El cielo único europeo, un reto de integración con vistas al futuro

El caos en el tráfico aéreo tras la erupción del volcán Eyjafjalla en Islandia ha puesto sobre la mesa la necesidad de acelerar la implantación del cielo único europeo. No se trata de una iniciativa nueva. La primera vez que se habló de ello en Bruselas fue en 1999.

Hace dos años, la propuesta se reformuló y ahora los ministros europeos pretenden que sea una realidad antes de 2012. Se trata de avanzar hacia una mejor gestión del tráfico aéreo, pero su éxito dependerá del grado de cesión de competencias. A finales de esta década las cifras de tráfico aéreo se habrán duplicado. El cielo único permitirá descongestionar ese tráfico, con la promesa de vuelos más seguros y más baratos. También fomentará la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, y mejorará la coordinación entre los bloques en los que ya se encuentra dividido el cielo en Europa.

Un avión volando
Foto/CE

El proyecto es de envergadura. Su última actualización es conocida con el nombre de SES II y compromete, además de a los 27 Estados de la Unión Europea, a los que forman parte del espacio aéreo común europeo - que incluye a Noruega, Islandia y los países de la antigua Yugoslavia-, y a los que han firmado acuerdos bilaterales con la Unión Europea, como Marruecos o Suiza. Avanzar hacia un cielo único europeo implica, de alguna manera, desligar el tráfico aéreo de las fronteras de cada país. Así, el control del cielo pasará en poco tiempo de depender de las autoridades nacionales, a estar en manos de bloques de países que gestionarán conjuntamente sus cielos, y que deberán estar perfectamente comunicados con los demás.

¿Cómo funcionará el cielo único?

Cuando la Comisión Europea insiste en que el espacio aéreo europeo está excesivamente fragmentado, tiene motivos para ello. En el momento en el que un avión entra en el espacio de cualquier Estado miembro, tiene que ajustarse a las indicaciones y reglas de los proveedores de servicios de navegación aérea de cada país. Bruselas advierte de que la convivencia de múltiples autoridades nacionales, con sus respectivas reglas arbitrando el cielo europeo, puede ser incluso un obstáculo para mejorar la seguridad del tráfico aéreo. Demasiados actores para una coordinación eficiente. Para las empresas del sector, todo ello también supone un coste añadido, porque pagan con tasas los distintos servicios de navegación aérea, y acaban repercutiendo parte de ese gasto en los billetes que compran los ciudadanos.

El cambio ya está en marcha. La relación fronteras nacionales-espacios aéreos se sustituye por los llamados bloques funcionales (FABs). Hoy por hoy, el cielo europeo está dividido en 9 bloques, que actúan como zonas estratégicas y que simplifican el mapa. España y Portugal, por ejemplo, firmaron el pasado mes de febrero el acuerdo para que las funciones de supervisión del espacio aéreo de la Península Ibérica sean gestionadas de forma conjunta por ambos países. Cuando el cielo único sea una realidad, todos los bloques deberán estar coordinados, compartiendo información en tiempo real. El objetivo marcado es el de eliminar las barreras nacionales y maximizar la capacidad y la eficiencia de la red de tráfico aéreo. Eso sí, poniendo siempre la seguridad en primer lugar.

Hay más cambios estructurales. Si hasta ahora Eurocontrol jugaba un papel clave en este campo, por ser quién coordina las decisiones adoptadas por las agencias de navegación de los distintos países, ahora se le requerirá que adopte un rol más activo. El cielo único necesita también de una instancia única de decisión, de un gestor de la red aérea que establezca objetivos y normas que tendrán que ser aplicadas por los distintos países. Eurocontrol deberá adaptarse a los cambios. Más decisiones, responsabilidades y competencias para la Unión Europea en detrimento de los Estados miembros. Habrá que ver cómo se desarrolla el debate, porque son precisamente ellos, los socios comunitarios, quienes tienen la última palabra en el proceso de integración.

Beneficios para ciudadanos y medio ambiente

Para la sociedad el cielo único europeo debería aportar tres grandes ventajas: vuelos más seguros, más puntuales y también más baratos. Más seguros, porque el proyecto de cielo único prevé ampliar las competencias de la Agencia Europea de Seguridad Aérea, que adoptará normas precisas y vinculantes para todos los Estados miembros. Más puntuales, porque el objetivo es conseguir un sistema de gestión del tráfico aéreo adaptado al creciente número de pasajeros: se recortará el recorrido de los vuelos si es innecesariamente largo, se estudiará la capacidad de cada aeropuerto, y se optimizarán tiempos y recursos desde el despegue hasta el aterrizaje. Y más baratos porque, con menos tasas de navegación aérea, los costes a afrontar por las compañías serán menores y eso debería reflejarse en el precio de los billetes.

SES II, el cielo único europeo, también deja claro que el plan es beneficioso para el medio ambiente. Una gestión optimizada del tráfico aéreo en Europa permitiría reducir el consumo de combustible y las emisiones contaminantes en un 10% en cada vuelo. Teniendo en cuenta el nivel de contaminación que genera la aviación en todos sus campos, esto no deja de ser una buena noticia.

Motores en marcha

El impulso del cielo único europeo entra ahora en unas semanas cruciales. La presidencia española ha convocado una reunión extraordinaria del Consejo de Ministros de Transportes para acelerar el proceso el próximo 4 de mayo. La crisis desatada por la erupción del volcán islandés ha demostrado que los mecanismos de coordinación entre países son muy mejorables, pero sobretodo ha puesto de manifiesto que la existencia de multitud de autoridades y de espacios aéreos en toda Europa dificulta una buena respuesta a situaciones de emergencia.

El proyecto es complejo. Ningún Estado parece dispuesto a perder del todo su soberanía sobre el cielo. Tanto es así, que el buen funcionamiento de los bloques funcionales del espacio aéreo depende de la voluntad política y la iniciativa de los Estados, y ellos siguen siendo los que tienen la capacidad de abrir o cerrar su espacio aéreo en última instancia. Ceder competencias a las instituciones comunitarias no debe ser un problema, porque desde una perspectiva más global, europea, el tráfico aéreo podría funcionar mejor. Los pasajeros y el número de vuelos no dejarán de aumentar en los próximos años y eso requiere dar un paso hacia adelante. Ya se apostó en su momento por un mercado único y una moneda común. El cielo único también está en el horizonte. En las próximas semanas debe aclararse de qué manera se llega a él y hasta qué punto se cede a las instituciones comunitarias lo que hasta ahora era una cuestión nacional. Marc Campdelacreu para euroXpress