La presencia en la cumbre de la secretaria ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), Christiana Figueres, ha sido también motivo de críticas.
Todos los ojos han estado puestos en ella cuando inauguró el encuentro con un discurso en el que exhortó a la industria a adoptar métodos limpios para asegurarse un futuro. «Estoy aquí para decir que el carbón debe cambiar rápida y drásticamente para el bien de todos», afirmó Figueres ante una sala llena de representantes de la industria.
«A estas alturas debe estar perfectamente claro que solo se puede invertir más en el carbón si es compatible con el límite de los dos grados», añadió, aludiendo al umbral estimado por los científicos para que el recalentamiento planetario no tenga consecuencias devastadoras.
El carbón es el más sucio de los combustibles fósiles, y responde de más del 40 por ciento de las emisiones mundiales de dióxido de carbono (CO2), según la Agencia Internacional de la Energía
En el marco de la cumbre, el Ministerio de Ambiente Polaco y la Asociación Mundial del Carbón le presentaron formalmente a Figueres un documento llamado Comunicado de Varsovia.
El texto insta a 'utilizar tecnologías de combustión de carbón de alta eficiencia y con bajas emisiones, siempre que sean económica y técnicamente viables, tanto en plantas nuevas como en las ya existentes'.
También pide a los gobiernos que presionen a la industria para que adopte nuevas tecnologías y apoye la investigación en ese sentido. Además, solicita a los bancos de desarrollo que ayuden a los países pobres a «acceder a tecnologías de carbón limpio».
Asimismo, el documento requiere el apoyo público para una industria que está sufriendo por las políticas climáticas adoptadas en todo el mundo. Aunque la situación varía según el país, los productores de carbón en Europa y en Estados Unidos están sin duda bajo presión.
En la Unión Europea, los ingresos del sector han caído en picado en los últimos años, debido a la menor demanda durante la crisis y al incremento de la oferta de electricidad generada por la energía eólica y solar. El bloque avanza para cumplir su meta de cubrir el 20 por ciento de su demanda energética con fuentes renovables para 2020.
En una conferencia de la industria carbonera celebrada en octubre en Berlín, se presentó un panorama sombrío del sector. Operadores de plantas en Europa se quejaban de grandes pérdidas, mientras que empresas de servicios públicos hablaban de cerrar instalaciones que operan con ese combustible y optar por el gas o fuentes renovables.
Este año, las dos mayores instituciones financieras internacionales, el Banco Mundial y el Banco Europeo de Inversiones, han limitado significativamente sus préstamos al sector carbonero, mientras que Estados Unidos y los países nórdicos decidieron suspender su apoyo a plantas en el exterior.
Polonia es uno de los pocos países europeos que mantiene un apasionado discurso a favor de ese combustible.
Menos de dos meses antes de la COP 19 (19 Conferencia de las Partes de la CMNUCC), el primer ministro polaco, Donald Tusk, afirmaba: «El futuro de la energía polaca está en el lignito y en la hulla, así como en el gas de esquisto».
«Algunos querían prescindir del carbón, pero la independencia energética exige no solo una diversificación de las fuentes, sino también del uso máximo de los propios recursos», añadía. Casi el 90 por ciento de la electricidad polaca está generada por el carbón.
Sin embargo, incluso en Polonia, la realidad es más compleja que el discurso.
La compañía estatal polaca de energía PGE planea añadir dos unidades de combustión de carbón de 900 megavatios a su planta de Opole, en el sureste del país con 1.500 megavatios generados con el mineral.
Krzysztof Kilian, el presidente de PGE, dijo este mes a la agencia de noticias Bloomberg que la empresa tenía solo una forma de evitar pérdidas. Que el Estado fije los precios de la energía, en forma similar a lo que hace el gobierno de Gran Bretaña con la producción nuclear. En la práctica, esto significa que el Estado garantice precios de por lo menos el doble que los del mercado.
La industria del carbón, al menos en Europa, lleva adelante desde hace tiempo una ofensiva para obtener apoyo público y reducir las partidas de financiación estatal a las fuentes renovables. Pero frente a la multiplicación de políticas climáticas en todo el mundo, el sector ha comprendido que para obtener el apoyo de la población es crucial convencerla de que el carbón puede ser limpio.
Y eso se juega en la cumbre de Varsovia.
«La cumbre no es un intento de distraer del importante trabajo que se hace en las negociaciones de la COP», aclaró Milton Catelin, jefe ejecutivo de la Asociación Mundial del Carbón, en la apertura del encuentro.
«Queremos descubrir formas en las que el mundo pueda mantener los beneficios del carbón pero al mismo tiempo reducir e incluso eliminar los costes en términos de emisiones de CO2», señala.
En la agenda de la cumbre está prevista la discusión de tres formas clave de impulsar «la limpieza del carbón»: la captura y almacenamiento de carbono (CAC), la gasificación subterránea y la mejora de la eficiencia de las plantas.
La CAC representa la mayor esperanza de la industria y fue señalada por la propia presidenta de la COP como el sendero a seguir. Implica la retención del CO2 en las unidades de combustión de carbón y su almacenamiento bajo tierra.
Sin embargo, a pesar de las significativas inversiones en sistemas de CAC, su desarrollo a escala comercial todavía no ha demostrado que sea viable.
En septiembre, Noruega abandonó un plan de CAC a gran escala en Mongstad por considerar que presentaba demasiado riesgo. El auditor general de ese país criticó al gobierno por haber gastado más de 1.000 millones de dólares en ese tipo de iniciativas entre 2005 y 2012.
Otro escenario para el «carbón limpio» es el desarrollo de la llamada gasificación subterránea. Esa tecnología implica la combustión parcial del carbón cuando está bajo tierra, en vez de extraerlo totalmente.
No obstante, el proceso de combustión en este método no solo libera grandes emisiones de carbono, sino también de metano, que tiene 23 veces más potencial de recalentar el planeta que el CO2. Por esto, la gasificación subterránea requeriría también el desarrollo de sistemas de CAC.
La tercera forma propuesta de «limpiar el carbón» se refiere a la mejora de la eficiencia de las plantas.
Las plantas a carbón son, por lo general, menos eficientes que las de gas. Una eficiencia del 46 por ciento se considerada el mejor escenario posible para las primeras, contra un 60 por ciento para las segundas.
Los esfuerzos para mejorarlas son muy costosos y, considerando el actual contexto de los precios de la energía en Europa, no resultan un buen negocio. En tanto, la cogeneración, esto es, la combinación de energía térmica con energía eléctrica, sería otra forma de mejorar la eficiencia. Sin embargo, para ello las unidades deben ser más pequeñas y estar más cerca de las comunidades.
Este sistema mixto necesitará algo no fácil: convencer a las poblaciones implicadas.
«El hecho de que la industria esté aquí y ahora presentando una petición de subsidios ante la COP es, en cierto sentido, una señal de que no es tan fuerte como pensábamos, y de que sin subsidios quizá no haya un futuro para el carbón», comenta Mona Bricke, de la organización no gubernamental alemana Klimalianz.
«El Comunicado de Varsovia es en cierta forma el último gran ruego de la industria. Saben que si quieren tener un futuro, deben decir que el carbón es limpio, lo cual es una mentira, y tienen que pedir dinero para construir plantas nuevas y más caras», añade.