Para recibir al barco, se han habilitado dársenas y hangares especiales en los que empezará a desmantelarse mañana. Una gran operación que costará 100 millones de euros, trabajarán unas 2.000 personas que tardarán unos 2 años en desguazarlo. Durante los próximos cuatro meses retirarán todo tipo de mobiliario que no sea metálico y luego será convertido en un enorme amasijo de hierros.
Sus 290 metros de eslora, han permanecido recostado en su costa durante dos años y medio, en los que se ha convertido en una pesadilla para Costa Cruceros. Un día después de su hundimiento, fue detenido el capitán del barco, y se iniciaron procesos judiciales contra él y la compañía en varios países. A finales de enero la empresa llegó a un acuerdo con una asociación de pasajeros para indemnizar a los afectados con 11.000 euros por persona.
El Costa Concordia era una joya hasta que encalló en Gilio. Como un símil del Titanic, era una auténica ciudad flotante. Tenía una capacidad para 1.000 trabajadores y 3.780 pasajeros, que se repartían en 1.500 cabinas, 500 de ellas con balcones privados y 70 suites de lujo. Cinco restaurantes, tres de ellos exclusivos, los viajeros podían escoger entre trece bares temáticos, sus cinco jacuzzis, cuatro piscinas, varias pistas multideportivas y un spa de 6.000 m2. Otros espacios de ocio eran la biblioteca, una decena de tiendas y teatro. Un lujo que empezó con mal pie. El día de su bautismo en 2006, la botella de champán no se rompió.