, en su mayoría, coincidentes. Por ejemplo, Darko tiene 26 años y es manager de una cantante de pop serbia y habla libremente para Euroxpress. Darko critica el doble rasero de muchos gays que tienen novio, que saben que no pueden actuar libremente con ellos por la calle «y luego critican el orgullo, creen que están provocando al pueblo serbio, que eso no se debe hacer, tienen asumido que debe ser secreto y defienden esto». Y es que, según una encuesta realizada a 1.500 ciudadanos de Serbia por el Instituto Factor Agency, el 54,3% de éstos afirmaba que los homosexuales tendrían que «recibir tratamiento médico». Según este sondeo, el 14,5% de los serbios consideraba que la homosexualidad tendría que estar prohibida, mientras que el 10% llegó a pedir que los homosexuales fueran hasta aislados de la sociedad.
Damir es de Bosnia-Herzegovina, tiene 30 años y es abogado en Sarajevo. Se queja del carácter conservador de la gente en su país: «no conozco a mucha gente gay, es difícil relacionarte con gente de tu misma orientación para mantener una relación de amistad, íntima, personal...Yo tuve un novio y le oculté como oculto mi estilo de vida. Menos mal que tengo buenos amigos que lo saben y no tienen problema con ello. En mi país no encuentro la misma libertad que en el resto de Europa, no puedo ni hacerme la prueba del VIH sin que sospechen». Algo que también opina Nikole, una estudiante croata de 27 años. Sabe que Croacia es el mejor posicionado de cara a la Unión Europa pero sigue comparándolo con el resto de Europa y la libertad no llega. «No puedo conocer a mucha gente, nos sentimos como criminales yendo a bares muy escondidos. ¿Qué he hecho mal?», se pregunta.
Charles es pintor y tiene 43 años. No es tan joven como Darko, Damir ni Nikole y ha vivido un contexto social aún más cerrado. «La gente se piensa que los homosexuales somos enfermos y antinaturales. He llegado a escuchar que somos antipatriotas y que destruimos el sistema político». Charles siempre ha vivido en su propia burbuja, «oculté a mis novios y siempre he ocultado mi sexualidad a mis padres, a mi hermana. Te puedes volver loco si eres gay. Las sospechas sobre tu sexualidad pueden acarrear problemas en el trabajo, con tus amigos...» afirma con tristeza y recuerda «aquí ha habido muchos incidentes e incluso asesinatos de chicos gays y la prensa no os habéis enterado, son noticias que no salen de aquí». Charles se alegra al pensar en el próximo verano, irá a Madrid a ver a unos amigos, «y seré yo», suspira con esperanza.