Más de dos millones de personas, el equivalente a cuatro veces la población de Manchester o de Lyon, han tenido que huir de Siria. Más de la mitad de los refugiados son niños. Este triste récord representa una presión y un sacrifico para los países de acogida que ven amenazada su propia estabilidad en materia educación, sanidad y seguridad.
Turquía, Jordania, Líbano, Iraq... Los cientos de miles de personas que han salido precipitadamente de sus hogares en Siria durante los últimos meses (unas 5.000 personas cada día según la ONU), bajo el fuego de la guerra y sin apenas pertenencias, ven esos cuatro destinos – con sus respectivas crisis humanitarias - como su única esperanza.
Para Kristalina Georgieva, Comisaria Europea de Cooperación Internacional y Ayuda Humanitaria, la situación «en si misma es trágica y cruel porque la llegada de refugiados seguirá creciendo teniendo en cuenta la intensificación de la violencia, la brutalidad y los actos inhumanos».
«Siria se ha convertido en la mayor tragedia de este siglo. Es una catástrofe humanitaria vergonzosa, con sufrimiento y desplazados en una magnitud sin parangón en la historia más reciente», ha dicho el alto comisario de Naciones Unidas para los Refugiados, António Guterres.
Los propios vecinos de Siria han pedido ayuda. Este miércoles, el ministro de Asuntos Sociales libanés, Wael Abu Faur y los ministros de Relaciones Exteriores de Jordania, Turquía e Irak, junto al máximo responsable de ACNUR, se han reunido para firmar una declaración conjunta.
«Todas las acciones que generan flujos de refugiados deben cesar y es necesaria, urgentemente, una solución política que detenga este ciclo de horror», decían en el texto. ««No hay solución humanitaria a la crisis siria: hay necesidad de una solución política. No sabemos qué hacer, necesitamos ayuda», continuaba el mensaje de alarma.
Según ACNUR, unos 720.000 refugiados sirios viven en Líbano, 520.000 en Jordania, 464.000 en Turquía y 200.000 en Irak. Los altos representantes de los cuatro países vecinos de Siria confirmaron el miércoles que mantendrán las fronteras abiertas para los refugiados sirios por motivos humanitarios pero alertaron de que hace tiempo superaron su capacidad de acogida y no saben cuántos más podrán recibir.
«Nuestra posición es que no cerraremos las fronteras, pero lo que está pasando no sólo es muy alarmante y está siendo insoportable en términos de hospitales y escuelas, sino también para las comunidades, porque en algunas de ellas hay más sirios que libaneses», advirtió el representante libanés.
«Estos países necesitan una ayuda estructural, un apoyo masivo de la comunidad internacional y este apoyo todavía no está aquí, este apoyo les falta», ha reclamado Guterres.
Voluntad política y apoyo económico desiguales
La ONU ha pedido a la comunidad internacional unos 2.200 millones de euros para atender durante este año a los refugiados, de los que han recibido apenas el 30 %.
La respuesta solidaria traducida en dinero está siendo muy desigual y mientras las contribuciones financieras de Estados Unidos, Kuwait, la Unión Europea y Japón son, en ese orden, las más importantes, Rusia y China han donado 10 y 1 millón de dólares, respectivamente.
Por su parte Turquía ha gastado directamente 1.500 millones de dólares para cubrir las necesidades básicas de los refugiados sirios que ha acogido y Jordania unos 800 millones.
Desde el inicio del conflicto sirio en 2011, la UE ha destinado más de 500 millones de euros en ayuda humanitaria a Siria y a los países vecinos. Además, otros 328 millones se han puesto a su disposición a través de organismos europeos encargados de la educación, asistencia a comunidades de acogida, asociaciones locales... Y a este paquete de ayuda se añaden los cerca de 500 millones de euros que han aportado de forma particular los Estados miembros para contribuir entre otras cosas al cuidado de la salud, la alimentación, la vivienda, los kits de higiene, el abastecimiento de agua, saneamientos y protección de los refugiados.
«Las necesidades (ayuda médica y alimentos, vivienda) están aumentando en el país y la asistencia a los heridos y la evacuación es una prioridad», advertía la Comisaria europea de Cooperación Internacional en un comunicado esta misma semana. «Los civiles que huyen de los combates necesitan ayuda de emergencia y protección. Más allá de estas necesidades, la población civil está sufriendo la escasez de todo tipo, incluido el combustible», añadía Georgieva.
El viaje a ninguna parte
Cuatro millones de desplazados internos, dos millones de sirios fuera de su país, un millón de menores entre esos refugiados de los que la mayoría no tienen ni 11 años. Familias sin maletas, con lo puesto y un bidón de agua porque el camino a la frontera vecina, semidesértico y sin refugio, es eterno.
Este lunes, distintos grupos humanitarios denunciaban que más de 40.000 personas se había quedado bloqueadas en tierra de nadie, antes de llegar a la frontera con Jordania y amenazados por facciones del ejército sirio. Su destino era el campo de refugiados de Zaatari, en el que ya malviven, se calcula, más de 100.000 refugiados.
Familias enteras se agolpan bajo tiendas fabricadas con bolsas de plástico reciclado donadas por la ONU, les falta alimentos, agua y atención médica y, tras colapsar los hospitales de campaña, también colapsan los hospitales locales que ya tienen más ingresos sirios que jordanos.
En total, según cifras de la ONU, el conflicto sirio que empezó en 2011 ha desplazado de sus hogares a más de 6 millones de personas y ha dejado hasta ahora más de 100.000 muertos.