Alejandro González Iñarritu ha sido el encargado de dar el pistoletazo de salida a una edición en la que el cine iberoamericano brilla por su ausencia. El cineasta mexicano, único representante latinoamericano de este año, lograba los elogios de la crítica con Briedman, su primera comedia, tras años de exitosos dramas intensos.
«Después de tantas películas dramáticas quería descansar e ir más allá de mi zona de comodidad», explicaba el cineasta. Asegura estar «muy contento» con este nuevo estilo narrativo desconocido para él hasta ahora, porque explica, «quería hacer reír a la gente». En esta ocasión ha confiado en Michael Keaton para dar vida a un actor frustrado, que vive obsesionado con recuperar el éxito y volver a las portadas.
Pero si por algo destaca la Mostra es por haberse convertido en una cita ineludible para el cine europeo. La polémica este año llega servida de la mano del director alemán de origen turco, Faith Akin. En Cut cuenta la historia de un superviviente del genocidio armenio que busca a sus dos hijas, un argumento que ha provocado las amenazas y los insultos de varios grupos ultra de Turquía.
El genocidio, aunque en este caso el de Indonesia, también es el tema principal de The Look of Silence, del danés Joshua Oppenheimer. No es la primera vez que aborda esta temática. Hace un año en The act of killing, contó la historia de las víctimas y desde entonces tiene prohibida la entrada al país tras ser declarado personan non grata por las autoridades indonesias. «Por ahora no ha habido reacción; lógico porque la rematé hace dos días, y solo se ha visto aquí», explicaba tras la proyección del largometraje, que en esta ocasión cuenta la historia desde el punto de vista de los asesinos.
Y más cine nórdico de la mano del sueco Roy Anderson, aunque con una propuesta muy diferente. A pigeon sat on a branch reflecting existence cuenta la historia de dos cincuentones que mantienen encuentros con la muerte. Los críticos esperan desconcierto e ingenio de este cineasta que es todo un experto en satirizar a la sociedad escandinava.
El cine francés también pisa con fuerza en Venecia. Xabier Beauvois debuta en la Mostra con La rançon de la glorie. Ambientada en una pequeña ciudad suiza de finales de los años 70, cuenta la historia de Eddy Ricaart, un ex presidiario que se aloja en casa de un amigo a cambio de cuidar a su hija pequeña. Un buen día escuchan por televisión que acaba de Morir Charles Chaplin, y deciden robar el ataúd para pedir un rescate. Ingeniosa para unos; absurda para otros; lo cierto es que el título suena con fuerza para hacerse con el León de Oro.
En cuanto al cine español, Alex de la Iglesia es este año el único representante. El director vasco hace doblete en la ciudad de las góndolas. Por un lado presenta Words with Gods, en la que también han participado Guillermo Arriaga, Emir Kusturica o Amos Gitai. Además, de la Iglesia también firma el documental Messi, que cuenta la vida del conocido jugador de fútbol.
También propuestas desde Hollywood
Aunque más escaso, el cine estadounidense también tiene una cuota en la 71ª edición de la Mostra de Venecia. Entre las películas de denuncia destaca 99 Homes, donde Andrew Garfield se quita el disfraz de Spiderman para convertirse en un albañil en paro y desahuciado.
Los cineastas también se han atrevido con otro tema espinoso: el uso de drones en conflictos bélicos. En Good Kill, Andrew Niccol propone un viaje a la guerra protagonizado por un piloto de estas aeronaves no tripuladas; una historia, que según los expertos podría das la sorpresa. La Mostra rendirá además sendos homenajes a Frederick Wiseman y a Thelma Schoonmaker.
Pero si hay alguien que este año se lleva el premio al mérito es el portugués Manoel Oliveira. A sus 105 años ha querido escribir el último capítulo de su filmografía en Venecia. Comenzó a hacer películas cuando el cine era todavía mudo, y casi un siglo después se despide con El viejo Restelo, un cortometraje de 19 minutos.