En un documento divulgado este jueves, el Fondo también sugiere que una gama de políticas de redistribución «progresista» –tributarias y de gastos nacionales que se inclinen a favor de los pobres– reducirían la desigualdad y serían por tanto «favorables al crecimiento».
«Este es un fallo definitivo de que la desigualdad es mala para el crecimiento», dice Nicolas Mombrial, portavoz de Oxfam, «La evidencia del FMI es clara: las soluciones para combatir la desigualdad son invertir en salud y educación y adoptar impuestos progresistas. Las políticas de austeridad hacen lo opuesto, empeoran la desigualdad».
«Esperamos que esto signifique un cambio importante en las recomendaciones políticas que el FMI hace a los países», añade.
En el último medio siglo, el FMI, con sede en Washington, ha actuado como el «prestamista de último recurso» para las economías en crisis. A cambio de préstamos rápidos, la entidad multilateral suele imponer una serie de estrictas medidas de austeridad, destinadas a sanear las finanzas del país en cuestión.
Después de muchos años de protestas por estas condiciones, el FMI se ha decidido a hacer una exhaustiva evaluación de sus enfoques.
En noviembre, propuso una puesta a punto de los criterios que emplea para la reestructuración de deudas, aunque la presentación formal de esta propuesta se ha aplazado para junio.
«Aunque los principales puntos no son nuevos, el informe del FMI es significativo, porque sus consejos políticos siempre se han mantenido en el extremo más conservador, desde restringir medidas que aliviarían los peores impactos de las crisis en los más pobres hasta promover cambios retrógrados en los sistemas tributarios», nos dice el investigador Alex Cobham, de la oficina londinense del Centro para el Desarrollo Mundial, un grupo de expertos con sede en Washington.
«No obstante, no deberíamos esperar cambios enormes o inmediatos en las políticas del FMI. La situación en materia tributaria demuestra muy bien que el Fondo puede seguir promoviendo en los países principios que sus propias investigaciones han desacreditados», agrega.
Un asunto caliente
La nueva recomendación sobre desigualdad en los ingresos probablemente sea recibida con escepticismo en muchos lugares, aunque el FMI apoya plenamente estas conclusiones.
A pesar de que el documento que se dio a conocer el pasado jueves era de trabajo, ha tenido una gran difusión en Washington, donde lo presentó el segundo funcionario más importante del Fondo, David Lipton.
«Algunos pueden sorprenderse de que el Fondo esté participando en este debate sobre políticas redistributivas... (pero) un motivo para que lo discutamos hoy es que se está convirtiendo en un asunto caliente», dijo Lipton al dar a conocer el documento.
«El interés en la redistribución, tal como se refleja en encuestas públicas y en las discusiones con nuestros (países) miembros, es mayor que en el pasado. Nuestros miembros quieren explorar con nosotros la adopción eficiente de políticas distributivas», añadió.
El FMI se apresuró a señalar que el documento de trabajo, que se basa en una nota de investigación que se conoció en febrero, no es una serie de recomendaciones, sino más bien un consejo a sus 188 Estados miembros, puesto que es fundamental que todo mecanismo redistributivo tenga un diseño específico para cada país.
No obstante, las opciones «eficientes» que el documento pone a la consideración de países en desarrollo e industrializados son sorprendentes.
Incluyen imponer impuestos más altos a los ricos que a otros segmentos de la sociedad, así como subir los gravámenes a la propiedad, cuyo potencial es particularmente significativo en los países en desarrollo, según el FMI. También sugiere elevar la edad mínima para jubilarse y para acceder a otros mecanismos de ayuda para adultos mayores en los países de economías avanzadas.
«Nos complace que el FMI finalmente se ponga al día con lo que el movimiento sindical mundial viene diciendo desde hace años: que la desigualdad es la amenaza número uno de la recuperación económica», señaló en un comunicado Philip Jennings, secretario general del Sindicato Global UNI.
«La única manera de salir de esta crisis es un crecimiento económico inclusivo y sostenible, con un salario digno para todos», añadía.
Cobham cree que este documento del FMI puede servir de apoyo a los gobernantes que quieran hacer frente a la desigualdad y ser la base de un acuerdo mundial más amplio sobre el asunto.
«De hecho, marcará un momento importante para ampliar el consenso en que reducir la desigualdad de ingresos debe ser uno de los objetivos de la agenda post-2015 que sucederá a los Objetivos de Desarrollo de las Naciones Unidas para el Milenio», dijo.
El mayor riesgo
Media década después del inicio de la crisis económica mundial, la desigualdad se sitúa en la cima de las agendas mundiales.
En enero, el Foro Económico Mundial advirtió de que la creciente brecha entre ricos y pobres, creada por la globalización, constituye «el riesgo con más probabilidades de causar un impacto a escala mundial en la próxima década». Del mismo modo, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, declaró que la desigualdad de ingresos es «el desafío que define nuestro tiempo».
En buena medida, este interés obedece a que la concentración mundial de la riqueza que se registraba en las pasadas tres décadas ha empeorado en los últimos años, y actualmente llega a grados sin precedentes.
Según un análisis de Credit Suisse, apenas el uno por ciento de la población mundial es dueña de casi la mitad de la riqueza del mundo.
Según el documento del FMI, esta tendencia es particularmente pronunciada en Occidente, en especial en Estados Unidos. En los países en desarrollo, la desigualdad de ingresos viene creciendo en Oriente Medio y el Norte de África, aunque en los últimos tiempos empezó a reducirse en África subsahariana y, en particular, en América Latina.
Pese a este logro reciente, América Latina sigue ostentando la mayor desigualdad entre todas las regiones.
Mientras el FMI señala una variedad de gastos sociales para achicar estas brechas, Lipton advierte de que es necesario mejorar el diseño de esos gastos, porque se corre el riesgo de aumentar la desigualdad.
«La política fiscal ha desempeñado un papel importante en la reducción de la desigualdad en el pasado, y es la herramienta esencial para que los gobiernos (modifiquen) la distribución de ingresos», dice Lipton, y añade «Que estas políticas ayuden o perjudiquen al crecimiento, es cuestión de diseño».