Se consiguió reducir a la mitad el número de personas indigentes bastante antes del plazo previsto, de 2015, con respecto a las cifras de 1990. Pero un análisis exhaustivo revela que los avances han sido desiguales en y entre las regiones y los países, pues el rápido desarrollo de China representa gran parte de la reducción de la pobreza mundial.
Los avances en la mayoría de los otros ODM han sido más limitados. Un crecimiento más lento durante más de media década, mayor desigualdad económica en muchos países y una menor inversión social pública han mermado los logros, a pesar del crecimiento registrado en la media de ingresos.
Avances, sí, pero por debajo de lo esperado
Según el Banco Mundial, la pobreza global teniendo en cuenta el poder adquisitivo de 1,25 dólares por día cayó en 2010 a menos de la mitad de la de 1990.
El número de personas que viven en extrema pobreza ha disminuido de 1.900 millones, en 1990, a 836 millones, este año. Tanto el número de personas pobres, como la proporción de ellas, se han reducido en todas las regiones, incluso en África subsahariana, donde se registra la mayor tasa de pobreza.
Mientras, la tasa de hambre o la prevalencia de personas subalimentadas (con una ingesta energética inadecuada) disminuyó menos de la mitad, del 23,3 por ciento, en 1991, al 12,9 por ciento, en 2014.
Estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) indican que 780 millones de personas pasaron hambre en los países en desarrollo en 2014, por debajo de los 991 millones registrados en 1991. Pero no se llegó al ambicioso objetivo de la Cumbre Mundial de la Alimentación, organizada en 1996 por la ONU, de reducir a la mitad el número de personas que pasan hambre para 2015.
Paralelamente, el retraso en el crecimiento infantil, una medida de la malnutrición y sus consecuencias a largo plazo, ha sido aún más modesto. La mayoría de las zonas hn registrado avances desiguales, pero en África subsahariana, de hecho, el número de niñas y niños con retraso en el crecimiento aumentó un tercio entre 1990 y 2013.
Como la pobreza se definió originalmente por el ingreso necesario para cubrir las necesidades básicas, que incluye a los alimentos, es difícil comprender cómo los ingresos pueden aumentar al grado de reducir la pobreza a más de la mitad, mientras que el impacto sobre la nutrición es mucho menor.
Algo similar pasó con el desempleo. La proporción de trabajadores no remunerados en las familias y los autónomos en la fuerza laboral de los países en desarrollo disminuyó al 45 por ciento, en 2015, respecto del 55 por ciento, en 1991.
Sin embargo, las personas en esa categoría aumentaron casi en 200 millones desde ese año. Mientras, casi la mitad de los empleados del mundo trabajan en condiciones vulnerables; y las mujeres y los jóvenes tienen mayores probabilidades de ocupar puestos inseguros y mal remunerados.
Avances desiguales
Desde 1990, 2.100 millones de personas más accedieron a mejores condiciones de saneamiento. Pero la proporción de las que defecan al aire libre está muy por debajo de la meta de reducir el 75 por ciento las personas en esa situación, lo que pone en riesgo la salud y la alimentación de muchas más, en especial de niñas y niños.
La meta de reducir a la mitad la población sin acceso a agua potable se alcanzó en 2010; las personas con fuentes mejoradas aumentaron del 76 por ciento, en 1990, al 91 por ciento, en 2015.
La proporción de personas en asentamientos precarios disminuyó del 46 por ciento, en 2000, al 30 por ciento en 2014, pero el número de quienes viven en esas condiciones aumentó más del 25 por ciento, de 689 millones, en 1990, a 881 millones el año pasado.
La mortalidad materna ha disminuido casi a la mitad desde 1990, pero está por debajo de la meta de reducirla en un 75 por ciento. Solo la mitad de los países cuentan con datos sobre las causas de los fallecimientos de mujeres relacionados con el embarazo, el parto y el posparto.
Más del 71 por ciento de los nacimientos registrados en el mundo en 2014 contaron con atención de personal médico cualificado, por encima del 59 por ciento registrado en 1990. En los países en desarrollo, solo el 56 por ciento de los nacimientos rurales contaron con la asistencia de profesionales capacitados, muy poco comparado con la proporción del 87 por ciento en contextos urbanos.
A escala mundial, la mortalidad infantil disminuyó más de la mitad, de 90 a 43 cada 1.000 nacidos vivos entre 1990 y 2015. Sin embargo, unos 16.000 menores de cinco años han seguido muriendo a diario este año, la mayoría por causas evitables.
La prevención, el diagnóstico y el tratamiento de la tuberculosis han permitido salvar unos 37 millones de vidas entre 2000 y 2013. El aumento de intervenciones ha impedido 6,2 millones de muertes por malaria (paludismo) entre 2000 y 2015, en especial de menores de cinco años en África subsahariana.
Las nuevas infecciones con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) disminuyeron el 40 por ciento entre 2000 y 2013, de alrededor de 3,5 millones a 2,1 millones de personas. A mediados de 2014, 13,6 millones de personas con VIH recibían antirretrovirales en todo el mundo, muy por encima de las 800.000 registradas en 2003.
La proporción de analfabetos de entre 15 y 24 años aumentó en todo el mundo del 83 por ciento al 91 por ciento entre 1990 y 2015. La matrícula en la enseñanza primaria en los países en desarrollo llegó al 91 por ciento en 2015, por encima del 83 por ciento en 2000. Hay muchos más menores escolarizados, reduciéndose rápidamente la diferencia entre niñas y niños.
Los escolares no institucionalizados han disminuido a menos de la mitad en todo el mundo, de 100 millones, en 2000, a 57 millones en 2015. Mientras, el número de niñas y niños en la escuela primaria en África subsahariana aumentó más del doble entre 1990 y 2012, de 62 millones a 149 millones.
En los países en desarrollo, las niñas y los niños de los hogares más pobres tienen cuatro veces más probabilidades de no concurrir a la escuela, que los más ricos. Con respecto a la supervivencia y a otros asuntos, el logro de mayores avances requerirá una reducción concertada de las desigualdades socioeconómicas.
De aquí en adelante
Como faltan cinco meses para que venza el plazo para alcanzar los ocho ODM, hay metas que todavía pueden concretarse. Pero se necesitará hacer mucho más para alcanzar los objetivos de nutrición, salud pública, saneamiento, igualdad de género, infraestructura, sostenibilidad de recursos, así como la mitigación y la adaptación al cambio climático.
Desde la conferencia de Río+20, en junio de 2012, comenzó a tomar forma una nueva agenda para definir nuevos objetivos y nuevas metas para después de 2015. Este enfoque da mayor importancia a cuestiones de sostenibilidad ambiental y escasez de recursos.
A mediados de 2014, se acordaron 17 objetivos y 169 metas
Pero como lo prueba la Conferencia sobre Financiación para el Desarrollo, realizada este mes en Addis Abeba, es muy difícil lograr avances significativos en los «medios de implementación» para concretar los objetivos.