En el caso de Pistorius, que este jueves puede ser condenado a cadena perpétua, afronta cargos por homicidio premeditado, la fiscalía arguyó que «se puso las prótesis en las piernas, caminó siete metros y disparó cuatro veces contra la puerta cerrada con llave del baño» matando a su novia el 14 de este mes, aunque los forenses no han podido aclarar este punto. El velocista, que estableció una marca histórica al competir con atletas no discapacitados en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, negó las imputaciones expuestas formalmente el martes en su solicitud de fianza. Dijo que había confundido a Steenkamp con un intruso.
El caso ha mantenido la atención pública y el interrogante flota en el aire sobre si avivará un asunto delicado y tapado en Sudáfrica, donde la violencia contra las mujeres ha alcanzado proporciones históricas. Hace dos semanas, el país se vio conmovido por otro caso, el de Anene Booysen, de 17 años, violada, mutilada y destripada muriendo poco después.
Miles de personas buscan justicia
La profesora de ciencias política de la Universidad de Stellenbosch, Amanda Gouws, opina que, pese al malestar que generaron estos dos asuntos, no cree que haya justicia en el caso de Booysen. «He visto demasiados casos que comienzan con un 'big bang', pero no concluyen bien porque los testigos no son bien interrogados y las pruebas están contaminadas o no sirven por cuestiones técnicas», arguye Gouws, también integrante de la Comisión de Igualdad de Género de Sudáfrica. «Pero quizá debido a que este caso tuvo gran repercusión y fue horrendo haya justicia. Aun así hay cientos y miles de casos para los que no habrá».
La detención de Pistorius ocurrió el mismo día del discurso del presidente Jacob Zuma sobre el estado de la nación, el que muchos hubieran deseado que marcara el rumbo de este país asediado por protestas por la calidad de los servicios públicos, las dificultades económicas y los delitos violentos. Según Gouws, Zuma no se refirió a este asunto como corresponde. «La justicia debe ser ciega, pero no es así en el caso de la violencia de género», alega.
Esta profesora universitaria señala que «si prestas atención a lo que dijo (Zuma) sobre las protestas violentas en Sudáfrica. Señaló que necesitemos una intervención de los gobiernos nacional, provincial y local y sobre la necesidad de priorizar el papel de la justicia, pero no habló para nada sobre la violencia de género». «A la luz de las 5.000 protestas que hay al año y las 64.000 violaciones que hubo en 2012, su discurso fue muy decepcionante».
Un investigación divulgada este año por el Consejo de Investigación Médica de Sudáfrica, reveló que más de una cuarta parte de los 1.738 hombres consultados de distintos orígenes étnicos y económicos reconocieron haber violado a una mujer por lo menos una vez.
Necesidad de un mejor liderazgo
Pero la violencia contra las mujeres en Sudáfrica no se reduce a violación o asesinato. En la definición de «violencia doméstica» se incluyen abusos físicos que no son de índole sexual, emocional o económica, así como acoso. La prensa sudafricana informó la semana pasada que Judy Sexwale, esposa del ministro de Asentamientos Humanos, Tokyo Sexwale, lo acusó de los tres delitos en la declaración jurada presentada en el proceso de divorcio.
No es la primera vez que un alto dirigente político de Sudáfrica es acusado de violencia contra la mujer. El propio Zuma ocupó los titulares de la prensa internacional en 2006. El entonces vicepresidente del gobernante Congreso Nacional Africano fue absuelto de un caso de violación. Las autoridades deben adoptar una posición clara sobre violencia de género, explica la especialista Lubna Nadvi, presidenta de Advice Desk for the Abused (oficina de asesoramiento para personas que sufren abusoa). La organización con sede en Durban ofrece intervención de crisis a las víctimas y responsables de abusos de violencia.
Nadvi, profesora de ciencias políticas de la Universidad de KwaZulu-Natal, cree que «el presidente debe dejar claro que las mujeres y las niñas no son objetos sexuales disponibles para los hombres, para ser usadas o abusadas y ni la cultura africana, ni ninguna otra, da a los hombres el derecho de abusar de ellas». «Con suerte, ese tipo de declaraciones obliguaría a los hombres a pensar en cómo actuar y comportarse en el futuro, siga o no siendo presidente durante otro mandato».
Al haber cada vez más casos de violencia contra las mujeres en el tapete en Sudáfrica, casos como el de Booysens, Pistorius y Sexwale demuestran la necesidad de que los medios presten mayor atención a este asunto, señala Nadvi.
Contra la insensibilidad social
«Si la nación como un todo no pasa pronto a la acción corremos el riesgo de ser conocidos como un lugar donde ninguna mujer ni niña están seguras en ningún lado, en especial junto a sus parejas íntimas. No debemos aspirar ni de cerca a eso», puntualiza Nadvi. La socióloga Shafinaaz Hassim coincide en que el hecho de que «estos incidentes pueden sacar a la sociedad civil de su letargo apolítico y su negación insensible y exige que nos involucremos en apoyar a las mujeres de todas las maneras posibles en tanto que personas, comunidad y organizaciones». Hassim, residente en la provincia de Gauteng, cuya capital es Johannesburgo, ha publicado una novela sobre violencia doméstica en la comunidad musulmana.
Hassim precisa que para cambiar la tendencia no se trata solo de apoyar a las víctimas y de castigar a los responsables, sino también de reeducar a niños y niñas y de eliminar los estereotipos de género.
* Con aportes de Nalisha Adams desde Johannesburgo.