Andrés Ballesteros es socio fundador y CEO de Vivia Biotech S.L. Creó la empresa junto a su hermano en el año 2007, y se han convertido en pioneros de la medicina personalizada. Han desarrollado un test que permite, en pacientes con determinados cánceres hematológicos, analizar cuál es el fármaco que mejor actúa según las peculiaridades de cada persona. Consiguen saber en cada caso qué tratamiento es el mejor para combatir las células cancerosas dañando lo menos posible las sanas. «Es una forma de personalizar el tratamiento, porque los estándares puede que sólo sean efectivos en la mitad de los pacientes». Su tecnología permite analizar la eficacia de más de 200 fármacos en una pequeña muestra de sangre. Aseguran que gracias a estos estudios se reducen los costes farmacéuticos, al administrar únicamente el fármaco más efectivo en lugar de probar antes con otros, y además, se reducen los gastos de hospitalización, porque la recuperación es más rápida.
Damià Tormo, por su parte, es el fundador de Bioncotech Therapeutics y Artax Biopharma. Son dos empresas orientadas al desarrollo farmacológico para enfermedades con consecuencias médicas y sociales importantes, cuyo principal objetivo es favorecer la comercialización de la tecnología que se desarrolla en los centros de investigación españoles. «Se trata de conseguir que el de la bata que sólo habla de ciencia y el de la corbata que sólo ve la rentabilidad, se entiendan», explica. Gracias a tender estos puentes, Bioncotech Therapeutics ha conseguido desarrollar un fármaco capaz de bloquear los mecanismos que hacen que los leucocitos ataquen al propio organismo en pacientes con enfermedades autoinmunes, pero que a la vez no impiden que los glóbulos blancos actúen contra agentes patógenos. «Se consigue eliminar los problemas de inmunosupresión que habitualmente padecen estos enfermos», explica.
Una biotecnología global
«El desarrollo biotecnológico no puede entenderse fuera del ámbito global», asegura Juan Miguel Villar-Mir, presidente de Cotec y presentador del acto, en clara alusión a la dimensión internacional de los proyectos de ambos jóvenes investigadores. Los dos han conseguido desarrollar sus proyectos en Estados Unidos. Sin embargo, el caso de Andrés Ballesteros y su hermano es un tanto atípico. En un momento en el que se habla de fuga de cerebros, ellos hicieron el camino inverso. «Desarrollamos la tecnología en Estados Unidos, pero luego nos trasladamos a España, porque en Europa hay más cultura de la donación», asegura, algo necesario para desarrollar su test.
«La biotecnología no se entiende si no es en el mercado internacional», insiste Ballesteros, que valora además muy positivamente la apuesta que se está haciendo a nivel europeo por la medicina personalizada. «Nosotros nos financiamos gracias a ayudas del programa marco de la Unión Europea», explica. Pese a todo, los dos consideran que el apoyo económico sigue siendo escaso en Europa. «En Estados Unidos hay más capital especializado en biotecnologías, que además están dispuestos a invertir», opina Ballesteros; a lo que Tormo añade: «Tenemos muy buenos proyectos, pero no sabemos ponerlos en valor en el mercado internacional».
Según Tormo, precisamente la falta de patentes es uno de los lastres de la ciencia en España y cree que es un error que muchas investigaciones se queden en «meras publicaciones». «Somos pioneros en reproducción asistida o en renovables y contamos con centros de referencia como el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) o en CNIO (Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas), pero luego bajamos varios escalones en el ranking de patentes», lamenta. Y es que a su juicio es muy difícil que las investigaciones se rentabilicen mediante la creación de startups o empresas innovadoras.
Pese a las carencias del sistema, Cristina Garmendia, exministra de Ciencia e Innovación, considera que se han hecho grandes avances en la última década. «España es una potencia científica mundial con centros de investigación y hospitales en la vanguardia, pero falta el entorno financiero necesario», matiza. Tanto ella como María Luisa Poncela, secretaria general de Ciencia Tecnología e Innovación, consideran que es necesario hacer una apuesta clara por la compra pública de innovación. «España es todavía una orquesta donde cada instrumento no sabe bien qué partitura tocar», explica Poncela, quien lamenta la falta de sincronización de las entidades financieras. «No sólo hay que hacer ciencia, sino que además hay que llevarla a la sociedad», añade.
Tormo y Ballesteros coinciden en que para ello es necesario un cambio educacional en la sociedad. De hecho, no conciben un futuro que no pase por el mercado internacional. Andrés Ballesteros y su hermano esperan comercializar sus productos en Europa en 2016 y poco después dar el salto a Estados Unidos. Damià Tormo tiene previsto empezar los ensayos clínicos en dos meses en Inglaterra. «En la sociedad española deberíamos vivir todos con la innovación siempre en la cabeza», concluye Villar-Mir.