El Ébola viajó de Liberia a Nigeria. Lo padecía un liberiano que desconocía que incubaba el virus. Su muerte en un hospital de la capital nigeriana ha provocado el pánico en la ciudad más poblada de África, donde viven unos 21 millones de personas. Antes ya había llegado a Freetown, la capital de Sierra Leona. Allí las autoridades buscan sin descanso a una mujer que se encontraba en cuarentena. Su familia la sacó del hospital al conocer que había dado positivo. Ahora, alertan a la población del peligro que corren y de la facilidad de contagio de este virus, que mata al 90% de las personas que lo contraen.
Nadie está a salvo del contagio. Ni siquiera quienes lo combaten enfundados en trajes imposibles. El experto Umar Khan, de Sierra Leona, se ha infectado después de tratar a más de un centenar de personas. Las enfermeras que trabajaban con él han corrido la misma suerte. Todos están en cuarentena.
La falta de agua y saneamiento de muchas zonas son caldo de cultivo para la enfermedad, para la que no hay tratamiento ni vacuna.
Este brote de Ébola es ya el más mortífero que se conoce desde que se descubrió en 1976. Entonces mató a más de 200 personas en la República Democrática del Congo (antiguo Zaire). Ahora se extiende por Liberia, Sierra Leona y Guinea Conakry, y ya triplica esa cifra.
Hábitos que propagan el virus
Las costumbres de gran parte de la población africana cuando muere un ser querido ayudan a la propagación del virus, ya que se transmite por el contacto directo con enfermos. Un riesgo que, según las organizaciones humanitarias, no se puede correr.
No solo hay que luchar contra algunos de sus ritos, en muchas regiones y tribus africanas «creen que el virus lo han traído los extranjeros», explica un portavoz de la Organización Mundial de la Salud, y añade que «el miedo y la vergüenza hacen muy difícil erradicarlo». La Unión Europea también ha destinado 2 millones de euros.
Las organizaciones humanitarias exigen más compromiso a los políticos y jefes tribales para que se compremetan y eviten que la población se esconda cuando aparecen los primeros síntomas. Es sólo en ese momento cuando se puede luchar contra la enfermedad.
Finda fue al médico... Poco tiempo después puede celebrar estar curada. Tuvo suerte porque es una de las pocas supervivientes de esta enfermedad, que según la OMS ya se ha cobrado más de 600 vidas, entre ellas la de su marido.
Cinco meses después del primer caso de este último brote, el miedo y la psicosis se están apoderando de la población. En Liberia, el ministerio de Sanidad ha tenido que llamar la atención a varios centros hospitalarios que se habían negado a atender a pacientes con síntomas del virus.
Según Médicos sin Fronteras, educar y prevenir son fundamentales para detener al virus, al que se puede sobrevivir... siempre que se detecte a tiempo.