Cuando el martillo del subastador dio el golpe que adjudicaba «El grito» a un comprador desconocido que había pujado por teléfono, se habían batido varios récords mundiales. Las ofertas habían llegado a los 10 millones de dólares por minuto. La subasta había durado 12 minutos y pasada la barrera de los 100 millones de dólares, después con las comisiones e impuestos el precio final fue de 120 millones de dólares (91 millones de euros).
Edvard Munch pintó «El grito», un pastel que representa a un hombre gritando con las manos en las orejas, sobre un cielo rojo sangre en 1985, cuando estaba en la cumbre de su producción. Munch pintó otras tres versiones de este mismo cuadro que están en el museo Munch de Oslo y en la Galería nacional de Oslo. El cuadro que se ha subastado este miércoles, era la única de las obras en manos de un particular, Petter Olsen, que la había heredado de su padre amigo y protector de Munch. Con el dinero planea construir un museo dedicado al pintor noruego.
La versión subastada es especial porque en el marco está escrito con letras rojas el poema que inspiró.
El propio pintor, en su diario, explicó como le había venido la inspiración para esta obra que se ha convertido en la expresión de la angustia humana: «Estaba paseando con unos amigos. El sol se estaba poniendo. De pronto el cielo se volvió rojo sangre. Me paré, sobrecogido, me apoyé en una verja, había sangre y lenguas de fuego alrededor del fiordo azul noche y de la ciudad. Mis amigos habían seguido su camino, yo estaba allí, temblando de miedo. Sentí un grito infinito que traspasaba el universo».
Munch, cuyo trabajo fue considerado como degenerado por los nazis, fue un visionario según el último propietario del cuadro subastado, «El grito muestra el momento terrible en el que el hombre comprende su impacto sobre la naturaleza y los cambios irreversibles que ha iniciado, haciendo este planeta cada vez más inhabitable».