«El potencial para las guerras entre las naciones que se aferran a las armas nucleares como un elemento central de su seguridad nacional es cada vez mayor», advierte Cabasso. El conflicto entre Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), por un lado, frente a Rusia y Ucrania, por otro, y las tensiones nucleares en Medio Oriente, el sudeste de Asia y la península de Corea «nos recuerdan que la posibilidad de una guerra nuclear es omnipresente», añade.
Paradójicamente, las negociaciones de tratados que la mayor parte del mundo entiende como medidas de desarme están impulsando la modernización de las armas nucleares, según Cabasso, para quien la estrategia hacia el desarme nuclear, desde la Guerra Fría, fue cuantitativa, basada principalmente en la reducción de las enormes cantidades de bombas acumuladas.
«Ahora el desarme está patas para arriba. Al recortar los excesos grotescos de la Guerra Fría, en la práctica... significa una menor cantidad de sistemas de armas, pero más nuevos, con un énfasis en inversiones enormes a largo plazo en la infraestructura de armas nucleares y en mejoras cualitativas de las armas proyectadas para las próximas décadas», asegura Cabasso, cofundadora de la Red Mundial para Eliminar las Armas Nucleares Abolición 2000.
La Asamblea General de la ONU adoptó el 26 de septiembre como día internacional para la eliminación total de las armas nucleares, para sensibilizar a la opinión pública acerca de la amenaza que representan estas armas para la humanidad. Hay más de 16.000 armas nucleares en el mundo, indica Alyn Ware, cofundadora de UNFOLD ZERO, que ese día organizó un evento en Ginebra, en cooperación con la Oficina de la ONU para Asuntos de Desarme. «El uso de un arma nuclear por accidente, error de cálculo o de manera intencional generaría consecuencias humanas, ambientales y financieras catastróficas. No debería haber una sola... en el mundo».
Alice Slater, directora de la Fundación por la Paz en la Era Nuclear, señala que «hará falta mucho más que un día conmemorativo para alcanzar la meta» de la erradicación de las armas nucleares. Aunque el Tratado sobre No Proliferación (TNP) prometía erradicar las armas nucleares en 1970, en la actualidad hay 16.300, casi todas en manos de Estados Unidos y Rusia, salvo 1.000, según Slater. En ese sentido menciona al diario The New York Times que, el 21 de septiembre, reveló que en los próximos 10 años Washington gastará 355.000 millones de dólares en armas nucleares, fábricas de bombas y sistemas de entrega por aire, mar y tierra.
Esto implica costos proyectados de un billón de dólares en los próximos 30 años dedicados a estos instrumentos de muerte y destrucción de toda la vida planetaria, como advirtieron estudios recientes sobre las catastróficas consecuencias que tendría la guerra nuclear para la humanidad, explica Slater. El inquietante deterioro de las relaciones ruso-estadounidenses impide que el desarme avance, añade.
Estados Unidos renunció al Tratado de Misiles Antibalísticos con Rusia y colocó misiles en Polonia, Rumanía y Turquía, mientras la OTAN realiza maniobras militares en Ucrania y ha decidido reforzar su presencia militar en Europa oriental. Washington rompe así la promesa que hiciera al expresidente soviético Mijaíl Gorbachov, sobre que la OTAN no se extendería más allá de lo que entonces era Alemania Oriental tras la caída del muro de Berlín en 1989.
Aunque el número total de armas nucleares disminuyó considerablemente desde la Guerra Fría, no hay mucha esperanza de que los países poseedores de estas armas estén realmente dispuestos a renunciar a ellas, sostiene Shannon Kile, investigadora del Instituto Internacional de Estocolmo de Investigación para la Paz.
«La mayor parte de estos Estados tienen programas de modernización nuclear a largo plazo y en curso que incluyen el despliegue de nuevos sistemas vectores de armas nucleares», explica Kile. Y añade que tal vez el hecho más desalentador haya sido la lenta desaparición del liderazgo de Estados Unidos, que es esencial para avanzar en el desarme nuclear.
Cabasso señala que las condiciones políticas que el Senado de Estados Unidos impuso a su ratificación del Tratado de Reducción de Armas Estratégicas, más conocido como START, y que Rusia también reflejó en sus propias condiciones, en los hechos transformaron al tratado en una medida antidesarme.
Así lo confirmó el senador Bob Corker, del Partido Republicano, cuyo estado de Tennessee alberga el Laboratorio Nacional de Oak Ridge, donde se proyecta una planta de procesamiento de uranio que costará miles de millones de dólares. «Gracias en parte a las contribuciones que pudimos hacer mi personal y yo, el nuevo tratado START podría llamarse fácilmente ley de Modernización Nuclear y de Defensa de Misiles de 2010», dijo Corker. Lo mismo sucedió durante el gobierno de Bill Clinton (1993-2001), que a fines de los años 90 buscó el consentimiento del Senado para la ratificación del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, recuerda Cabasso.
La industria de armamentos y sus aliados en el Congreso legislativo obligaron a la administración Clinton a añadir miles de millones de dólares destinados a futuros presupuestos nucleares. La consecuencia fueron los programas de investigación en armas nucleares que se describen en el artículo de The New York Times. «Deberíamos haber aprendido que estas son compensaciones ilusorias y que cada vez terminamos con mayores presupuestos de armas y sin un desarme significativo», explica Cabasso. A pesar del compromiso asumido hace 45 años en el artículo VI del TNP, no hay negociaciones de desarme en el horizonte.
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