Desde entonces su obra viene revisándose desde diversos puntos de vista: la editorial Acantilado editó «Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce», su primera novela, escrita «a cuatro manos» con Antonio García Porta, mientras Anagrama ha venido publicando y reeditando algunas de sus mejores novelas, desde «Los detectives salvajes», Premio Herralde en 1998, a «2666». Galaxia-Gutenberg reunió bajo el título de «Tres novelas» una trilogía formada por «Estrella distante», «Amuleto» y «Nocturno de Chile».
Todos estos títulos han sido muy bien acogidos por quienes desconocían la obra del escritor chileno y ahora se acercan a ella gracias sobre todo a la llamada de la crítica, que ha transformado «2666»en una obra de culto. Tras su muerte y después de todo lo que se conoce sobre Bolaño, la relectura de sus novelas nos descubre de manera luminosa elementos que habían pasado desapercibidos.
Hay que felicitarse por la recuperación de la obra de Roberto Bolaño, cuando en vida tan poca atención le dedicamos, más allá de la crítica más atenta y de un círculo de fieles amigos y colegas que supieron apreciar la calidad de sus escritos, y la confianza ciega, digna de elogio, que la editorial Anagrama puso en su talento. Los grandes medios de comunicación le prestaron muy poca atención (apenas cuando obtuvo el Premio Herralde y el Rómulo Gallegos), hasta el punto de que la televisión pública no dio en sus telediarios la noticia de su muerte por no disponer de imágenes: nunca le habían entrevistado.
Una vida para la literatura
Poeta, narrador, ensayista, Roberto Bolaño había nacido en Chile en 1953, de abuelos emigrantes españoles, gallego y catalana. A los 15 años se trasladó a México con su familia y no regresó a su país hasta 1973, en un largo viaje en autobús, alentado por la nueva situación que había traído el gobierno de Unidad Popular de Salvador Allende. Pocos meses después, tras el golpe de estado de Pinochet de septiembre de ese año, tuvo que volver a México después de haber conocido una corta temporada las cárceles pinochetistas. En México escribió poesía en revistas y suplementos culturales y fundó con Mario Santiago el Movimiento Infrarrealista. Se trasladó a España en 1977. Aquí trabajó en varios oficios antes de hacerse cargo en Rosas y en Blanes de las tiendas de bisutería de su madre. Vivió en Girona y Barcelona, ciudad en la que decidió establecer su residencia permanente y dedicar su vida a la literatura (algunos de estos episodios biográficos los recrea en «Estrella distante»). Exiliado, pues, casi toda su vida (hizo algunos viajes puntuales a Chile, donde fue muy criticado por sus opiniones sobre la literatura del país), Bolaño pensaba que toda literatura lleva en sí el exilio, lo mismo si el escritor ha tenido que abandonar su país a los veinte años o si nunca se ha movido de su casa: para el escritor de verdad –decía- su única patria es su biblioteca, que puede estar en estanterías o dentro de su memoria.
Los orígenes
Resulta muy significativo que en la recuperación de la obra de Roberto Bolaño se haya editado su primera novela, «Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce», que mantiene la frescura que destilaba en 1984 cuando ganó un premio menor, el Ámbito Literario de Narrativa, después de haber sido rechazada por varias editoriales. Se trata de un texto experimental que cuenta las andanzas de una pareja de delincuentes, trasunto de unos nuevos Bonnie & Clyde de Barcelona, que trae en vilo a la policía de la ciudad condal a costa de una serie de atracos y asesinatos. El título, claramente deudor del largo poema de su amigo Mario Santiago «Consejos de un discípulo de Marx a un fanático de Heidegger», indica la intención metaliteraria de la trama, en la que se mezclan las peripecias de los protagonistas con las reflexiones sobre la literatura de James Joyce (y de otros Joyce escritores, como la norteamericana Joyce Carol Oates y el angloirlandés Joyce Cary) y la banda sonora del grupo Doors, a cuyo cantante Jim Morrison alude el título de la novela. Se trata asimismo de un guiño a la connivencia entre la cultura de élite de la obra de James Joyce y la cultura de masas representada por la música rock de los Doors. Entre atraco y atraco, el protagonista escribe a trompicones una novela cuyo personaje central es Dédalus, nombre extraído de uno de los protagonistas del «Ulises»joyceano (Si algún día retomaba mi vieja novela, Dédalus sería fan de Los Beatles, de los Doors, de los Rolling. P. 94), y confunde su propia persona con el personaje que crea: firma las cartas a su madre con el seudónimo de Dédalus y reflexiona sobre sus actos como si fueran protagonizados por personajes de su novela, jugando con la polisemia de las palabras, como cuando consigue escapar de un cerco policial (...las sirenas apenas se oían, Ulises ha vuelto a escapar. P.145-146). Genial la última escena en la que, mientras contempla el escaparate de una librería, ve reflejados en el cristal cómo se acercan los policías «como pesadillas que surgieran de los libros».
Un escritor de culto
Desde su muerte, y gracias sobre todo a «2666», Roberto Bolaño, se ha convertido en un autor de culto. Desde entonces la figura de este escritor ha sido analizada minuciosamente y su obra viene siendo objeto de innumerables revisiones desde todos los puntos de vista de su variada creatividad, mientras las editoriales para las que escribió se han dedicado a rescatar su obra «maldita», publicada con escaso éxito y desapercibida para el público lector mayoritario: su obra de culto, en una palabra.
Una de esas obras malditas es «El Tercer Reich» (Anagrama), una misteriosa novela inédita de la que venía hablándose desde hace años en círculos próximos al autor, que podría relacionarse con otra escrita posteriormente, «La literatura nazi en América Latina» (Seix Barral), publicada hace unos años sin ningún éxito. En ambas Bolaño juega con el nazismo, una de sus obsesiones.
El título de la novela «El tercer Reich» alude al nombre de un juego de rol (un war game que permite invertir el resultado de la Segunda Guerra Mundial), cuyo autor, Udo Berger, el protagonista de la novela, perfecciona durante sus vacaciones en el hotel de una localidad de la Costa Brava catalana, un escenario bien conocido por Bolaño, ya que fue en Blanes donde el escritor chileno se instaló en 1977 huyendo de la dictadura pinochetista. El desarrollo del juego transcurre paralelo a los avatares del protagonista y su pareja, que se ven mezclados en la desaparición de un turista de origen alemán, como ellos, mientras practicaba windsurf. A pesar de ser una obra iniciática, «El Tercer Reich» contiene algunos de los elementos que Bolaño va a perfeccionar en sus obras posteriores, como un cierto simbolismo (el juego de ajedrez, las pesadillas, las vacaciones como «un tiempo cuesta abajo», la invención de personajes con marchamo de reales, como el escritor de novelas policiacas Florian Linden), su conocimiento de la historia y la literatura alemanas (genial la comparación entre los escritores contemporáneos y los generales nazis de la página 283), el análisis de comportamientos de personajes inquietantes (Lobo, Cordero, el Quemado, Frau Else, Clarita...) que conforman aquí la fauna prototípica de una localidad invadida por el turismo. La novela se lee con interés creciente a medida que se va desarrollando su inesperado desenlace. Los aficionados a este tipo de juegos (el propio Bolaño lo era) encontrarán además un valor añadido en la minuciosidad con la que el protagonista va describiendo las estrategias del suyo.
This is the end. «2666» Revisitado
A principios de 2003, cuando Bolaño era consciente de que su muerte estaba próxima, entregó a su editor los manuscritos de cinco novelas para que se fueran publicando a lo largo de los próximos años y de ese modo pudieran servir de ayuda económica a su familia una larga temporada. Su editor Jorge Herralde supo ver en esos textos una unidad que obligaba a una lectura continuada y se decidió, de acuerdo con la familia del escritor, por una apuesta arriesgada en un panorama literario y comercial que apostaba por la novela corta de trama simple: publicar las cinco novelas en una única obra de más de 1100 páginas con el título «2666». La relación entre estas cinco narraciones iba más allá de los argumentos y se manifestaba también a través de sus protagonistas. Como buen fanático de Joyce, Bolaño introducía personajes de una novela en las otras, del mismo modo que el escritor irlandés había situado algunos de los protagonistas de los cuentos de «Dublineses» y de «Retrato del artista adolescente» como personajes secundarios de su «Ulises». Incluso el título ya había aparecido en «Los detectives salvajes» y, con más precisión, en «Nocturno de Chile» (P.210 de la trilogía): «la avenida Guerrero, a esa hora, se parece sobre todas las cosas a un cementerio, pero no a un cementerio de 1974, ni a un cementerio de 1968, ni a un cementerio de 1975, sino a un cementerio del año 2666». No era la primera vez que Bolaño utilizaba este recurso joyceano: el personaje central de «Nocturno de Chile», Sebastián Urrutia Lacroix, alias Nicasio Ibacache (trasunto de un famoso crítico literario chileno y sacerdote del Opus Dei, José Miguel Ibáñez Langlois), aparece también en «Estrella distante»,mientras el personaje central de esta última, Arturo Belano (alter ego del propio Bolaño), es un secundario tanto en «Amuleto»como en «Los detectives salvajes».
En «2666», los personajes aparecen y desaparecen, para reaparecer de nuevo, a lo largo de sus cinco capítulos. Se influyen, se condicionan, complementan sus historias. Benno von Archimboldi, un escritor escurridizo cuya obra es objeto de la investigación de cinco profesores en la primera parte de la novela, protagoniza también el último capítulo, mientras Rosa, la hija de Amalfitano (a su vez traductor de Archimboldi), es recuperada en el capítulo 'La Parte de Fate'. El titulado 'La parte de los crímenes' se revela como una admirable recreación y denuncia de los crímenes de mujeres en Ciudad Juárez. Su lectura constituye una de las experiencias más apasionantes de la literatura del último siglo. Para los lectores de Rafael Dieste, «2666» contiene un emotivo homenaje al escritor gallego de quien Roberto Bolaño era un rendido admirador, y hace aparecer sus libros en varias ocasiones, una de ellas cuando Leopoldo María Panero cuelga el «Testamento geométrico»de Dieste en uno de los alambres del tendedero del manicomio de Mondragón.
La crítica ha dicho en alguna ocasión que la obra de Bolaño es una reacción contra el boom de la literatura latinoamericana, a la que daba carpetazo. Personalmente pienso que es la mejor manifestación de su continuidad. En mi opinión «2666» es una de las mejores novelas de la narrativa hispana, a la altura de «Cien años de soledad», «Rayuela», «Conversación en la catedral» y «El llano en llamas», de cuyos valores es también deudora.