India presentó por primera vez en 2012 la propuesta de un banco internacional orientado al desarrollo, en la cumbre del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) en Nueva Delhi, pero ha sido el músculo financiero chino el que ha transformado la idea en realidad.
El Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) empleará su capital inicial de 50.000 millones de dólares para financiar proyectos de infraestructura y desarrollo en los cinco países del BRICS, aunque también es probable que apoye iniciativas en otros países.
La declaración final de la séptima cumbre anual del grupo, celebrada en la ciudad rusa de Ufa del 8 al 10 de este mes, señala que «el NBD servirá como un poderoso instrumento para financiar la inversión en infraestructura y en proyectos de desarrollo sostenible en el BRICS y en otros países en desarrollo y economías de mercados emergentes, y para mejorar la cooperación económica entre nuestros países».
El presidente del NBD es Kundapur Vaman Kamath, anteriormente de Infosys, la empresa informática india, y de ICICI, el mayor banco privado de ese país. «Nuestro objetivo no es desafiar al sistema existente en sí, sino mejorar y complementar el sistema a nuestra propia manera», declaró Kamath, un banquero respetado, durante la presentación del NBD en Shanghái.
El NBD es la primera institución tangible desarrollada por el grupo del BRICS, creado en 2006 como un importante bloque no occidental, cuyos líderes se reúnen anualmente desde 2009. Los países de la agrupación albergan en conjunto al 44 por ciento de la población mundial y contribuyen con el 40 por ciento del producto interior bruto y el 18 por ciento del intercambio comercial del planeta.
En consonancia con el tema de la cumbre de Ufa, «la alianza del BRICS: un factor poderoso para el desarrollo mundial», la creación del banco de desarrollo fue un resultado importante, aclamado como un «plan maestro hito para la cooperación» por un comentarista del diario The China Daily.
La huella de China en el NBD es inconfundible. La declaración de Ufa se expresa con claridad sobre la estrecha relación que existe entre la entidad y el recién creado Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB), también financiado en gran medida por Beijing.
La declaración de Ufa recibió con beneplácito la propuesta para que el NBD «coopere estrechamente con los mecanismos de financiación existentes y nuevos, incluido el AIIB». China también desea instalar un centro regional del NBD en Sudáfrica.
La cooperación económica se ha mantenido como el eje central en la cumbre de Ufa, pero también ha tenido una agenda geopolítica evidente.
El Global Times, el órgano de prensa internacional más nacionalista de China, comentó que la creación del NBD y del AIIB «romperá la posición monopólica del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial y los motivará a funcionar de forma más normativa y democrática, con eficiencia, con el fin de promover la reforma del sistema financiero internacional, así como democratizar a las relaciones internacionales».
La realidad de las finanzas internacionales es tal que toda institución financiera alternativa debe funcionar en un sistema que sigue la pauta de Occidente y su formidable dominio de los mercados financieros mundiales, redes de información y liderazgo intelectual.
Sin embargo, China, con sus casi cuatro billones de dólares en reservas de divisas extranjeras, está bien situada para intentarlo, junto con los demás países del BRICS. El país es el mayor exportador del mundo, y busca de forma constante nuevas vías para ampliar y consolidar sus relaciones comerciales en todo el planeta.
China también es fundamental para la creación de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), una agrupación política, económica y de seguridad euroasiática cuya reunión anual coincidió con la séptima cumbre del BRICS. Fundada en 2001 e integrada por China, Kazajistán, Kirguistán, Rusia, Tayikistán y Uzbekistán, la OCS acordó admitir a India y Pakistán como miembros de pleno derecho.
Aunque la cumbre del BRICS y la reunión de la OCS han pasado en gran medida inadvertidas por los medios de comunicación internacionales, ocupados con las negociaciones nucleares de Irán y la actual crisis económica en Grecia, es probable que las consecuencias económicas y geopolíticas de ambos encuentros continúen durante algún tiempo.
Para la anfitriona Rusia, que también alojó la primera cumbre del BRICS en 2009, el encuentro de Ufa se realizó en el contexto de las sanciones de Occidente, el conflicto armado en Ucrania y la expulsión rusa del Grupo de los 8, de las economías más avanzadas, ahora de nuevo Grupo de los Siete.
En parte como reacción a esta situación, se destaca la camaradería entre Moscú y Beijing, que en 2014 firmaron un acuerdo para el suministro ruso de petróleo y gas durante 30 años, valorado en 400.000 millones de dólares. Beijing y Moscú ven una convergencia económica en sus actividades comerciales y financieras, por ejemplo, entre la iniciativa china para Asia central del Cinturón Económico Ruta de la Seda, y los esfuerzos recientes de Rusia para fortalecer a la Unión Económica Euroasiática.
La expansión de la OCS debe considerarse en este contexto. Moscú también propuso la creación del canal SCO TV para transmitir económica y financiera y comentarios sobre las actividades en algunas de las economías de mayor crecimiento del mundo.
Cualquiera que sea el resultado, es evidente que se está creando una nueva agenda internacional de desarrollo, con el respaldo de naciones poderosas y con la virtual exclusión de Occidente. Y China es su fuerza impulsora. A pesar de su sistema de partido único, que limita el pluralismo político y frustra el debate, el país logró que su sociedad mayormente agrícola y autosuficiente se transformara en el mayor mercado de consumo del mundo, sin grandes convulsiones sociales o económicas.
El éxito de China tiene muchos admiradores, especialmente en otros países en desarrollo, y algunos hablan de remplazar al Consenso de Washington con lo que se describe como el Consenso de Beijing. El banco del BRICS, al parecer, es un pequeño paso en esa dirección.