«Dos mil millones de personas ya sufren de bajos niveles de zinc y hierro. Es una carga enorme para la salud mundial», expresa Samuel Myers, de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Harvard y uno de los autores del estudio «El incremento del CO2 amenaza la nutrición humana», publicado en la la revista científica Nature este miércoles.
Las deficiencias de zinc y hierro tienen una amplia gama de repercusiones en la salud humana, como el aumento de la vulnerabilidad ante las enfermedades infecciosas, anemia, niveles más altos de mortalidad materna y merma del coeficiente intelectual.
Más de 2.400 millones de personas reciben estos nutrientes clave a través del consumo de arroz, trigo, maíz, soja, guisantes forrajeros y sorgo, nos explica Myers.
El científico y sus colegas de Harvard han evaluado los datos obtenidos de 143 cultivos experimentales con niveles de CO2 un 100 por cien superiores al promedio preindustrial, ya que al ritmo actual de las emisiones industriales el CO2 de la atmósfera se duplicará para el año 2060.
El trigo cultivado en esas condiciones tiene un 9,3 por ciento menos de zinc y un 5,1 por ciento menos de hierro que las plantas con la concentración actual de CO2.
«Encontramos efectos significativos de CO2 alto para todos estos cultivos, pero algunas variedades de semillas han dado mejores resultados que otras», indica Myers.
El contenido nutricional de muchos cultivos de alimentos ha disminuido en los últimos 100 años, según Myers. Una razón es que los agricultores han estado favoreciendo el crecimiento rápido y el rendimiento sin tener en cuenta el aspecto de la nutrición. A eso se suma que los actuales niveles de CO2 son un 42 por ciento más elevados que hace 150 años.
«Los niveles más altos de CO2 ayudan a que las plantas crezcan más rápidamente, pero eso se debe sobre todo al aumento del almidón y los azúcares», precisa David Wolfe, profesor de ecología de las plantas y el suelo en la Universidad estadounidense de Cornell.
«Hay más hidratos de carbono», o sea almidón y azúcar, «pero menos proteínas y nutrientes», agregó Wolfe, que no participó en el estudio de Harvard.
Esta situación provoca lo que algunos llaman «alimentos huecos», es decir, alimentos con insuficiente nutrición, que podría ser una de las causas del rápido aumento de la obesidad. Es posible que la gente coma más para obtener la nutrición que necesita, señala Ken Warren, portavoz de The Land Institute, un centro de investigación agrícola de Estados Unidos.
Los cultivos toman minerales, oligoelementos y otras propiedades de la tierra cada año. La agricultura moderna devuelve a la tierra algunos fertilizantes químicos que no sustituyen todo lo que se perdió, explica Warren.
Un análisis del año 2006 del gobierno británico sobre los nutrientes en la carne y los productos lácteos reveló que el contenido mineral de la leche, el queso y la carne vacuna había disminuido hasta en un 70 por ciento en comparación con los de la década de los 30.
El queso parmesano tenía un 70 por ciento menos de magnesio y de calcio, las costillas de carne contenían un 55 por ciento menos de hierro, el pollo un 31 por ciento menos de calcio y un 69 por ciento menos de hierro, mientras que la leche también reveló una fuerte disminución en la cantidad de hierro y un 21 por ciento de reducción del magnesio.
El cobre, un oligoelemento importante y un nutriente esencial que se consume en pequeñas cantidades, también había sufrido una caída del 60 por ciento en las carnes y del 90 por ciento en los productos lácteos, según el estudio británico.
Se cree que los cultivos de alto rendimiento y los métodos de agricultura intensiva son los factores responsables de esta situación, de acuerdo con The Food Commission, la organización independiente que publicó aquel estudio.
Los impactos medidos de los altos niveles de CO2 en los cultivos de alimentos incluidos en el estudio de Harvard no replican las temperaturas más altas y las condiciones climáticas extremas que se esperan para mediados de este siglo.
Otras investigaciones revelaron que el incremento del calor estresa a las plantas y, aunque el mayor nivel de CO2 genera plantas más grandes, su rendimiento fue mucho menor, destaca Wolfe, de Cornell.
El cultivo de alimentos en Estados Unidos será más problemático con el cambio climático, especialmente en el occidental estado de California, el suroeste y en partes de las Grandes Llanuras, según la Evaluación del Clima Nacional que el gobierno de ese país publicó este martes.
La evaluación, que ha llevado cuatro años, constituye una declaración científica concluyente sobre las repercusiones actuales y futuras de la contaminación de carbono en Estados Unidos.
El aumento previsto de las temperaturas secará las tierras, por lo que será imposible cultivar alimentos sin riego extensivo. La región ya padece una sequía desde hace 10 años que seguramente se agravará.
Las temperaturas más cálidas también aumentan la evaporación, lo que deseca aún más los suelos y quita efectividad al riego. Los recursos hídricos subterráneos también están en todas las zonas indicadas.
«California y el suroeste se enfrentan a enormes problemas de agua», advierte Wolfe, uno de los 300 científicos que han trabajado en la evaluación. Añade que «California tiene el clima perfecto para el cultivo de alimentos en este momento, pero no lo tendrá si el clima se calienta más».
Hay pocas dudas de que California y el resto de Estados Unidos tendrán temperaturas más altas a menos que las emisiones de CO2 bajen en ese país y en el resto del mundo. Mientras la mitad occidental del país norteamericano es cada vez más seca, la mitad oriental, y en particular el noreste, recibirá lluvias más intensas y más inundaciones.
El noreste experimentará más sequías en los veranos, pero cuando lleguen las lluvias lo harán en forma de diluvios, según Wolfe. En la última década la región ha experimentado un clima invernal sumamente errático. En 2012, la calidez extrema del invierno permitió que los cultivos frutales florecieran cuatro semanas antes, pero luego se produjo una fuerte helada que generó pérdidas de cientos de millones de dólares.
«La imprevisibilidad es el mayor desafío para los agricultores», dice Wolfe.
El científico añade que es optimista, pero para el futuro prevé alimentos con precios más altos, por encima de lo que puede pagar la población pobre, y una gran cantidad de trastornos para las comunidades agrícolas. Los productores de alimentos estadounidenses van a necesitar ayuda para adaptarse, en cuanto a educación y financiación.
«Tenemos que ir más allá de los seguros para las cosechas. El cambio es arriesgado para los agricultores y muchos no tienen los fondos para adaptarse a lo que se les viene encima», advierte Wolfe.