La OPEP «se engolosinó durante varios años con precios altos, de alrededor de 100 dólares por barril (de 159 litros). Si hubiese sabido mantenerlos alrededor de los 70 dólares, el petróleo de esquisto no habría entrado a competir con tanto vigor», observa el experto Elie Habalián, exgobernador de Venezuela ante la organización.
Al grupo de 12 miembros (Angola, Arabia Saudita, Argelia, Ecuador, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Iraq, Kuwait, Libia, Nigeria, Qatar y Venezuela) se le presenta una reducción de producción, que implicaría sacrificar mercados, durante la reunión ministerial de este jueves 27 en Viena, la número 166 desde que se fundó el 14 de septiembre de 1960.
Los precios del petróleo, que han subido desde 2003 hasta más de 140 dólares por barril en 2008, se desplomaron con la crisis financiera global que estalló ese año, pero en esta década se recuperaron y se han mantenido alrededor de los 100 dólares por unidad.
Mientras, en Estados Unidos comenzó a prosperar la explotación de petróleo y gas no convencionales, contenidos en los esquistos (rocas sedimentarias situadas a gran profundidad, conocidas como lutitas), que resultaban inalcanzables para la tecnología y los capitales disponibles a lo largo del siglo XX.
Habalián recuerda que desde la crisis y embargo petrolero árabe de 1973, «Occidente y Japón establecieron una estrategia para lograr una situación de mercado estable y bajo su control y no el de los países exportadores».
En esa estrategia no han faltado los sobresaltos, como que hace 40 años no se preveía que China, junto con India y otras potencias emergentes, resultasen ser economías de gran crecimiento con un consumo voraz de hidrocarburos, lo que aupó a los productores de crudo y gas.
Pero «con precios altos, mientras los exportadores financiaban campañas geopolíticas, como los conflictos en Medio Oriente o la influencia de Venezuela en América Latina bajo la presidencia de Hugo Chávez (1999-2013), las grandes corporaciones se dedicaron a invertir en tecnología y nuevas franjas de negocio», dice Habalián.
La emergencia de la explotación de los hidrocarburos de esquisto «no ha hecho más que adelantar resultados de esa estrategia permanente de Occidente. Ese petróleo llegó para quedarse, su precio bajará a medida que progrese la tecnología y de ese modo merma y le coloca un techo a la oferta de la OPEP», resume el experto.
La explotación de los esquistos se realiza mediante la fractura hidráulica (también conocida por el término inglés fracking), un procedimiento costoso, que requiere un precio alto del crudo para que sea rentable, y resulta ambientalmente cuestionable, porque acarrea gran consumo de agua y movimientos del subsuelo con consecuencias todavía por determinar.
El petróleo de esquisto ya es un gran actor en el mercado energético global, con una producción diaria de 3,5 millones de barriles, principalmente en Estados Unidos, que así podría convertirse en los últimos años de esta década en el primer productor mundial, con más de nueve millones de barriles diarios, por encima de Rusia y Arabia Saudita.
Arabia Saudita es desde hace décadas el mayor productor y de hecho el líder de la OPEP, pues a su extracción de casi 10 millones de barriles diarios agrega una capacidad de producción cerrada de casi dos millones de unidades, lo que le ha permitido aumentar o disminuir la oferta en los ciclos de escasez o abundancia de crudo en el mercado.
El mercado, de unos 91 millones de barriles de consumo diario y de los que la OPEP aporta un tercio, da señales de estar sobreabastecido con la oferta incrementada por el petróleo de esquisto, la frágil recuperación económica de Europa y la desaceleración de las economías emergentes, desde China hasta Brasil.
Los crudos son alrededor de un 30 por ciento más baratos que hace un año. El tipo Brent del Mar del Norte, referencia europea, se cotiza a 80 dólares el barril, frente a los 110 del cierre de 2013. El West Texas, marcador estadounidense, se transa a 75 dólares, y el petróleo venezolano a menos de 70 dólares, cuando llegó a venderse a más de 100.
Arabia Saudita «parece decidida a responder agresivamente en defensa de su cuota de mercado, incluso si eso significara precios más bajos por unos años», nos señala el especialista Kenneth Ramírez, docente de geopolítica y petróleo en la Universidad Central de Venezuela.
Los sauditas confrontarían así a Irán, su rival en el mundo islámico (y que, como Venezuela, Rusia o Nigeria, está urgido de los mayores ingresos posibles en el corto plazo) y desestimularían, con petróleo convencional barato, el desarrollo del gran rival en el horizonte, el esquisto.
Adicionalmente, según enfoques como los de Habalián y Ramírez, los precios bajos y un mercado con más crudo disponible «castigaría» a naciones como Siria y a su gran soporte, Rusia, confrontada con Occidente por el conflicto que tiene su eje en Ucrania.
En lo inmediato, la OPEP puede optar por la tesis saudita, de mantener el estatus quo y dejar que los precios del crudo desciendan a 70 dólares o algo menos el barril, apostando a que eso enlentezca el desarrollo del esquisto y a que haya una recuperación de las economías de Europa, China y otras naciones emergentes.
Venezuela ha tratado de promover otra opción, con una intensa gira de su canciller, Rafael Ramírez, por capitales petroleras, desde Ciudad de México a Moscú pasando por Teherán, pero sin tocar Riad. Sería la de recortar producción para apuntalar los precios, confiando en que la capacidad para extraer crudo de esquisto languidezca en pocos años.
Un componente que colabora con este fin, dice Habalián, es la presión de los movimientos ambientalistas, sobre todo en Estados Unidos y Canadá, que rechazan la explotación comercial del esquisto por su impacto en las fuentes de agua y por la inyección de químicos contaminantes que conlleva la hidrofractura, además de las alteraciones del subsuelo.
Una tercera salida, indica Ramírez, sería ratificar el techo grupal de producción de la OPEP, de 30 millones de barriles diarios, lo que sacaría del mercado una pequeña porción con la que actualmente se exceden los socios «y aunque impacte poco los precios, enviaría una señal de que la organización no está contra las cuerdas».
Pero en el medio y largo plazo, observa Habalián, frente a una OPEP asaeteada por sus urgencias políticas y presupuestarias se sigue apuntalando una nueva arquitectura energética coherente con la favorable estabilidad del mercado buscada por Occidente.