En el último informe Uranio divulgado el 26 de julio, la Agencia de Energía Nuclear (AEN) y la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) ignoran totalmente las lecciones dejadas por el desastre de Fukushima y sostienen que para 2035 la capacidad de generación eléctrica a partir de esta alternativa aumentará un 99 por ciento.
El pronóstico obvia también las limitaciones económicas derivadas de la crisis que ha dejado a muchos países de la zona euro al borde del colapso.
Ambas agencias, financiadas en gran parte por los países industrializados, sostienen que en las próximas dos décadas la energía nuclear aumentará entre el 44 y el 99 por ciento, y que las reservas de uranio, pese a los mayores costes de extracción, son más que «adecuadas para satisfacer los máximos requisitos que pueda haber hasta 2035».
Pero expertos independientes consideran que esos pronósticos tan optimistas son típicos de la habitual falsa ilusión de ambas agencias.
Mycle Schneider, uno de los autores del «World Nuclear Industry Status Report 2012» (Informe sobre el Estado Mundial de la Industria Nuclear (WNISR), recuerda que ambas agencias tienen antecedentes de pronósticos exagerados que nunca se concretan. «En 1973-1974, la AIEA pronosticó una capacidad nuclear instalada en el mundo de entre 3.600 y 5.000 gigavatios para 2000, 10 veces la actual».
Schenider es un consultor sobre temas de energía y política nuclear residente en París que ha trabajado para casi todos los gobiernos de Europa occidental, para la Unión Europea como tal, el Parlamento Europeo y numerosas organizaciones ambientalistas.
También es miembro del Grupo Internacional sobre Materiales Fisible en la Universidad estadounidense de Princeton. «Aun después del accidente de Chernóbil (Ucrania) en 1986, la AEN pronosticó una capacidad nuclear instalada de entre 497 y 646 gigavatios para 2000, entre el 40 y el 80 por ciento por encima de la realidad», explica.
A diferencia de lo que dicen la AEN y la AIEA, el estudio WNISR, publicado el 1 de julio, prevé el colapso de la energía nuclear en casi todo el mundo, y le asigna una importancia marginal entre las fuentes de energía actuales y futuras.
Teniendo en cuenta la inestabilidad económica y los crecientes costes de la construcción, por no mencionar los estrictos requisitos de seguridad para los reactores nucleares y el creciente mercado de recursos renovables, el informe no coloca a las nucleares entre los primeros lugares de la agenda energética.
«La generación de electricidad nuclear alcanzó un máximo de 2.660 teravatios hora (TWh), en 2006, y cayó a 2.518 en 2011 (un 4,3 por ciento por debajo de 2010), mientras que el peso de esta alternativa en la generación eléctrica mundial ha ido disminuyendo de una forma paulatina desde el máximo histórico del 17 por ciento, registrado en 1993, al 11 por ciento, en 2011», señala el informe.
Además, «la capacidad nuclear instalada en el mundo disminuyó en 1998, 2006, 2009, y otra vez en 2011, en tanto que la energía eólica anual aumentó 41 gigavatios solo en 2011», señala el documento.
La inversión global en energías renovables llegó a 260.000 millones de dólares en 2011, un cinco por ciento más que el año anterior y casi cinco veces más que en 2004, dice el informe. «La inversión total acumulada en fuentes renovables aumentó a más de un billón de dólares desde 2004, según Bloomberg New Energy Finance», nos dijo Schneider. «Compara esto con nuestra estimación de decisiones de inversión en energía nuclear de unos 120.000 millones de dólares en el mismo periodo», apuntó.
Tales hechos contradictorios muestran que «las fuentes de energía renovables y el gas natural son cada vez más asequibles y mucho más rápidas de instalar» que la alternativa nuclear, explica Schneider.
El WNISR considera que la catástrofe de Fukushima es un punto de inflexión en el desarrollo de la energía atómica, pero el informe de la AEN y la AIEA, solo lo ve como un «obstáculo en el camino».
De hecho, el director general de la AEN, Luis Echávarri, ha declarado: «El accidente de Fukushima Daiichi hizo que se retrasara el desarrollo de programas de energía nuclear en el mundo mientras se analizan y se llevan a la práctica las lecciones que se han extraido». «La mayoría de los países han reafirmado su compromiso de seguir utilizando la energía nuclear, pero algunos han optado por reducirla de forma gradual o no reintroducirla», añade.
La AEN y la AIEA han reiterado referencias anterior a supuestos planes para la construcción de nuevas plantas nucleares, «con la fuerte expansión de China, India, República de Corea y la Federación Rusa» y dan por sentado el crecimiento de esta alternativa a otros países. Pero se niegan a cuantificarlo.
Su optimismo solo puede explicarse por una decidida negación de los acontecimientos reales en materia energética tras el desastre de Fukushima, indica Antony Froggatt, investigador especializado en estos temas del grupo de estudio Chatham House con sede en Londres.
«El cambio más significativo después de Fukushima ocurrido fuera de Japón se ha dado en Alemania», dice Froggatt. «Cuatro meses después del accidente, ese país adoptó una ley que reintroduce y acelera una iniciativa anterior para reducir de forma gradual el peso de la energía nuclear». La eliminación de la alternativa atómica en Alemania deberá completarse para diciembre de 2022.
Japón también va a seguir por ese camino en las próximas dos décadas. «Otros países de Europa, entre ellos Bélgica, Italia y Suiza se apartaron de la fuente nuclear», puntualiza Froggatt. En lo que
respecta a las naciones en desarrollo, Egipto, Jordania, Kuwait y Tailandia «abandonaron sus planes para desarrollar esta alternativa», Pero reconoce que otros estados, como República Checa, Francia,
Hungría y Gran Bretaña, así como India y Pakistán, han reiterado sus intenciones de seguir desarrollando la energía nuclear.
China es una incertidumbre ya que suspendió nuevas construcciones para realizar más evaluaciones y ensayos, lo que contrasta con el optimismo de la AEN y la AIEA.
Para que la generación eléctrica procedente de la energía nuclear aumente un 99 por ciento en los próximos 23 años, habría que construir cientos de centrales. Lo que es poco probable, pues según el estudio de Schneider, desde 2011 se han encendido solo nueve reactores y se han apagado 21.
Schneider señala que «de las 59 unidades en construcción en el mundo, por lo menos 18 aún tardarán varios años, mientras que los restantes 41 proyectos han comenzado en los últimos cinco años o no se han iniciado en las fechas previstas, lo que hace difícil predecir si cumplirán con el cronograma».