La renuncia de Benedicto XVI podría significar que los papados ya no sean vitalicios, como se creía hasta ahora. En Roma comienzan ya las quinielas sobre su sustituto. Los vaticanistas creen que podría ser un papa italiano. Benedicto XVI ha explicado esta mañana a los cardenales presentes en un acto de canonización que «después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino». El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, ha confesado que les «ha pillado por sorpresa».
La renuncia del papa es un hecho casi sin precedentes en la Iglesia Católica, donde todo el protocolo se inicia desde el momento preciso en que muere el pontífice, cerrando la luz de sus aposentos. Joseph Ratzinger sucedió, así, tras un cónclave, a Juan Pablo II el 19 de abril de 2005. Tenía 78 años y había sido el responsable durante muchos años de la «Congregación para la Doctrina de la Fe».
Deja tras de sí, 8 años de pontificado, en los que hemos visto a un papa-teólogo reservado y riguroso, deseoso de aclarar el mensaje de la fe a los Católicos, pero marcado por los escándalos sexuales sin precedentes en esta institución.
Este alemán, intelectual, llegó con fama de conservador intransigente, un mensaje que ha tenido que suavizar ante las innumerables denuncias de escándalos de pederastia en todo el mundo. En 2010 pidió perdón a las víctimas, por los «pecados» de la Iglesia. El Vatileaks llegó en 2012, cuando tuvo que enfrentarse a las filtraciones sobre documentos confidenciales que su propio mayordomo, Paolo Gabriele, había sacado a la luz.
Sustituyó a un papa carismático, como Juan Pablo II, y ha querido marcar sus diferencias de carácter y de papado. Benedicto XVI es más tímido en sus gestos, ha viajado mucho menos que su antecesor, y ha mantenido una de las señas de identidad de Karol Woytila, las Jornadas de la Juventud, aunque ha ampliado su periodicidad a dos años, en vez de uno.
Defensor de la reevangelización de Europa, ha tratado de explicar la «belleza» del mensaje cristiano, que no se adapta a las modas. Una idea que muchos critican por considerar que «vive dentro de una burbuja». También ha defendido a la familia tradicional y se ha mantenido hostil al aborto y la eutanasia. Cuando en 2009 viajó a Angola y mostró su opinión contraria a la distribución de preservativos para reducir el Sida en el continente africano, fue duramente criticado. En 2010, admitió que el uso del preservativo «en algunos casos» puede evitar ese riesgo.
Calificado como papa conservador, se ha mostrado contrario a cualquier reforma en el celibato, en la Curia y en la liturgia, también en la ordenación sacerdotal de mujeres. Uno de los aspectos que se le han reconocido es que durante su pontificado ha saneado las cuentas del Vaticano y ha marcado unas normas más exigentes para la nominación de obispos.
Nacido el 16 de abril de 1927 en Marktl-am, en el seno de una familia católica de Baviera. En el seminario, se inscribió en las Juventudes Hitlerianas, aunque hace unos años denunció la «inhumanidad» del régimen nazi. Teólogo de vocación, ha sido profesor en Freising, Bonn, Münster y Ratisbona. Ha publicado tres encíclicas y cuarenta libros. Según sus biógrafos, cuando llegó al Vaticano afinales de los años 60, las revueltas estudiantiles de mayo de 1968, le llevaron tomar posiciones más conservadoras.
Las fechas de ámbito religioso más polémicas durante su pontificado son, 2006 cuando denunció la violencia del islam y 2009 cuando levantó la excomunión de cuatro obispos integristas que negaban el holocausto, aunque luego reconoció que había sido un error. También se han criticado varias canonizaciones, entre ellas la de religiosos españoles asesinados durante la Guerra Civil.
Con una postura menos teológica y más terrenal, Benedicto XVI es el primer papa twitero, abrió su cuenta en diciembre, y también se le recordará por haber quitado el limbo y modificado el tradicional Belén.
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