«Esto realmente cambia el rumbo del debate» sobre cuándo y cuánto carbono se liberará a medida que el permafrost se derrita debido a temperaturas aún más altas en el Ártico, plantea la investigadora Rose Cory, de la Universidad de Carolina del Norte.
Hay 13 millones de kilómetros cuadrados de permafrost en Alaska, Canadá, Siberia y partes de Europa. Un estudio de 2011 estima que el recalentamiento planetario podría liberar suficiente carbono del permafrost para elevar en tres grados la temperatura del globo además del producido por las emisiones humanas derivadas del petróleo, el gas y el carbón.
Las emisiones humanas están causando un recalentamiento que se dirige a los cuatro grados, ha avisado esta semana la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Se requiere una rápida «descarbonización del suministro eléctrico» para evitar ese futuro, señala la entidad al divulgar un nuevo libro titulado «Electricity in a Climate-Constrained World» (La electricidad en un mundo climáticamente limitado).
Según el libro «Las soluciones son bien conocidas: una mayor eficiencia energética, más investigación y desarrollo de la producción de energía de bajo carbono, y ponerle un precio realista al carbono». Las proyecciones de la AIE no incluyen las emisiones de carbono del permafrost. Los modelos climáticos tampoco, dice Cory. Y nadie ha tomado en cuenta el reciente descubrimiento de que la luz del sol acelera la conversión de carbono antiguo en dióxido de carbono. «En este momento estamos intentando ahondar en este hallazgo para obtener una estimación de cuánto carbono más podría liberarse», explica.
Cory y sus colegas han estudiado lugares del Ártico en Alaska donde el permafrost se está derritiendo y haciendo colapsar la superficie de tierra que lo recubre, formando hoyos erosionales y deslizamientos de tierra, y exponiendo a la luz del sol suelos enterrados desde hace mucho tiempo. Concluyen que la luz solar aumenta por lo menos en un 40 por ciento la conversión bacterial del carbono del suelo expuesto en dióxido de carbono, en comparación con el carbono que permanece en la oscuridad.
El equipo publica sus hallazgos en un artículo publicado el 11 de febrero en la versión de Internet de la revista estadounidense Proceedings of the National Academy of Sciences «Esto significa que el carbono del permafrost es potencialmente un enorme factor que ayudará a determinar cuán rápidamente se calienta la Tierra», dice el coautor del informe George Kling, de la Universidad de Michigan. «No podemos decir a qué velocidad este carbono del Ártico retroalimentará el ciclo global del carbono y acelerará el calentamiento climático sobre la Tierra, (pero) el hecho de que estará expuesto a la luz significa que ocurrirá más rápido de lo que pensábamos», señala Kling en un comunicado.
Una vez que el Ártico se caliente lo suficiente, las emisiones de carbono y metano derivadas del derretimiento del permafrost iniciarán una retroalimentación que amplificará el actual ritmo del calentamiento, había dicho ya el científico Kevin Schaefer, del Centro Nacional de Datos sobre Nieve y Hielo (NSIDC, por sus siglas en inglés) de Boulder, en el central estado estadounidense de Colorado.
No hay estimaciones precisas sobre las emisiones de metano, un gas cuyo efecto invernadero es 40 veces más potente que el del dióxido de carbono. El metano puede tener un gran impacto sobre las temperaturas a corto plazo, dijo Schaefer. En 2011, su investigación mostró que faltaban apenas entre 15 y 20 años para que el permafrost llegara a su «punto de inflexión». A la luz del descubrimiento de Cory, ahora esto tendrá que ser revisado. La única pregunta es cuánto se adelantará.
Hay que prepararse para un mundo cinco grados más caliente, dice Robert Watson, expresidente del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). Al hablar este martes ante los presentes en un simposio en Londres, Watson, director científico del Centro Tyndall para la Investigación sobre el Cambio Climático, dijo que el mundo ha perdido su oportunidad de permaecer por debajo de los dos grados. «Todas las evidencias, en mi opinión, sugieren que vamos rumbo a un mundo (con un recalentamiento de) entre tres y cinco grados», señaló Watson en el simposio.
Cuando fue presidente del IPCC, entre 1997 y 2002, existía gran optimismo en cuanto a que habría un acuerdo mundial para limitar las emisiones contaminantes. «Esperábamos que las emisiones no aumentaran al ritmo tremendo en que lo están haciendo ahora», dijo al servicio británico de noticias Climate News Network.
Ahora, «todas las promesas del mundo, que en cualquier caso es improbable que cumplamos, no nos darán un mundo con un (recalentamiento) de apenas dos grados».