«He trabajado en el norte durante 21 años, y la escala y la velocidad del cambio que se produce allí es asombrosa», dijo Douglas Clark, de la Universidad canadiense de Saskatchewan. «Estos cambios, tomados en su totalidad y reflejados en nuestro informe, me impiden dormir por las noches», nos dice.
Cambios rápidos e incluso abruptos ocurren en múltiples frentes del Ártico, según el Arctic Resilience Report (ARR, o Informe de Resiliencia del Ártico) .
Y lo que ocurre en el Ártico no se queda allí.
«Este es el primer informe internacional en decirle al mundo que se ajuste el cinturón de seguridad: estamos en una montaña rusa salvaje y no sabemos qué vendrá», dice Clark.
El ARR significa un esfuerzo de dos años de colaboración entre expertos de los países nórdicos, más Rusia, Canadá y Estados Unidos, e incluye perspectivas indígenas. Se trata de una sofisticada evaluación de cómo interactúan los cambios en el clima, los ecosistemas, la economía y la sociedad.
El informe ha sido divulgado este miércoles 16 en la Reunión Ministerial del Consejo del Ártico en Kiruna, Suecia. «Lo que ocurre en el Ártico tiene profundas implicaciones para todas las partes del mundo», dice Sarah Cornell, autora principal del estudio.
El recalentamiento planetario no solo está derritiendo la nieve y el hielo. También está calentando el océano Ártico y las tierras que lo rodean. Las estaciones están cambiando, el permafrost se está fundiendo, hay invasión de nuevas especies y las autóctonas se esfuerzan por sobrevivir, los lagos están desapareciendo y los ríos son redirigidos por el paisaje que se derrite, documenta el informe.
Algunos ecosistemas del Ártico atraviesan modificaciones catastróficas, algunos de los cuales son de gran escala e irreversibles, dice la científica Cornell, del Centro de Resiliencia de Estocolmo. Aunque para muchas personas el Ártico está tan lejos como la luna, está íntimamente interconectado con el resto del mundo.
El estado del tiempo está pautado ampliamente por las frías regiones ártica y antártica, equilibrado por los trópicos calientes.
Pero el Ártico se está derritiendo rápidamente. El pasado verano, el hielo marino se redujo a la mitad de lo que era hace menos de 30 años y sigue un declive acelerado. «Esto tiene y tendrá consecuencias espectaculares para el resto del mundo. No las conocemos todas», dice Cornell.
En el Ártico viven culturas y especies que no se hallan en ninguna otra parte y que tampoco pueden trasladarse más al norte para escapar del aumento de las temperaturas. Deben hacer un real esfuerzo por sobrevivir, dice Tero Mustonen, presidente de la Cooperativa Snowchange, una red de culturas indígenas de todo el mundo.
«El Ártico está atravesando cambios fundamentales. Los alces están apareciendo por primera vez en la tundra, junto con nuevos insectos, plantas e incluso árboles», nos dice Mustonen desde su casa en el norte de Finlandia.
Mustonen, coautor del ARR, trabaja con comunidades chukchi de pastores de renos del nororiente de Siberia que han deambulado por esas tierras apartadas durante varios siglos.
Como muchas comunidades indígenas que viven en la tierra, poseen una profunda conexión ecológica, cultural y espiritual con su paisaje. Y ese paisaje está cambiando tanto que a veces no reconocen su propio hogar, señala. «Los chukchi no comparten fácilmente sus pensamientos. Pero los ancianos tienen un mensaje claro y poderoso que transmitir al mundo: 'La naturaleza ya no confía en los seres humanos'».
Sin embargo, las ocho naciones del Consejo del Ártico se han centrado principalmente en futuras oportunidades de transporte marítimo, acceso al petróleo, gas y recursos minerales, y geopolítica. A China, Japón, India, Corea del Sur, Singapur e Italia les han concedido el estatus de observadores, mientras que Canadá bloqueó la postulación de la Unión Europea.
El Consejo es el principal foro internacioal sobre asuntos del norte, y en los próximos dos años estará liderado por Canadá, que ha dicho que se centrará en el desarrollo económico.
Según algunas estimaciones, la región puede tener un 13 por ciento del petróleo aún no descubierto del mundo, así como el 30 por ciento de los depósitos no descubiertos de gas, y vastas cantidades de recursos minerales.
Las muy elogiadas investigaciones científicas del Consejo ahora se centrarán en cómo desarrollar los recursos del norte para beneficio de los habitantes de esa parte del mundo. En los últimos tiempos, Canadá ha sido objeto de críticas por redirigir sus propias investigaciones científicas para apoyar a las empresas y a la industria.
El secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, representó a su país en el Consejo del Ártico, manifestando así el renovado interés por la zona de Washington, que también ha divulgado su nueva Estrategia Nacional para la Región del Ártico.
Aunque reconoce los impactos profundos del recalentamiento planetario sobre la región y sobre la población originaria, la Estrategia sostiene que la zona ayudará a cubrir las necesidades energéticas de Estados Unidos en el futuro.
En la reunión, los miembros han adoptado un acuerdo sobre preparación para la contaminación marina con petróleo. Algunas organizaciones indígenas y ambientalistas urgieron al Consejo a imponer una moratoria a las perforaciones en busca de crudo en el Ártico, dadas las peligrosas condiciones y las dificultades que implican las tareas de limpieza.
Según Greenpeace Internacional, ese acuerdo no ofrece ningún estándar mínimo, específico y práctico, ni tampoco contiene disposiciones para que las empresas se hagan responsables de todos los costes y daños que causen.
«Aquí hubo dos conferencias: una que advirtió sobre los peligros del cambio climático y la rápida industrialización en esta frágil región, y otra, a la que asistieron ministros de Relaciones Exteriores, que prácticamente no han tomado medidas concretas para abordarlos», dice Ruth Davis, asesora de políticas de Greenpeace Internacional.
Los pueblos del Ártico no se oponen necesariamente al desarrollo económico, pero quieren controlar lo que ocurra. Sin embargo, las naciones árticas y las comunidades locales están en etapas muy diferentes. En Finlandia y Rusia, los pueblos originarios no tienen derechos oficiales sobre la tierra o el agua, a diferencia de Canadá o Alaska, dice Mustonen.
Según él, «los derechos y las culturas de los pueblos indígenas en estas regiones tienen que tomarse en serio a fin de integrar su necesidades en cualquier forma de desarrollo».