En Modrica, una niña de nueve años aparece desnuda y muerta, machacada dentro de una mezcladora de cemento. Desde el principio de la guerra no había electricidad en Modrica. La mezcladora tuvo que ser girada a mano.
¿Qué ocurre en la mente de los seres humanos durante la guerra?. ¿Cómo es posible que un oficinista, un profesor, un trabajador de la construcción, un empleado de banca, un empresario, un dependiente de comercio (nadie al parecer se encuentra a salvo), incluso un escritor como el ruso E. Komessarov, disparando a ciegas con un cañón antiaéreo, para entretenerse, sobre la ciudad de Sarajevo... se transformen en monstruos en los que ni ellos mismos se reconocerían en una situación de normalidad y lleven a cabo acciones como estas?.
El escritor bosnio Velibor Colic, soldado que terminó desertando en esa guerra y exiliándose en Francia después de huir de un campo de fútbol convertido en prisión, ha recopilado en «Los bosnios» (Periférica) una serie de horrores de los que fue testigo, y otros que le contaron, hasta configurar el mapa de un espanto cuya lectura horripila. Decidió desertar después de que un prisionero esposado con alambres de espino le rogó que extrajera del bolsillo de su chaqueta una fotografía de sus dos hijos para morir contemplándolos. Colic cometió la imprudencia de ver el dorso de la foto, en la que alguien había escrito con letra de niño: «papá vuelve».
Con una frialdad admirable, Velibor Colic cuenta cómo soldados de uno y otro bando cometen durante la guerra monstruosidades inimaginables. A veces cuesta creer que sea cierto todo lo que se describe en estas narraciones, cuesta creer que el hombre sea capaz de llegar hasta las más ignominiosas acciones aun teniendo en cuenta que se encuentra sometido a la presión de la violencia y a la continua amenaza de la muerte. Cuesta creer que un soldado tenga entre sus pertenencias un gancho triple que utiliza para sacar los ojos de sus prisioneros, que se destruya a cañonazos toda una iglesia para terminar con el francotirador que se escondía en su campanario, que cada día se cercene el dedo de un prisionero hasta que en el undécimo sea su cabeza la que caiga rodando... cuesta creer la celebración de orgías de violencia y rapiña que duraban días y noches enteras sobre aldeas indefensas.
El dolor, los dramas personales y familiares, la venganza, la violencia absurda ejercida desde un poder sin controles, dispara las más bajas pasiones de las personas hasta convertirlas en seres irreconocibles. Esta guerra de la que Velibor Colic relata sus horrores es, también, como otras, una guerra contra las personas, pero también contra la cultura. Y contra la historia. Contra la humanidad.
Estructurada en capítulos dedicados a musulmanes, serbios, croatas, ciudades y campos de concentración (aquellos en los que se violaba a las mujeres y se las obligaba a traer al mundo hijos a los que no tenían más remedio que abandonar), «Los bosnios», condensa en poco más de cien páginas las atrocidades de una guerra librada en la Europa desarrollada a las puertas del año 2000, de cuyas batallas los medios de comunicación daban buena cuenta diariamente pero de la que se ignoraba casi todo, en el laberinto de nacionalidades, reivindicaciones, diferencias étnicas y religiosas de un mundo en descomposición en el que a veces brilla un rayo de humanidad: el de un piloto que decide no ametrallar a los habitantes de un pueblo que celebraban la fiesta de su patrón.
«Los Bosnios» debiera ser una lectura obligada para quienes desde el poder tensan los hilos de la convivencia sin reflexionar sobre las consecuencias de que un día lleguen a romperse.
AUTOR. Velibor Colic
EDITORIAL. Periférica
120 Páginas.