Referéndum siempre suena a democracia, a poder popular, a derecho inalienable. Y sería así, en realidad, si lo que van a votar los griegos sólo les afectara a ellos, cosa que no es ni de lejos verdad.
Papandreu, en una imperiosa necesidad de poner en jaque al resto de líderes europeos para tener una posición más fuerte y de ganar confianza dentro de su país, ahora que la oposición se le acerca cada vez más y los miembros de su propio partido empiezan a rebelarse contra él, ha creído tener la mejor idea de todas, ser apoyado por su ciudadanía, aunque eso conlleve tirar por la borda todo lo que los griegos han estado sufriendo. Y no sólo los griegos, sino todos los europeos.
En la última reunión del Consejo Europeo, Grecia se comprometió a apoyar las nuevas medidas del Fondo de Rescate. En esta ocasión no sólo contaba con medidas duras de austeridad al más puro estilo alemán, sino que contaba con una condonación del 50% de su deuda, ya que se estaba empezando a admitir que las exigencias a Grecia, aparte de ser desproporcionadas, paralizaban completamente el crecimiento del país, y por tanto su imposibilidad a hacer frente a sus deudas.
Los griegos llevan sufriendo las medidas de austeridad de forma directa y catastrófica, demostrándolo con huelgas, manifestaciones y reacciones violentas en las calles de Atenas. Visto así, un referéndum parece la solución más justa para un pueblo que no ha parado de sufrir la incompetencia de sus líderes nacionales, el castigo de los líderes europeos, y la codicia de algunos países y entidades que sacarán un alto benéfico con el rescate.
Pero aunque Grecia sea el mejor ejemplo del daño que hacen las políticas de austeridad, el problema no es sólo griego, como tampoco lo es la solución. La propuesta de Papandreu de votar el Fondo de Rescate, con el 60% de los ciudadanos en contra, según las encuestas -los griegos le tienen muchas ganas a los líderes de la UE, sobre todo a Alemania- previsiblemente será un arma de doble filo, en la que no sólo se condenarán a si mismos al desastre, sino que nos condenan a todos y cada uno de los países del Euro, empezando por Italia y España, como ya se está empezando a palpar.
Desde que se hizo pública la propuesta, el diferencial de los bonos españoles e italianos se encuentra en 380 puntos y 450 puntos respectivamente –línea roja cuya superación fue previa a los rescates de Portugal e Irlanda- y si el referéndum se lleva a cabo, entonces se sobreentenderá la imposibilidad de Grecia de pagar sus deudas definitivamente, lo que conllevará una bancarrota del país, como ha dicho el Presidente del Eurogrupo; también conllevará una caída estrepitosa del euro, como de hecho ya se ve en las bolsas, con caídas en los bancas europeos de más de un 4%; y un posible derrumbe de Italia y España que ya están viéndose afectadas y a las que ningún Fondo de Rescate podría salvar. Es decir, adiós Europa.
Así que 11 millones de griegos van a decidir el futuro de 320 millones de europeos que usan la moneda única ¿De verdad es eso democrático? Está claro que los griegos están sufriendo, pero no tienen ni de lejos la legitimidad para decidir el futuro de una moneda a la que nunca debieron de haber entrado -cosa que no hubieran hecho si sus gobiernos no hubieran mentido en sus cuentas, no hay que olvidarlo-. Grecia puede llegar a convertirse en la Némesis europea, crea la idea de Europa, y miles de años después la destruye.
Así que este referéndum puede ser de todo, menos democrático, porque ¿qué ciudadano griego me representa a mí y a mis intereses, ciudadano europeo que cree en la moneda única? Sólo me queda rezar para que algún griego entienda que el enemigo de su país no es el euro, ni es el causante de sus males, ni siquiera el creador de las medidas de austeridad.
Los actuales líderes europeos no son muy lúcidos, pero desde el principio de la crisis de deuda sólo han intentado una cosa, que el euro no cayera, porque previsiblemente sería el final de Europa como la conocemos. Y todo lo que se lleva haciendo estos años ha sido con este objetivo. Y si el referéndum progresa todo lo que se ha estado haciendo habrá sido en vano. Es más, entraríamos en la peor situación de todas, en las que, ahora sí, nadie tendría el control de la situación.
A mi también me gustaría votar el futuro del Euro, como a todos, pero con este referéndum ni se está haciendo la pregunta correcta, ni a la cantidad de población adecuada, ni se dará la respuesta correcta. Nada bueno puede salir de él, y seguro que dejarlo en manos de un pueblo dolido y con rencor no es ni de lejos una buena solución, y más si contamos con que Papandreu lo hace únicamente para ganar legitimidad en las negociaciones del Fondo. Lo que no parece comprender es que, después del referéndum, puede que no haya más negociaciones para salvar a Grecia. O pierde Papandreu, o pierde Europa.