El conflicto en Libia entre las fuerzas del dictador Muammar el Gadafi y los rebeldes sublevados con el fin de hacerse con el poder de este territorio del norte de África corre peligro de enquistarse. La oleada de violencia que está sufriendo la población civil se ha convertido en una prioridad para la seguridad internacional y ha vuelto a poner en jaque a la Defensa Europea, de la que muchos dudan de su eficacia y de no proseguir con las buenas intenciones por las que fue creada. La intervención en Libia ha puesto de manifiesto las diferencias entre los socios comunitarios.
Con el Tratado de Maastricht de 1992, acuciados por el surgimiento de un nuevo orden poscomunista y del aumento del terrorismo internacional, se formalizó el principio de una Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) para que los estados miembros actuaran como un ente cohesionado y formal en el escenario mundial. Pese a la necesidad de coordinar sus actuaciones en materia de defensa y política exterior, éste ha sido un objetivo nada fácil de alcanzar. En 1970 se dio un primer paso con la denominada Cooperación Política Europea, en la que los países miembros intentaban coordinar posiciones sobre los temas de política exterior ante las Naciones Unidas y otros organismos internacionales. Una tarea ardua pues las decisiones debían adoptarse por unanimidad.
Finalmente, la Unión Europea consiguió sacar adelante una Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) basada en el poder blando, es decir, el recurso a la diplomacia —complementada con medidas comerciales, de ayuda y fuerzas de paz— para solucionar los conflictos y procurar el entendimiento a escala internacional. En ella la autoridad fundamental sigue correspondiendo a los Gobiernos de la UE, aunque también intervienen la Comisión Europea y, en menor medida, el Parlamento Europeo. Pese a ello las decisiones fundamentales se deben tomar por unanimidad en decisiones con consecuencias militares o de defensa.
El Tratado de Lisboa da la pauta para instaurar de forma progresiva una defensa europea común. Los Estados miembros pueden participar en misiones militares o humanitarias, y quedan vinculados por una cláusula de solidaridad en materia de defensa europea. Formalmente, disponen de más medios para cooperar en la Agencia Europea de Defensa, pero son los Estados los que ponen la financiación y los medios operativos de las misiones.
Primeras actuaciones: Balcanes, África y Oriente Medio
Los conflictos regionales sufridos dentro y fuera de Europa en los años 90 y la lucha contra el terrorismo convencieron a los líderes de la UE para establecer instrumentos formales de diplomacia e intervención.
Las primeras misiones militares europeas se desarrollaron en los Balcanes. La UE asumió el mando de la fuerza militar de estabilización en Bosnia y Herzegovina en 2005 y posteriormente se realizaron otras misiones a corto plazo en África, Asia y Oriente Medio. Más tarde, en mayo de 2007 la UE inició una misión policial de tres años en Afganistán, a principios de 2008 estacionó un contingente de más de 3.000 militares en zonas fronterizas entre el Chad y la República Centroafricana, con el fin de proteger a los refugiados a causa de los enfrentamientos en la región vecina de Darfur (Sudán) y en diciembre de 2008 se puso en marcha en Somalia la primera operación marítima de la UE. Su misión era la de proteger de los piratas a los barcos, especialmente cuando transportan ayuda alimentaria a ese país.
La UE ha enviado misiones de mantenimiento de la paz a diversas zonas en conflicto del mundo. En agosto de 2008 impulsó el alto el fuego que puso fin a las hostilidades entre Georgia y Rusia y envió observadores para supervisar la situación. Además, prestó ayuda humanitaria a los refugiados del conflicto y organizó una conferencia internacional de donantes para Georgia. Además actualmente la Unión también desempeña un papel destacado en los Balcanes y financia proyectos de asistencia en siete países de la región, con los que contribuye a la construcción de sociedades más estables. Como por ejemplo en Kosovo donde la UE desplegó en diciembre de 2008 una misión civil formada por 1900 personas (policías, jueces y fiscales principalmente) para colaborar en el mantenimiento del orden público.
El caso de Libia
El método de actuación en Libia ha supuesto una amalgama de intereses y puntos de vista de los diferentes estados miembros. Por un lado, Alemana e Italia, temerosa de una recepción en masa de libios en sus costas tal y como ha ocurrido en la isla Lampedusa, han dado la espalda a sus aliados europeos que han obtenido en Estados Unidos el mayor apoyo para liderar los ataques contra el régimen libio y lograr así la deslegitimidad del gobierno libio, la salida del poder de su líder y con la OTAN como máximo responsable de la operación militar. Otros países, como Luxemburgo y Finlandia, defendieron la unidad de la UE contra el Gobierno de Muammar El Gaddafi y rechazaron divisiones entre los europeos en temas de Defensa; y otros, como Irlanda, también apoyaron la propuesta pero destacaron la neutralidad militar de su país.
Los analistas han apuntado a los diferentes intereses de los países miembros a la hora de apoyar o no la decisión de la UE con el objetivo común del derrocamiento del actual gobierno en Libia y que explicaría la falta de coordinación y unanimidad en Defensa Europea en este caso. Europa se encuentra ligada al norte de África por razones históricas (colonialismo) económicas (intereses petroleros, turísticos, comerciales) geográficas (cercanía) y sobre todo, demográficas (migraciones). Pese a la responsabilidad de la UE ante estas pretensiones democráticas y legitimas de pueblos que, como el libio, están transformando el escenario político y social del mundo árabe y musulmán, muchas voces apuntan a las antiguas relaciones serviciales con Gadafi de ciertas naciones europeas, sobre todo en el tema del petróleo, aún sabiendo la falta de democracia y el elevado número de prisioneros políticos en las cárceles de Libia.
Otras apuntan a una falta de acuerdos con la Unión Africana y la Liga Árabe para tratar el tema, aunque ésta última apenas ofrece asesoramiento a la UE ya que en ella se agrupan diferentes dictaduras, jeques del petróleo y radicales islamistas. Por otro lado el respaldo de la ONU pasa por el Consejo de Seguridad donde se encuentran Rusia y China, cuyos gobiernos ven con recelo el apoyar los movimientos democráticos del mundo, ya que cualquier acuerdo antidictatorial puede volverse en su contra. En definitiva, una falta de coordinación europea en temas de Defensa donde muchos ven en ella intereses nacionales individuales y no europeos en común.