Todavía hay en el mundo 842 millones de personas que sufren hambre crónica, según el informe «El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2013», publicado este martes 1 de octubre por tres agencias de la ONU con sede en Roma. Son muchas, pero 842 millones debe considerarse un número mejor que el del año pasado: 868 millones.
Entre las razones de este avance se encuentra el crecimiento económico de los países en desarrollo, que mejoró los ingresos y el acceso a los alimentos, el incremento de la productividad agrícola y el aumento de las inversiones públicas y privadas en el sector rural. Las remesas de los migrantes también jugaron un papel importante en la reducción de la pobreza, según el informe de la ONU.
La gran mayoría de quienes pasan hambre viven en regiones en desarrollo, mientras que 15,7 millones habitan en países industrializados. Pero, a pesar de los progresos detectados en todo el mundo, persisten fuertes desigualdades en la reducción del hambre.
El África subsahariana avanzó modestamente en los últimos años, y sigue siendo la región con más desnutrición. Se estima que uno de cada cuatro de sus habitantes (un 24,8 por ciento) pasa hambre.
No se han observado avances en Asia occidental, mientras que en Asia meridional y en el norte de África ha habido «pequeños progresos». Las reducciones más sustanciales tanto en el número de hambrientos como en la tasa de desnutrición se registraron en muchos países de Asia oriental, el sudeste asiático y América Latina.
Desde comienzos de los años 90, el número total de desnutridos en los países en desarrollo ha caído un 17 por ciento, pasando de 995,5 millones a 826,6 millones.
La ambiciosa meta establecida en 1996 por la Cumbre Mundial sobre la Alimentación (CMA) de reducir a la mitad la cantidad de personas con hambre para 2015, sigue fuera del alcance como objetivo mundial, aún cuando 22 países la cumplieron a fines de 2012.
Los dirigentes de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) llamaron a intervenir en la agricultura y los sistemas alimentarios para fomentar la nutrición, así como en la salud y la educación, con especial énfasis en las mujeres.
El informe publicado por la ONU el año pasado recibió una detallada crítica de un grupo de investigadores encabezados por Frances Moore Lappé, que realizaron recomendaciones específicas principalmente en relación a la metodología del trabajo y a la manera en que se presentaban las estimaciones de hambruna. Los investigadores puntualizaron que las mediciones para determinar la inseguridad alimentaria subestimaban la realidad, pues se basaban en una disponibilidad de alimentos y un requerimiento calórico suficientes para «un estilo de vida sedentario».
Una estimación más amplia llevaría la cantidad de hambrientos en el mundo a 1.330 millones, y no a 868 millones como calculaba el informe de 2012, señalaron los expertos.
Otro factor de preocupación es el enfoque del informe en el hambre mundial, lo que de alguna manera enmascara las realidades y diferencias entre las regiones. De hecho, solo los progresos en China y Vietnam responden a más de 90 por ciento de la caída en la cantidad de personas hambrientas en el mundo.
Los casos de éxitos nacionales, como los de Brasil y Ghana, «se pierden dentro del conjunto mundial, así como los países y las regiones en crisis», afirmaban los críticos.
«El informe de este año introduce importantes innovaciones. Vamos más allá del tradicional indicador de la FAO sobre prevalencia de la desnutrición y procuramos medir las diferentes dimensiones de la inseguridad alimentaria, en particular sus consecuencias nutricionales», destacó este martes Pietro Gennari, director de la División de Estadística del Desarrollo Agrícola de esa agencia. Gennari se refería a la disponibilidad, acceso, utilización y estabilidad de los alimentos.
Estas dimensiones «se pueden medir por medio de diferentes indicadores, y si bien en la mayoría de los casos estos coinciden con las tendencias de prevalencia de desnutrición, no siempre es así», indicó. «Hemos estudiado países específicos para entender por qué tenemos esas divergencias y para saber qué políticas se pueden adoptar para abordarlas», añadió.
El informe subraya que el crecimiento económico es clave para abatir el hambre. «Pero no es suficiente. Se necesitan políticas específicas y programas sociales para lograr la meta de erradicar el hambre en todo el mundo», sostuvo Gennari.
Algunos especialistas cuestionan el énfasis en el crecimiento económico
«El informe ofrece elementos útiles, algunos de ellos incluidos en el nuevo índice, e información más sistemática sobre la inseguridad alimentaria», reconoció Antonio Onorati, del Comité Internacional de Planificación para la Soberanía Alimentaria, una red internacional de organizaciones no gubernamentales y asociaciones de agricultores pequeños y medianos, pescadores, trabajadores agrícolas y pueblos indígenas. «Pero en materia de soluciones, propone recetas viejas e ineficaces», nos dijo. Por ejemplo, «la idea de que los 600 millones de pequeños agricultores que sufren inseguridad alimentaria solo tienen que incrementar su productividad para colocar su excedente en el mercado».
«Supone el mercado local funcional frente a la pequeña agricultura y a la seguridad alimentaria, cuando no lo es», sostuvo.
Según Onorati, los mercados locales son solo un reflejo del mercado global, «que genera crisis e incluso causa la muerte de pequeños agricultores, y que es en definitiva un componente clave de la inseguridad alimentaria».
«Esperábamos un análisis más profundo del papel de los mercados locales», lamentó.
Los resultados de este informe serán discutidos por representantes de gobiernos, de la sociedad civil y del sector privado en la reunión del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial, que se celebrará en Roma entre el 7 y el 11 de octubre.