La pashmina se obtiene de la lana de cabras changras, que habitan la región de Ladaj, situada en el estado indio de Jammu y Cachemira que forma parte de la meseta tibetana, a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar, un lugar conocido como «el techo del mundo».
Poca vegetación crece en estas áreas, donde la temperatura puede caer a 35 grados bajo cero. Los nómadas changpa viven de sus rebaños de ovejas, yaks y cabras. En Changthang, también en la meseta tibetana, no suelen caer nevadas intensas. Pero eso está cambiando. Este año ha habido algunas que privaron a los changpas de forraje para sus animales.
«Esta es la segunda vez en los últimos cinco años que veo una nevada tan fuerte», dice Bihkit Angmo, una pastora de 53 años, con la que hablamos junto a su tienda de campaña en Jarnak, un asentamiento nómada ubicado 173 kilómetros al este de Leh, la capital de Ladaj.
Esta tendencia de nevadas en zonas altas preocupa a los habitantes del lugar, agrega.
El pasado verano ya trajo sus propios problemas, como la sequía que dejó áreas resecas e incluso yermas. «Fue terrible, tuvimos que recorrer largas distancias para hallar pasturas adecuadas», relata Angmo.
Al derretirse la nieve este verano ha hecho que volviera parte de la vegetación, pero para entonces las pérdidas ya eran serias. La Oficina de Distrito de Cría de Ovejas de Leh sostiene que han muerto 24.624 cabezas de ganado debido a las inclemencias del tiempo.
Así se ha puesto en serio riesgo el negocio de las pashminas. La lana que se obtiene de las cabras es muy cálida, por el frío en el que tiene que sobrevivir el animal. Con un diámetro de entre 14 y 19 micras, los filamentos de la pashmina son seis veces más finos que el cabello humano.
Generación tras generación, los artesanos cachemires han usado esta fibra para elaborar el prestigioso chal, tejido a mano y a menudo adornado con delicados bordados. Uno de estos mantones de pashmina originales pueden costar entre 200 y 600 dólares.
Las exportaciones de pashmina alcanzaron los 160 millones de dólares en la temporada 2011-2012, según un estudio económico del gobierno del estado.
Ahora, con los extremos del verano y del invierno, las cabras mueren de hambre o de frío.
La familia de Angmo es una de las pocas que han permanecido en Jarnak para seguir criando cabras. De las 98 familias originales, 83 han emigrado, según Mohammad Sharief, funcionario de la Oficina del Distrito. «Nuestros estudios muestran que entre cinco y 10 familias del área de Changthang emigran cada año hacia la ciudad de Leh», señala.
Según Sharief, hay 2.500 familias changpas que crían unas 200.000 cabras en Changthang. Cada una produce 250 gramos de lana por temporada, que se vende a unos 35 dólares el kilo.
Los nómadas de Changthang han creado su propio vecindario en Leh, llamado Jarnak Ling. «Todas las familias que han emigrado de Jarnak y otros cinturones de Changthang se han instalado aquí», dice Sharief.
Motub Angmo, de 43 años, está entre quienes dejaron Jarnak hace cuatro años para establecerse en Leh. Estaba cansado de la dura vida en la montaña, explica, y se fue con su familia tras vender las 300 cabras que poseía.
«Ahora no tenemos ganado; trabajamos como peones», nos dice. Sus cinco hijos estudian en una escuela normal en Leh. Las escuelas móviles que el gobierno había creado para los nómadas en las montañas no tuvieron éxito.
Si las cosas continúan de esta manera, Sharief cree que la cría de cabras pashminas llegará a su fin en las próximas dos décadas.
Eso también significará el fin del sustento para unas 300.000 personas del estado indio de Jammu y Cachemira, que dependen directa o indirectamente de las pashminas, según Shariq Farooqi, director del Instituto de Desarrollo de Artesanías de Srinagar, la capital estival del estado.
«Todos dependemos de la pashmina para fabricar chales», dice el vendedor de prendas Ashraf Banday. «Cualquier amenaza a su elaboración es una amenaza a nuestro sustento».
La industria de las pashminas de Cachemira ya sufre porque hay en el mercado chales que no son auténticos. «Si se reduce la producción de pashminas la hará aún más vulnerable», señala.
Según Sharief, el ministerio de productos textiles de India sabe del problema que implica la emigración de los changpas y está tomando medidas para que retornen. «Contamos con un presupuesto de 1,2 millones de dólares para almacenar alimentos en bancos de forraje que puedan usar en invierno», explica. «También planeamos distribuir tiendas de campaña y refugios a los nómadas», agrega.
Su departamento intenta reubicar en Changthang a familias que emigraron a Leh. «El año pasado reasentamos a dos familias en Jarnak y creamos minigranjas para ellas, dándole a cada una 50 animales sin coste», dice Sharief.
Apenas se hayan establecido les retirarán algunas cabras y se las darán a otras familias. Sharief espera que el ciclo pueda reproducirse hasta que la mayoría de las familias estén reubicadas.
La desaparición de cabras pashminas también puede entrañar el fin de la cultura única de los changpas, explica. La mayoría son seguidores del budismo tibetano y tienen una compleja serie de tradiciones centradas en su ganado. Los nómadas también practicaban la poliandria, aunque esa costumbre está cambiando entre las generaciones más jóvenes.