«Cuanto más tiempo estemos varados en un debate sobre ideología y política, más aumentarán los costes de la inacción», señaló Kerry en un comunicado.
El «Informe de síntesis» acumula siete años de investigaciones climáticas realizadas por miles de los mejores científicos del mundo, y concluye que el cambio climático está en marcha, causando costosos y trágicos eventos meteorológicos extremos, que empeorarán más de lo que nadie pueda imaginar, a menos que la humanidad se destete de los combustibles fósiles.
En realidad, el cambio climático es fácil de entender y puede resumirse en menos de 60 segundos. A saber: durante décadas, la humanidad ha insuflado cientos de millones de toneladas de dióxido de carbono en la atmósfera quemando combustibles fósiles como carbón, petróleo y gas natural.
Algunas mediciones muestran que actualmente hay un 42 por ciento más de dióxido de carbono en la atmósfera que hace 100 años. Se determinó hace mucho tiempo que ese gas invernadero actúa como manta, manteniendo al planeta caliente al atrapar parte del calor del sol. Cada año, nuestras emisiones de dióxido de carbono hacen más gruesa esa manta, capturando más calor.
Esa manta de dióxido de carbono generada por la quema de combustibles fósiles ha elevado 0,85 grados las temperaturas mundiales. Y serían mucho más altas si los océanos no absorbieran el 95 por ciento del calor extra atrapado por ese manto. Pero los océanos no nos ayudarán por mucho más tiempo. Este año será el más caliente del que se tenga registro.
«Se requiere una acción mundial para reducir las emisiones globales de gases invernadero», dijo Michel Jarraud, secretario general de la Organización Meteorológica Mundial.
«Cuanto más esperemos, más caro y más difícil nos será adaptarnos, hasta tal punto que algunos impactos serán irreversibles e imposibles de afrontar», señalaba Jarraud en un comentario sobre el «Informe de síntesis».
En el documento no hay nada fundamentalmente nuevo. Todo lo que realmente ha cambiado es la urgencia y la desesperación en el lenguaje que ahora usan los científicos del clima. En la actualidad todos saben que hay que eliminar los combustibles fósiles y reemplazarlos por fuentes de energía que no agreguen más dióxido de carbono a la agobiante manta que hemos tejido.
Y ya sabemos cómo hacer la transición hacia una economía baja en carbono, dijo Bob Watson, expresidente del IPCC. Para reiterar los pasos: grandes aumentos en la eficiencia energética, enormes despliegues de energías renovables, clausura de la mayoría de las plantas de carbón, ponerle un precio al carbono, etcétera.
Hay decenas de estudios sobre cómo hacer esto sin necesidad de nuevas tecnologías. Se puede lograr con un ínfimo coste extra para la economía mundial, según la Comisión Global sobre la Economía y el Clima. Estos estudios concluyen que lo que falta para un viraje hacia un estilo de vida bajo en carbono es voluntad política o valentía política.
Sin mencionar lo increíblemente poderosa e influyente que es la industria de los combustibles fósiles, sus banqueros, inversores, abogados, asesores de relaciones públicas, sindicatos y otros, todos luchando desesperadamente para que la humanidad siga siendo adicta a sus productos. Eso significa oponerse a alternativas bajas en carbono y calificar de «radicales verdes» a los abuelos que se preocupan por el futuro de sus nietos.
«Pensemos en esto como en una guerra sin fin», dijo el asesor de relaciones públicas Richard Berman a ejecutivos de la industria del petróleo y el gas, reunidos en junio en Colorado.
Es una guerra sucia contra las organizaciones ambientalistas y quienes las apoyan. Los ejecutivos de la industria deben estar dispuestos a explotar emociones como el miedo, la codicia y la indignación del público contra organizaciones e individuos que defienden el medioambiente, señala Berman, según cita en un artículo de The New York Times.
Berman, experto en relaciones públicas de la industria del tabaco, formuló esas declaraciones en un evento patrocinado por la Western Energy Alliance, entre cuyos miembros figuran las firmas Devon Energy, Halliburton y Anadarko Petroleum. El discurso fue grabado en secreto por un ejecutivo de la industria de la energía ofendido por las tácticas.
Berman aconsejó a importantes corporaciones energéticas que financiaban en secreto campañas anti medioambientales, que no se preocuparan por ofender al público en general, porque «se puede ganar feo o perder lindo», según dijo.
«Grandes Radicales Verdes» es la más reciente –y multimillonaria– campaña de Berman y compañía.
Toma por blanco a organizaciones como el Sierra Club y el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales. También ataca agresivamente a entidades que se oponen a la fractura hidráulica y presiona para impedir que haya controles más estrictos sobre ese procedimiento, que contamina tanto el aire como el agua.
Berman también promete estricta confidencialidad a todo aquel que financie sus esfuerzos, diciendo: «Canalizamos todo esto a través de organizaciones sin fines de lucro, que no tienen que revelar los nombres de sus donantes».
Berman no está solo en sus esfuerzos. Cada año, la industria de los combustibles fósiles gasta cientos de millones de dólares en relaciones públicas, publicidad y cabildeo en Estados Unidos, Canadá, Australia y otros lugares.
«Aquellos que eligen ignorar o cuestionar la ciencia tan claramente expuesta en este informe lo hacen a gran riesgo para todos nosotros, y para nuestros hijos y nietos», dijo Kerry al concluir sus declaraciones sobre el informe del IPCC.
El hecho de que Kerry apele al sentido de moralidad de la industria de los combustibles fósiles en vez de endurecer las regulaciones sobre las emisiones de dióxido de carbono deja en claro el gran poder que ejerce la industria en el sistema político de Estados Unidos.
El 2 de este mes en Copenhague, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, dijo lo que Kerry no pudo, y urgió a grandes inversores como los fondos de pensiones y las empresas de seguros a reducir sus inversiones en los combustibles fósiles y a destinarlas, en cambio, a las energías renovables.
Es un comienzo, pero todos los que creemos que nuestros hijos y nietos tienen derecho a un planeta en el que se pueda vivir requerimos mucha más acción.