«Es hora de un nuevo modelo agrícola que asegure la producción de suficiente comida de calidad donde más se necesite, que conserve la naturaleza y que preste servicios al ecosistema de relevancia local y mundial». En pocas palabras, es la hora de la agroecología.
Pablo Tittonell, de la Universidad de Wageningen, uno de los principales centros educativos del mundo en el ámbito de las ciencias agrícolas, pronunció esa exhortación en el Simposio Internacional de Agroecología para la Seguridad Alimentaria y la Nutrición, organizado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
El simposio, que se celebró en la sede de la FAO en Roma el 18 y 19 de este mes, reunió a expertos de diversos orígenes, entre ellos científicos, académicos, responsables políticos y agricultores.
En una carta abierta antes de la Cumbre del Clima de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que se celebró el martes 23 en Nueva York, unos 70 científicos y expertos dijeron que en esta época de cambio climático, inseguridad alimentaria y pobreza, «la agroecología, especialmente cuando se combina con los principios de la soberanía... y la justicia alimentaria, ofrece oportunidades para abordar todos estos problemas».
«El simposio de la FAO contribuye a reforzar el impulso por la agroecología», expresó el agroeconomista Gaëtan Vanloqueren, uno de los oradores presentes en Roma.
La agroecología incluye un conjunto de prácticas, como la diversificación de las especies y los recursos genéticos y el reciclaje de nutrientes y materia orgánica, explica Vanloqueren. Pero también es más que el estudio científico de la ecología aplicado a la agricultura, ya que abarca principios socioeconómicos y políticos que cuestionan la base del actual sistema agrícola dominante, añade.
A partir de 2008 se revitalizó el debate sobre los modelos agrícolas y el sistema de alimentos en general, pero el simposio de este mes ha sido el esfuerzo más importante que ha hecho la FAO en ese sentido, destacó.
Vanloqueren, que fue asesor del ex relator especial de la ONU sobre el Derecho a la Alimentación, Olivier de Schutter, tiene una visión positiva del interés que han mostrado recientemente varias organizaciones de Europa y otras regiones en el diálogo, la investigación y el fomento de la agroecología.
«Pero existe el peligro de que se convierta en el nuevo 'desarrollo sostenible', la nueva palabra de moda y término comodín que puede significar casi cualquier cosa», advierte.
«Sigue habiendo una gran incomprensión relacionada con la agroecología», dice Luca Chinotti, asesor de la campaña CRECE, de Oxfam. «Mucha gente piensa que la agricultura orgánica es lo mismo que la agroecología», y «algunas personas utilizan los términos 'agricultura sostenible' con sentido muy diferentes».
Por ejemplo, la expresión 'agricultura sostenible' la utilizan tanto Monsanto, la trasnacional estadounidense de productos agroquímicos y biotecnológicos, como Greenpeace, la organización ecologista que combate el uso de las semillas modificadas genéticamente o transgénicas.
Hay que hacer mucho trabajo para informar a la gente de lo que es la agroecología verdaderamente, explicó.
«No se debe ver a la agroecología como un modelo o un paquete tecnológico que se pueda replicar en cualquier lugar y en cualquier momento. Hay muy pocas prácticas que puedan aplicarse a una gran cantidad de situaciones», precisa Celso Marcatto, técnico en agricultura sostenible de ActionAid International, una organización de desarrollo internacional con sede en Gran Bretaña.
Por este motivo, la agroecología «tiene más que ver con la introducción de nuevas formas de pensar que con la distribución de soluciones predefinidas», añade.
La agroecología es una forma distinta de ver al sistema de alimentos, ya que se ocupa de cuestiones relacionadas con quiénes tienen acceso a los recursos y los procesos que determinan ese acceso. Por eso también está considerada como un movimiento social.
«Los principios de la autonomía, la importancia de la combinación del saber tradicional y el conocimiento económico, la elaboración conjunta de soluciones por parte de organizaciones campesinas, investigadores y ciudadanos son fundamentales para definir la agroecología y son la base de lo que distingue al movimiento de la llamada 'intensificación ecológica sostenible'», señala Vanloqueren.
En el centro de la agroecología está el «papel de los agricultores, que es necesario extender a lo largo y a lo ancho» del sistema agrícola, recomienda. La agroecología también tiene que ver con sustituir insumos con conocimientos, y con el fomento de la autonomía por el saber y la independencia de los mercados internacionales, agrega Vanloqueren.
Por último, la agroecología trata de la equidad social y la democracia, asegura.
Sin embargo, sigue habiendo muchos obstáculos para convencer a los responsables políticos y los donantes de que defiendan y promuevan la agroecología.
Quentin Delachapelle, un agricultor francés y vicepresidente de la Federación Nacional de Centros de Iniciativas para Valorizar la Agricultura y el Medio Rural de Francia, dijo en el simposio de la FAO que uno de los principales obstáculos para la adopción de la agroecología es que se basa en una visión a largo plazo.
«Lamentablemente, las actuales políticas públicas y de mercado se basan únicamente en una perspectiva a corto plazo», concluyó.