Málaga, España, (IPS) - «¿Quién hablará por ellos ahora? ¿Quién contará su historia a sus familias en Camerún o Costa de Marfil?», se pregunta el nigeriano Edmund Okeke sobre los 16 inmigrantes muertos cuando trataban de alcanzar a nado la costa de la ciudad española de Ceuta desde Marruecos.
Las víctimas fueron repelidas con balas de goma por efectivos de la Guardia Civil española desde la playa, el 6 de febrero.
«Son personas en condiciones insoportables de pobreza en busca de una vida mejor. ¿Por qué si no van a querer dejar su país y emprender un viaje tan largo y arriesgado?», plantea Okeke, presidente de la asociación de Inmigrantes de la Palma-Palmilla de la ciudad española de Málaga.
Okeke vive aquí desde hace 14 años y cree «injustificable» la actuación de las autoridades fronterizas españolas. Por eso, nos dice, reclama al gobierno de Mariano Rajoy una investigación «correcta» y el enjuiciamiento de «quien dio la orden de disparar» hacia personas «que no eran agresivas, ni representaban una amenaza para nadie».
Los 16 inmigrantes se ahogaron, cuando decenas de ellos se lanzaron al mar para tratar de llegar a Ceuta bordeando a nado el espigón que separa las aguas marroquíes y españolas.
El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, reconoció el 13 de febrero en una comparecencia parlamentaria que las autoridades dispararon balas de goma y gases desde tierra hacia el agua. «Pero no hacia las personas», subraya sobre los hechos que investiga la fiscalía, tras la denuncia interpuesta por una veintena de organizaciones no gubernamentales.
Fernández Díaz visitó el miércoles 5 y el jueves 6 de marzo Ceuta y Melilla, la otra ciudad autónoma española en el norte africano. Allí anunció el reforzamiento con mallas especiales de las vallas que separan los enclaves de Marruecos, para dificultar aún más la escalada a los inmigrantes.
Cada año, miles de africanos, mayoritariamente subsaharianos, tratan de llegar a la Unión Europea cruzando el triple vallado rematado con cuchillas que separa el territorio marroquí de Ceuta y Melilla, y embarcándose en pateras desde Marruecos o desde sus países de origen.
Pero el cruce a nado fue una opción aún más desesperada.
La nigeriana Tina Akrasubi, de 34 años, partió de su hogar en Benín hace 13 para venir a España y ayudar así a su familia. «Fui en coche con una amiga hasta Mali y desde allí a pie hasta Marruecos para cruzar a Ceuta», relata mientras acuna a su hija Gloria, de dos meses. Muchos subsaharianos emplean años para llegar a Marruecos.
Cada uno de los varones que murieron ahogados, todos jóvenes, tiene su historia, quizás madres que esperan una llamada que no llegará, pero «parece que esto no importa nada cuando se es pobre», lamenta Okeke.
Los cinco cadáveres que quedaron del lado español de la valla fronteriza yacen en tumbas sin nombre en un cementerio ceutí, los demás fueron trasladados a morgues marroquíes. El Partido Popular rechazó en el Congreso de diputados la apertura de una comisión de investigación sobre la tragedia.
La comisaria europea de Interior, Cecilia Malmström, consideró en una carta dirigida al ministro Fernández Díaz que «las balas de goma pudieron causar el pánico entre los inmigrantes» que nadaban hacia la orilla y desencadenar sus muertes.
Unos 80.000 inmigrantes, 40.000 en Marruecos y otros tantos en Mauritania, esperan para ingresar a la UE a través Ceuta y Melilla, aseguró el ministro el martes 4, según datos facilitados por Marruecos y que corroboró su despacho.
«El gobierno quiere crear alarma social y criminaliza a los inmigrantes para justificar sus actuaciones y recortes en materia de derechos de extranjería», nos explica el sindicalista Gerardo Cova, quien entre 2001 y 2007 dirigió el Centro de Información de Trabajos Extranjeros en la ciudad de Marbella.
En 2013, en los 28 países miembros de la UE fueron interceptados alrededor de 100.000 inmigrantes mientras cruzaban fronteras marítimas y terrestres.
España es la cuarta ruta en número de pasos irregulares, según datos de diciembre de la Agencia Europea de Control de Fronteras (Frontex), citados por su director adjunto, Gil Arias.
«En vez de socorrerles, se les trata como a animales», lamentó la presidenta de la Unión de Mujeres Nigerianas en Málaga, Christiana Nwokeji en su casa.
Mientras ella hablaba, la televisión emitía un vídeo con varios sobrevivientes que lograban nadar hasta la orilla ceutí para ser devueltos inmediatamente a Marruecos.
Nwokeji recordó que los españoles también están emigrando ante los desorbitados niveles de desempleo por la crisis económica y las nuevas facilidades para los despidos. «Todo el mundo emigra ante la falta de oportunidades», anota.
«Yo he nacido en crisis. Nosotros vivimos siempre en crisis», nos dice el senegalés Gora Ndiaye, de 28 años, que pasó «mucho miedo y mucho frío» en la patera que lo llevó durante una semana junto a otros 45 compatriotas desde Dakar hasta el municipio español de Hoya Fría, en la isla canaria de Tenerife.
Ndiaye, con su mujer y un hijo de seis meses en Senegal, reclama que «la gente de aquí tiene que ayudar a África» y justifica la migración «porque no tenemos comida, tenemos que mandar dinero a nuestras familias. No se puede vivir sin nada».
«Las noches son terribles. Las olas como montañas. Sientes punzadas en los brazos y las piernas», recuerda este inmigrante que no sabe nadar y pagó unos 500 euros (693 dólares) por una travesía en la precaria embarcación. «Tengo la suerte de poder contarlo», afirma.
Según el Balance Migratorio en la Frontera Sur de 2013 presentado en febrero por la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, fueron 7.550 los inmigrantes interceptados que lograron llegar a España en patera o a través de Ceuta o Melilla.
Los muertos y desaparecidos en el intento ascendieron a 130 en 2013.
El estudio indica que el 45,25 por ciento de los inmigrantes africanos, más de la mitad subsaharianos, llegaron en pateras y el 27,4 por ciento en balsas inflables. Un 15,75 por ciento saltó las vallas de Ceuta y Melilla.
El 28 de febrero, 200 inmigrantes lograron superar la valla de Melilla celebrando su llegada a la UE con risas y abrazos incontenibles que mostró la televisión.
Yvette Edere, de Costa de Marfil, nos dice que siente «una gran pena» por lo sucedido en Ceuta y relata lo «duro» que «he tenido que luchar» para obtener la residencia en España, adonde llegó con un visado hace 20 años.
«Muchos blancos de Europa y Estados Unidos vienen a África», dice Okeke. Él mismo está ayudando a unos españoles que quieren ir a trabajar a Nigeria.
«Se explota su oro, su petróleo, y nadie dispara contra ellos. No hay barreras ni papeles. Se les recibe como a reyes», concluye.