Jorge Bergoglio, el papa Francisco, primer pontífice de América latina, pero de orígenes italianos ha vuelto al viejo continente. Se ha dirigido a una Eurocámara hasta los topes, aunque con el rechazo de algunos grupos como los Verdes y la Izquierda Europea. En su discurso ha apelado a la «dignidad humana» y la lucha para evitar que los seres humanos sean tratado «como bienes de consumo», para luego «ser desechados».
El líder de los más de mil católicos del mundo ha lamentado la muerte de los inmigrantes en las costas y ha pedido que se evite que «el Mar Mediterráneo sea un cementerio». Así, ha pedido a la Eurocámara que no se mantenga alejada de los ciudadanos que entienda las preocupaciones y vuelva a los orígenes de unidad y diversidad, y que regrese a los orígenes «de los padres fundadores de la UE» que quisieron unirse y formar una base en la que los Derechos Humanos fueron parte fundamental de la reconstrucción de un continente asolado por la Segunda Guerra Mundial.
En su discurso, el papa Francisco ha pedido que se devuelva la esperanza a los jóvenes sin trabajo que carecen «de referentes» para «mirar hacia el futuro». Asimismo, ha cargado contra la economía como motor fundamental de Europa y contra los fundamentalismos religiosos.
La ovación al pontífice ha sido larga, aunque no generalizada. Los grupos de la izquierda de la Eurocámara han lamentado la visita. El grupo español de la Izquierda Europea ha salido del hemiciclo en el momento en que el papa iba a pronunciar su discurso, ya que considera la visita como una amenaza a la separación entre religión e instituciones.
Por su parte, la eurodiputada de los Verdes, Ska Keller, se ha preguntado en su cuenta oficial de una red social: «Si este es el papa revolucionario, no tengo mucha esperanza». El grupo parlamentario envió una carta a Francisco manifestando su preocupación por los últimos casos de abusos sexuales, los derechos de los homosexuales y la lucha contra el cambio climático.