La crisis económica de Grecia y las recetas que se están aplicando suponen un órdago constante para la Unión Europea, que no deja de sorprender con su búsqueda de soluciones. La última pócima ha sido una reunión de urgencia celebrada el lunes por la noche entre la canciller alemana, Angela Merkel; el presidente francés, François Hollande; y las tres cabezas de la llamada troika: el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker; el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi; y la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde.
Dos horas y media después, siendo ya martes, Merkel salió a la puerta de la Cancillería para despedir a su homólogo francés, que debía recibir, horas después, a los Reyes de España en París. Dos horas y media de reunión para decidir el futuro de Grecia, y tal vez de la Unión Europea. Todo ello con nocturnidad y sin casi ningún jefe de Estado. Como a escondidas, como de manera clandestina, pero con mucho en juego. Por ello, las críticas a esta reunión celebrada fuera de los márgenes habituales y de los órganos de decisión establecidos han sido muchas.
Las deudas apremian a Atenas, que tiene que entregar este mes 1.600 millones de euros al FMI, y otros 6.700 millones al BCE en verano. El primer ministro griego, Alexis Tsipras, ha acusado a sus acreedores de realizar «propuestas absurdas», de pretender «la completa destrucción de la democracia de Europa» y de querer imponer una «monstruosidad tecnocrática».
También ha sido muy crítico el ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, que ha reconocido que su Gobierno está dispuesto a adoptar las reformas que los socios esperan, pero «los acreedores de Grecia insisten en una austeridad incluso mayor para este año y más adelante». Un enfoque que, según el ministro, «impediría la recuperación, obstruiría el crecimiento, agravaría el ciclo deuda-deflación, y al final erosionaría la disponibilidad y capacidad de Grecia para aplicar el programa de reforma que el país necesita con tanta urgencia. Nuestro gobierno no puede aceptar –y no aceptará– un remedio que mostró durante más de cinco años ser peor que la enfermedad».
El Gobierno heleno, según diversas fuentes, había presentado un plan a la desesperada en el que proponía reformar las pensiones. Se estudió en la reunión de Berlín, de donde han salido nuevos matices. Aunque no se han conocido detalles, lo que transciende son rumores de un posible acuerdo.
La pelota, en tejado griego
La nocturna reunión acabó con una nueva propuesta que ahora tiene que aceptar el Ejecutivo heleno, según el semanario alemán 'Der Spiegel'. El comisario de Asuntos Económicos de la UE, Pierre Moscovici, ha insinuado que podría haber recortes en las pensiones y un aumento en la edad de jubilación. «Es un plan realista para que Grecia salga de la crisis, y cuya aceptación por parte de nuestros socios europeos marcará el fin de las divisiones en Europa», ha afirmado Tsipras.
«Espero que el Gobierno griego acepte», ha manifestado el vicecanciller y titular de Economía alemán, el socialdemócrata Sigmar Gabriel. Además del Ejecutivo, Tsipras debe lograr el apoyo de su partido, Syriza, donde ya ha habido divisiones respecto a las negociaciones con la UE. Por ello, el periódico alemán 'Die Welt' recuerda que además del visto bueno heleno, el Parlamento germano también tiene que aceptar esta última propuesta. La partida continúa y las cartas se barajan por la noche.