Las ganancias de los migrantes casi cuatriplicaron los 126.000 millones de dólares de ayuda oficial al desarrollo de las naciones ricas al mundo pobre el año pasado, según datos divulgados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La inyección de liquidez en países en desarrollo como India, Bangladesh, Marruecos, México, Sri Lanka, Nepal, Egipto y Filipinas es uno de los efectos más positivos de las migraciones.
Pero lo que es una bendición para algunos resulta una calamidad para otros. Del lado negativo figura la continua explotación de los inmigrantes, principalmente en Oriente Medio, a raíz de un aumento del «trabajo esclavo», que implica bajos salarios, inadecuada atención médica y atroces condiciones laborales.
Joseph Chamie, exdirector de la División de Población de la ONU y que ha escrito ampliamente sobre migraciones internacionales, explica que, aunque generalmente hay una condena universal a esos trabajos «esclavos» practicados por los inmigrantes, las prohibiciones son difíciles de aplicar, ya que a menudo tienen lugar dentro de los hogares y en recintos pequeños. Una estrategia para abordar esto es el Convenio 189 sobre el trabajo decente para las trabajadoras y los trabajadores domésticos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que entró en vigor en septiembre.
En vísperas del Diálogo de Alto Nivel sobre la Migración Internacional y el Desarrollo: «Por unas migraciones productivas» que tiene lugar esta semana en la ONU, Abdelhamid El Jamri, presidente del Comité de Derechos de los Trabajadores Migratorios, enfatiza que los migrantes no son materias primas, sino seres humanos. Para El Jamri «los cambiantes patrones de las migraciones y la explotación y discriminación que enfrentan los trabajadores migrantes en sectores como la construcción y la agricultura han vuelto más crucial que nunca la protección de sus derechos».
La Convención internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y de sus familiares es uno de los principales tratados internacionales sobre derechos humanos. Sin embargo, solo la han ratificado 47 de los 193 estados miembros de la ONU. El Jarri recuerda que este pacto no ha sido ratificado por ninguno de los principales países de destino, entre ellos Estados Unidos, los Estados miembros de la Unión Europea (UE) y los del Golfo, donde viven y trabajan millones de inmigrantes.
Chamie, consultado sobre el diálogo de alto nivel en la ONU, dice que, en vista de las actuales realidades políticas y de la continua división entre las naciones que importan y las que exportan mano de obra, es muy improbable que el diálogo produzca «nada más que palabras bonitas». La aguda división entre las dos partes, señala, tiene que ver principalmente con la reunificación familiar, los derechos de la población migrante, las migraciones indocumentadas y las responsabilidades compartidas.
Kul Gautam, ciudadano de Nepal y ex director ejecutivo adjunto del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), apunta que las ganancias que perciben quienes emigran son ahora la principal fuente de ingresos nacionales en su país de origen. Unos 4.000 millones de dólares en remesas de emigrantes ingresan cada año a Nepal, lo que equivale al 25 por ciento del producto interior bruto (PIB). De los 400.000 jóvenes que cada año ingresan al mercado laboral, unos 300.000 buscan empleo en el exterior. La mayor concentración de trabajadores emigrados de Nepal se ubican en Qatar y Malasia (con unos 400.000 cada uno), seguido por Arabia Saudita y otros países del Golfo.
Gautam se muestra crítico del duro trato que se da a los trabajadores migrantes, específicamente en los países del Golfo. Según él, las últimas denuncias sobre esclavitud proceden de Qatar, uno de los países más ricos del mundo. Allí, grandes cantidades de trabajadores emigrados de Nepal, uno de los países más pobres del orbe, han sido maltratados en un proyecto de construcción de alto perfil: las obras de infraestructura para la Copa Mundial de la Federación Internacional de Fútbol Asociado 2022. Una investigación realizada por el periódico británico The Guardian retrata un panorama escalofriante de miles de inmigrantes obligados a trabajar en condiciones inhumanas, sin recibir su paga durante extensos períodos y carentes de equipos de seguridad.
El gobierno nepalí anunció esta semana que en los últimos dos años fallecieron 70 inmigrantes de esa nacioalidad mientras trabajaban en obras de construcción para el campeonato de fútbol en Doha. En cuanto al fortalecimiento de las normas internacionales, Gautam cree que es difícil «decir si el diálogo de alto nivel (de esta semana) tendrá un impacto significativo, pero debería». En Nepal, muy pocos han oído sobre él, y agrega que «no creo que la delegación nepalí esté bien preparada, con propuestas específicas».
«Pero pienso que las migraciones para el desarrollo son mucho más importantes que, digamos, la ayuda, el comercio, las inversiones extranjeras directas, etcétera, en el actual contexto de Nepal, y en el contexto de muchos países que dependen de las remesas como fuente clave de sus ingresos». Para ser justos, señala, ciertamente no es la política del gobierno de Qatar practicar o condonar las condiciones de trabajo similares a la esclavitud. Más bien son empresas privadas sin escrúpulos, contratistas e intermediarios, tanto en Qatar como en Nepal, los responsables de esas prácticas inhumanas.
Ante la pregunta de si la ONU está haciendo lo suficiente para impedir los abusos, Chamie dice que el tema de las migraciones internacionales nunca se ha planteado como una prioridad en el foro mundial. En contraste con otros asuntos globales, como la infancia, el comercio, el ambiente, las finanzas, las mujeres y los ancianos, todos los cuales han estado en el centro de distintas conferencias de la ONU, para Chamie, las migraciones internacionales son «el hijastro olvidado». Según él, esto se debe a que «los países de destino, especialmente los más desarrollados, desean mantener (el asunto) fuera de la ONU».