Según un informe del Programa Conjunto de Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (Onusida), se calcula que 270.000 personas vivían con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) causante del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) en la región de Oriente Medio y el Norte de África en 2012.
«Es cierto que la región árabe tiene una baja prevalencia de la infección, sin embargo, la epidemia tiene el crecimiento más rápido en el mundo», advierte la doctora Khadija Moalla, una consultora independiente sobre derechos humanos, género, sociedad civil y VIH/sida.
Onusida calcula que en 2012 se registraron 31.000 casos nuevos de VIH y 16.500 muertes derivadas del sida. «Las infecciones crecieron un 74 por ciento entre 2001 y 2012, mientras que las muertes relacionadas con el sida casi se triplicaron», indica Matta Matta, destacado infectólogo del libanés Hospital Bellevue.
Sin embargo, Moalla y Matta explican que las cifras pueden conducir a engaño dado los pocos datos existentes y la ausencia de investigaciones sistemáticas y precisas. Con la excepción de Somalia y Yibuti, la epidemia se concentra generalmente en poblaciones vulnerables con mayor riesgo, como los hombres que tienen sexo con hombres (HSH), los y las trabajadoras sexuales y los consumidores de drogas inyectables.
En Libia, por ejemplo, el 90 por ciento de los usuarios de drogas inyectables también tienen el VIH, señala Matta. Por otra parte, la mayoría de los países árabes no tienen programas que permitan el intercambio de jeringuillas, explica Moalla.
El marco jurídico que penaliza este tipo de actividades en la mayoría de los países árabes dificulta el acceso a los grupos específicos.
Con la excepción de Túnez, que reconoce el trabajo sexual, la ley no protege a las trabajadoras sexuales que operan clandestinamente en otros países y, por lo tanto, no pueden obligar a sus clientes a usar protección, lo cual ayuda a propagar la enfermedad.
La falta de información, la ausencia de pruebas voluntarias y de educación sexual, los tabúes sociales, así como la pobreza, son algunos de los factores que impulsan el VIH en la región.
«Los gobiernos y las sociedades árabes niegan la epidemia, y la ausencia de pruebas voluntarias significa que por cada persona infectada tenemos otras diez que no conocemos», explica Moalla.
Las personas que viven con el VIH o que están en riesgo sufren discriminación y estigmatización. «A más de la mitad de las personas que viven con el VIH en Egipto se les niega el tratamiento en centros de salud», explica Matta.
Los problemas de seguridad imperantes en la región agravan este sombrío panorama, ya que no solo complican los programas de prevención, sino que también limitan el acceso al tratamiento y generan desplazamientos y pérdida de seguimiento de cada caso, según el informe de ONUSIDA.
Por ejemplo, la guerra en Iraq, que comenzó en 2003, destruyó la mayor parte de los programas e instalaciones del país en el marco del Programa Nacional del Sida. Asimismo, el Centro Nacional contra el Sida, de Libia, fue destruido por un incendio, según Moalla.
Además, en algunos países los conflictos armados han aumentado significativamente la vulnerabilidad de las mujeres. En 2012, por ejemplo, solo el ocho por ciento del número estimado de mujeres embarazadas que vivían con el VIH en la región recibió un tratamiento adecuado para prevenir la transmisión de madre a hijo, según el informe de Onusida.
Mientras tanto, unos pocos gobiernos tienen políticas eficaces de combate a la epidemia, aunque hay indicios de que organizaciones no gubernamentales comienzan a abordar el problema con las personas que viven con VIH para brindarles apoyo.
El esfuerzo de «los países del norte de África y de Líbano en general es mejor que otros, mientras que el de los países del Golfo es el peor», destaca Moalla. Menos del 20 por ciento de las personas que viven con el VIH reciben los medicamentos que necesitan en la región árabe, añade.
Aunque se han hecho algunos esfuerzos con el Programa Regional de VIH, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, que es pionero en la reforma jurídica de varios países, y con la redacción de una convención árabe sobre la protección de los derechos de las personas que viven con el VIH, en colaboración con la Liga de los Estados Árabes, no son suficientes.
«La actitud de superioridad moral que asume el mundo árabe ante el tema del VIH no es una barrera para la epidemia», dice Matta. «Los gobiernos de la región deben encarar este problema que crece y que agrava la inestabilidad general», concluye.