Hassan Rohani ha sido elegido en la primera vuelta, pese a los pronósticos que auguraban la necesidad de dos vueltas, al conseguir más del 50 por ciento de los votos -18.613.329- de unas elecciones con una participación cercana al 73%. El candidato que más se le ha acercado, el alcalde de Teherán, Mohammad Baqer Qalibaf, no ha recibido ni la tercera parte de los votos del vencedor.
Desde luego que Rohani no era, para los «observadores», ni favorito ni mucho menos el candidato preferido por el Guía Supremo de la Revolución, Alí Jamenei . Con lo que hemos de deducir que, su triunfo es un desaire para la facción dominante del régimen iraní, como lo ha sido para los analistas de la prensa y las cancillerías occidentales, que ya habían vaticinado en sus cábalas que el sistema no iba permitir sino la victoria del candidato bendecido por Jamenei, el ultra Said Jalili. Pues bien, Jalili se ha tenido que conformar con la tercera posición y poco más de 4 millones de votos.
¿Era realmente Jalili, como aseguró a lo largo de la campaña la 'troupe' de analistas, el tapado de Jamenei? Los «observadores», parece ser, habían pasado por alto que en el debate nacional que se viene celebrando en Irán sobre la cuestión nuclear, de primer orden también en la agenda política iraní, Jalili venía siendo criticado por su excesiva rigidez en un asunto tan crucial, por dirigentes tan cercanos al Guía Alí Jamenei como el exministro de exteriores Alí Akbar Velayati. Como apunta en su interesante blog el redactor-jefe de Le Monde Diplomatique, Alain Gresh.
En ese blog se recogen las declaraciones del aun candidato Hassan Rohani, presentado durante la campaña por la prensa occidental, como un reformista moderado. Decía Rohani:
«Yo fui consejero de seguridad nacional de Irán durante 16 años, en las administraciones de Rafsanjani y Jatamí. Así es que sé cómo hacer frente a las cuestiones delicadas. Si soy elegido, haré todo lo posible por lograr la liberación de los encarcelados por los lamentables sucesos de 2009. Ya sé que los poderes constitucionales del Presidente de Irán no van más allá de las tareas del ejecutivo. Sin embargo, soy muy optimista sobre el hecho de poder converger, de ir hacia un consenso nacional que es necesario para mejorar la situación de Musavi y Karubi». (Exprimer ministro uno y expresidente del parlamento el otro, dirigentes del opositor Movimiento Verde, detenidos en sus domicilios).
Rohani se manifestaba también sobre las relaciones internacionales:
«La relación Irán-Estados Unidos es una cuestión compleja y difícil. Una historia amarga, llena de desconfianza y animosidad subyace en esta relación. Se ha convertido en una herida crónica cuya curación es difícil pero no imposible, siempre y cuando se impongan la buena fe y el respeto mutuo. Como moderado, yo tengo un plan por etapas para desactivar la hostilidad y llevar las cosas a un estado de tensión manejable, y entonces comprometerme en la promoción de la interacción y el diálogo entre los dos pueblos para lograr la distensión y, al fin, alcanzar ese punto de respeto mutuo que los dos pueblos merecen».
Una vez repuestos de la sorpresa, ya hay «observadores» que reconocen que el nuevo Presidente iraní, podría iniciar un giro considerable, especialmente en política exterior, al menos para intentar revertir el desastroso –para los intereses de Irán- ideologismo vociferante del ya expresidente Ahmadinejad.
Como asegura Trita Parsi -The Globe and Mail (citado por Alain Gresh), el Presidente Rohani y su entorno tienen una visión del mundo muy diferente de la de Ahmadinejad o la del Guía Supremo Jamenei. Y más que insistir en la ideología y la resistencia, los nuevos dirigentes con toda probabilidad van a intentar ser pragmáticos y buscarán la forma de conciliar sobre las cuestiones fundamentales para los intereses nacionales de Irán.
No sería pues una sorpresa, no en esta ocasión, si Rohani y los suyos, como ya hiciera el antiguo presidente Jatamí, apuntan a una apertura sobre la cuestión nuclear, quizá en la línea de la moratoria y tratan de normalizar las relaciones con los países del Golfo e, incluso, la colaboración con los Estados Unidos en Afganistán.