Diferentes ong internacionales promueven la imposición de una tasa a las transacciones financieras, conocida como tasa Robin Hood, una suerte de la fracasada tasa Tobin, para quitar una mínima parte del dinero a los ricos y dársela a los pobres en forma de inversiones para el desarrollo, la salud, la educación o la protección del clima.
Esta semana, los Robin Hood se movilizaron en diferentes capitales europeas para presionar a Francia, como país que ostenta la presidencia del G20, para que aumente sus esfuerzos y que un número considerable e imprescindible de países se sume a la iniciativa. Sarkozy lo tiene en la agenda de su mandato y ya lo defendió en la ONU en septiembre junto a Zapatero. A ellos se han sumado otros lideres como la canciller alemana, Angela Merkel, o el ex presidente de Brasil, Lula da Silva, además de cientos de economistas de prestigio.
Sin embargo, los países ricos y emergentes del mundo están reunidos en París este fin de semana para coordinar una salida conjunta de la crisis y la tasa Robin Hood ha quedado en un segundo plano. Una vez más se parte de modelos económicos, ritmos de crecimiento y políticas financieras distintas, de modo que resolver el problema de los desequilibrios financieros supera a los ministros de finanzas del G20 y previsiblemente quedará para una próxima reunión.
La tasa Robin Hood consiste en un gravamen del 0,05 % sobre las transacciones financieras que se realicen en los países firmantes. Se aplicaría sobre operaciones no minoristas, como intercambio de acciones, bonos, divisas o materias primas. Se calcula que así podrían recaudarse más de 300.000 millones de euros cada año en el mundo. En España, la Fundación Ideas estima que serían 6.300 millones.
La Alianza Tasa Robin Hood presentó el pasado jueves su propuesta en varias capitales europeas. En Madrid lo hizo ante el embajador francés, Bruno Delaye, quien apoyó y justificó la iniciativa, aunque se mostró cauto sobre las posibilidades de que lo respalde un número suficiente de países. «No vamos a esperar que todos los países lo aprueben, pero es importante que haya una base europea, que los países de la unión monetaria se impliquen».
Susana Ruiz, portavoz de la Alianza, señala que «esta flecha simboliza nuestra convicción de que la tasa Robin Hood supondría un cambio decisivo en la reducción de las diferencias sociales, así como en la lucha contra la pobreza y los efectos del cambio climático».
Los centenares de organizaciones que respaldan la medida recuerdan a los líderes del G20 que el 80% de las transacciones financieras no tienen nada que ver con la economía real.