El español en la UE, expansión y discriminación

La comunidad hispanohablante celebra el Día del Español con múltiples razones para la fiesta. En el mundo se habla cada vez más español y el idioma es la tarjeta de visita de las personas, las empresas, las instituciones y los Estados. En Europa, la pujanza latinoamericana contribuye a su difusión y estudio crecientes, pero en las instituciones de la UE, la política, la economía y lo práctico se imponen. El idioma español no entra en el juego.
Celebración del Día del Español
Celebración del Día del Español

500 millones de personas celebran el 18 de junio el día de su idioma, el español. Es la lengua oficial de 21 países, la segunda lengua más estudiada en el mundo (20 millones de alumnos) y la tercera más usada en Internet (casi 133 millones de usuarios), solo por detrás del inglés y el chino. Estadísticas que dan motivos para la celebración.

La directora del Instituto Cervantes, Carmen Caffarel, ha señalado el objetivo de celebrar este 18 de junio el Día E: «mostrar el vigor y el crecimiento de nuestro idioma común, la riqueza de los pueblos que lo mantienen vivo, la gran cultura que atesora y sigue brotando de él, el potencial que encierran las comunidades que lo hablan».

Pero lengua, economía y política van de la mano. Lo latinoamericano vende. La expansión e influencia del idioma español parece fuera de duda en Estados Unidos, donde el voto hispano ha pasado a ser decisivo. Las previsiones anuncian que en 2050 Estados Unidos será el primer país hispanohablante del mundo.

China vive un momento de boom del español, con 20.000 alumnos en el centro Cervantes de Pekín y un número de matrículas que se duplica cada curso. Se dice que el español ha pasado de ser una lengua casi desconocida allí a cursarse en más de sesenta universidades.

El español tiene fuerza también en los organismos internacionales. Es uno de seis idiomas oficiales de la ONU y lo es también en otras organizaciones políticas o económicas internacionales.

Menos influencia del español en la UE

En Europa, también la pujanza latinoamericana hace que el español se estudie cada vez más como lengua extranjera, aunque las estadísticas de la UE, de hace unos años, lo sitúan por detrás del inglés, francés y alemán. Su importancia creciente para los ciudadanos se demuestra, sin embargo, en el número de sedes del Instituto Cervantes. Se estima que, sin contar en España, en Europa lo hablan unos 30 millones de personas.

Sin embargo, la cosa cambia cuando se habla de las instituciones. En la Unión Europea el español es una de sus 23 lenguas oficiales, todas las que se hablan en los 27 países del grupo, pero la propia Comisión Europea reconoce que por razones de tiempo y presupuesto son relativamente pocos los documentos de trabajo que se traducen a todas las lenguas.

Según datos de 2008, el Parlamento Europeo tenía 264 intérpretes que suponen un gasto de 37,8 millones de. La Eurocámara cuenta además con 700 traductores de los textos legislativos y 2.500 intérpretes externos a los que recurre en situaciones de elevada demanda.

De modo que el inglés, como lingua franca; el francés, por tradición diplomática a la baja; y el alemán, por pujanza económica, mandan. La Comisión usa esos tres idiomas como lenguas de procedimiento y el Parlamento Europeo proporciona traducciones a diferentes lenguas según las necesidades de los diputados. Las abundantes notas de prensa que salen cada día de Bruselas muy mayoritariamente están escritas en esos tres idiomas exclusivamente.

No solo es una cuestión de honor o de presencia. En algunos casos, hay evidentes repercusiones políticas o económicas. La discriminación del resto de lenguas europeas obliga a los Estados y a sus ciudadanos a hacer esfuerzos añadidos para estar en el cónclave europeo.

El caso más conflictivo se presentó este año con la aprobación de la patente única europea, que salió adelante con la premisa de que, de nuevo, inglés, francés y alemán son los idiomas en que se podrán presentar propuestas desde los 27 Estados comunitarios. Aun estando de acuerdo en el fondo del proyecto, la cuestión lingüística hizo que España e Italia se descolgaran y la iniciativa se aprobó con la fórmula de cooperación reforzada. El Secretario de Estado para la UE, Diego López Garrido, rechazó el ninguneo del español porque «las empresas españolas, los innovadores y los patentadores se verán discriminados por razón de la lengua». España ha presentado un recurso ante el Tribunal de Justicia de la UE.

En el laberinto diplomático y político europeo, la presencia del español parece un caso perdido. Las acomodaticias instituciones comunitarias dicen promover la unidad en la diversidad, pero van a lo práctico. Corresponde a cada Estado hacer valer su influencia y ésta se deja notar también en su cultura, es decir, en su idioma. Mientras Francia hace bandera de la francofonía y se resiste por todos los medios a que su idioma deje de tener preponderancia en las relaciones internacionales, los sucesivos gobiernos españoles, desde la entrada en la UE, no han considerado especialmente la importancia del idioma como valor añadido a su estatus político, económico o cultural.