Las tabacaleras han invertido mucho, y por ello, algunos expertos en salud pública temen que podría ser una nueva ruta de adicción a la nicotina y una vía para empezar a fumar. Un estudio realizado por la Universidad de Harvard (EE.UU) y publicado en la revista Tobacco Control, advierte que es necesario investigar los potenciales riesgos y beneficios.
«Dado que los cigarrillos electrónicos representan un mercado emergente en el que la industria del tabaco ha invertido con fuerza, es imperativo identificar los subgrupos poblacionales que probablemente van a usarlos más y las consecuentes implicaciones que esto puede tener para la salud pública», declaraba Constantine Vardavas, veterano investigador de la Escuela de Salud Pública de Harvard que dirigió el estudio.
Un falso amigo
Estos productos fueron creados en China en 2004 imitando al cigarrillo convencional. Pero a pesar del clásico comentario de «solo es vapor», los cigarrillos pueden contener en su cámara, hasta 24 miligramos líquidos. No existen evidencias científicas de su eficacia ni mayor seguridad puesto que también llevan nicotina.
Informes de la Food and Drug Administration (FDA) o el informe de 2014 del Director Nacional de Salud en EE.UU revelan que estos productos liberan sustancias tóxicas en el medio ambiente y contienen ingredientes cancerígenos.
Los jóvenes, un sector muy vulnerable
Según algunos estudios, su público mayoritario son personas de entre 15 a 24 años que fuman tabaco habitualmente y quieren dejarlo. Un 20,3% son fumadores duales, un 4,4% son exfumadores y un 1,1% nunca había fumado.
Extrapolando las cifras de toda la población de la UE, unos 29,3 millones de adultos los habrían probado. La cifra es baja en comparación a los 125 millones de fumadores en la UE, pero es indicador del auge de estos productos.
El peligro se encuentra en colectivos más jóvenes que quizá no hayan probado el tabaco y decidan comenzar a utilizar el cigarrillo electrónico, creyendo que éste es más seguro y cayendo en el engaño de los saborizantes.
Entre las principales consecuencias: un impacto negativo de la nicotina en el desarrollo del cerebro adolescente, alteraciones en sus estados de ánimo en forma puntual y a largo plazo, podrían verse afectadas las habilidades cognitivas y elevar el riesgo de desarrollar adicciones a otras sustancias, según una investigación de 2009 del departamento de Farmacología de la Universidad de California.
Una escasa y lenta regulación
Entre los países que han implementado algún tipo de medidas para controlar e tabaquismo, se encuentra Australia, Brasil o Turquía. Australia prohíbe la importación y la venta de cartuchos que contengan nicotina. Brasil y Turquía prohibieron la importación, las ventas y el marketing de cigarrillos electrónicos hasta que los fabricantes presenten información sobre la seguridad del producto.
En España la semana pasada entró en vigor la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios, que regula, entre otros asuntos, el uso y publicidad de los e-cigarettes con nicotina y productos semejantes. La norma regula los lugares donde se prohibirá el uso de los cigarrillos electrónicos, así como su publicidad y definición.
Los cigarrillos electrónicos no se podrán usar en centros de las administraciones públicas y entidades de derecho público; en los centros, servicios y establecimientos sanitarios, así como en los espacios al aire libre o cubiertos, ello incluye parques o zonas de juego infantiles.
En los centros docentes, se prohibirá en los espacios al aire libre, salvo en los de centros universitarios y los dedicados a la formación adulta, siempre que no sean accesos inmediatos a los edificios y aceras circundantes. En lo que respecta al transporte, su uso estará restringido en cualquier tipo de vehículos de transporte público urbano e interurbano, transporte marítimo, ferroviario o aéreo. Además, el Parlamento europeo aprobó el pasado abril una nueva Directiva que busca cómo hacer los productos asociados al tabaco menos atractivos, especialmente para los jóvenes.
Los cigarrillos electrónicos deberán cumplir una serie de garantías (en relación con la concentración máxima de nicotina, el tamaño y el volumen) e incluir advertencias sanitarias en sus envases.