Del colonialismo al neocolonialismo
«Hay que reconocer que algo está cambiando», explica nada más empezar Donato Ndongo. Su discurso es franco y sosegado, algo irónico, pero elegante. En los últimos años, no se invitaba a intelectuales africanos para hablar de los temas que concernían a África. Se priorizaban los testimonios de expertos europeos o incluso simples viajeros que habían estado un par de semanas en África para entender lo que ocurría en aquellas lejanas tierras.
El escritor subraya este hecho antes de agradecer al Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) por el ciclo de literaturas en el que participa. La tendencia es evidentemente positiva. Son cada vez más los espacios dedicados a la literatura africana y a sus intelectuales pero todavía queda mucho por hacer y gran parte de esa lucha consiste en la valoración de la perspectiva africana en los asuntos históricos o sociales, en la denuncia de los Estados corruptos apoyados por Europa o la simple reivindicación de la dignidad africana. «El punto de vista es importante en las ciencias sociales ––argumenta el autor ecuatoguineano––. La historia no puede ser objetiva si no tomamos en cuenta las diversas percepciones». Así pues, el autor aboga por el diálogo y la necesidad de conceder un espacio a los africanos para que ellos discutan de sus propios asuntos. «Tenemos nuestros valores que también pueden servir de modelo para la humanidad», explica Ndongo.
Para entender el recorrido que han seguido la mayoría de los países africanos es preciso analizar el periodo previo a las independencias. La historia de esos jóvenes Estados africanos se estriba en un periodo doloroso. La colonización a la que fue sometido el continente negro tras la conferencia de Berlín en 1885 fue el equivalente a una esclavización en el propio suelo africano. Y a ese periodo trágico ha seguido otro en el que un entramado de corrupciones impide una plena soberanía de los Estados africanos. Ese entramado Donato Ndongo lo define como Neocolonialismo y se ilustra con las presiones que hicieron los franceses para eliminar el nacionalismo democrático naciente en el joven Camerún o cuando impusieron a Omar Bongo en Congo tras la muerte del presidente León M´ba en 1967. La historia está llena de injerencias europeas y no sólo francesas. Los belgas hicieron lo mismo al descartar a Lumumba y los británicos también al intervenir en la política de Uganda o Kenia.
La necesaria denuncia de la complicidad y la corrupción
Medio siglo después, constatamos que la independencia no ha traído ni la libertad ni el progreso. Según Donato Ndongo, podríamos incluso resumir la historia de cada país africano con la siguiente frase: «En cuanto un africano honesto intenta destacar, lo asesinan o lo apartan del poder de un modo o de otro». Así es como se condena el pueblo africano a la miseria, a la falta de educación y a la inmigración. El caso de Guinea Ecuatorial es el perfecto reflejo de este orden neocolonial que imposibilita la creación de un espacio libre y estable. El régimen de Teodoro Obiang, caracterizado por la sobreexplotación de su pueblo, goza de la abierta colaboración de Estados Unidos y la Unión Europea. Donato Ndongo, así como un gran número de intelectuales de su país, es una víctima de esta falta de libertades y de ese entramado de complicidades. Vive exiliado en España con la ilusión de que, algún día, las voces se alcen en contra del silencio y la colaboración destructiva.
«En África no existen conflictos tribales sino pugnas por los recursos nacionales perpetrados por los europeos que arman un bando u otro». Es una realidad que el autor se empeña en evidenciar. Más que la ayuda caritativa, el apoyo de las ONG o el apadrinamiento de niños, lo que hace falta es la denuncia de los corruptos y los corruptores. «Si aquí presionáis para que España deje de apoyar a Obiang, ya veréis como a los dos días el hombre [Obiang] hace sus maletas y se larga». Esta es una solución quizá más efectiva que la compasión y la caridad: la denuncia directa de las confabulaciones internacionales. Evidentemente, el panorama es desafiante pero, aún así, el autor se dice seguro de que los africanos saldrán victoriosos del neocolonialismo. Más de la mitad de los africanos son jóvenes que guardan la esperanza de una mejora, explica él y luego aclara, pero estamos en un mundo tan interdependiente que esto no se logrará sin la ayuda de los demás. «Necesitamos la complicidad de Occidente y la gente de bien del resto del mundo. Creemos firmemente que la utopía no ha muerto. Si actuamos todos en una dirección gozaremos de la libertad».