Las islas y los glaciares son el termómetro del cambio climático. Miles de islas pueden desaparecer si el nivel de los mares aumenta a causa del deshielo de los casquetes polares. Hay países que pueden desaparecer. Es la preocupación que viven los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo. Por eso la ONU ha declarado al 2014 como «Año Internacional de los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo», y hoy empieza la Conferencia Internacional en Samoa, uno de los países que más teme acabar engullido por el océano.
Barbados, Fiji, Marshall, Kiribati o Timor Oriental son los más vulnerables a los desastres naturales y medioambientales, además de enfrentarse al problema de la superpoblación o el aislamiento y tener escasas posibilidades de crear economías de escala. Sin embargo, su principal reto es consecuencia del cambio climático: su desaparición.
En la conferencia, participan funcionarios de alto nivel de las Naciones Unidas, incluido el Secretario General Ban Ki-Moon. También asisten representantes de más de cien países, organizaciones no gubernamentales y el mundo académico, además de directivos de empresas.
El Comisario de Desarrollo de la UE, Andris Piebalgs, representa a la Unión Europea en este evento, que se celebra cada diez años y que tiene por objeto poner en el punto de mira los retos considerables a los que se enfrentan estas islas pequeñas. Con su presencia quiere confirma el renovado compromiso de la UE de hacer frente a las necesidades especiales y las debilidades de estos Estados.
Por su reducido tamaño, la falta de mercados nacionales y de economías de escala, los PEID adolecen de aislamiento geográfico y disponen de una capacidad institucional limitada. Todos ellos se ven muy afectados por el cambio climático y tienen que hacer frente a la subida del nivel del mar, a una gran dependencia de combustibles fósiles importados muy costosos y a frecuentes catástrofes naturales o de origen humano.
Piebalgs ha declarado que «las islas pequeñas pueden contar con el apoyo de la UE para hacer frente a esos retos en su camino y la Unión seguirá siendo, como lo ha sido hasta ahora, su gran donante y un socio comercial fundamental para ellas».
«Aunque miles de kilómetros separen la UE de los PIED, nos une la voluntad de afrontar desafíos comunes como el cambio climático, el acceso a una energía sostenible, la protección de los océanos y de la biodiversidad y la seguridad alimentaria». El comisario Piebalgs también participa en el Foro de la Asociación del Sector Privado, lo que brindará una oportunidad para hacer hincapié en el papel fundamental que desempeña el sector privado en la cooperación de la UE con estos pequeños Estados a través del turismo y la energía sostenibles o el apoyo a las pequeñas y medianas empresas.
Colaboración europea con los PEID
Los PEID forman un grupo heterogéneo de 39 países de África, América y Asia. A pesar de sus diferencias y variaciones, comparten características y necesidades comunes, se enfrentan a las mismas dificultades y sufren debilidades específicas de carácter económico, social y medioambiental.
El apoyo de la UE a los PEID en el marco de la cooperación para el desarrollo y la ayuda humanitaria ascendió a casi 3.500 millones de euros durante el período 2007-2012.
Además, 16 de estos Estados participan activamente en proyectos del 7º Programa Marco de Investigación, y reciben, aproximadamente, 9 millones de la Unión Europea.
La UE también les presta apoyo a través de acuerdos de pesca sostenible, que son acuerdos con países no pertenecientes a la UE para que los buques de la UE puedan pescar en la zona económica exclusiva de esos países, en un entorno regulado jurídicamente. A cambio la UE paga una contribución financiera a los países asociados, que ascendió a 7 millones en 2013.
Estados insulares con el agua al cuello
En el grupo de islas Carteret, en Papúa Nueva Guinea, unos 3.000 isleños residentes están siendo reconocidos como los primeros refugiados del mundo sobre el cambio climático. Se están haciendo preparativos para reubicarlos cerca de Bougainville, una gran isla montañosa, durante el próximo año o dos. Para ellos, hablar de cambio climático y la elevación de los mares no es un concepto abstracto, sino que es una cruda realidad.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el cambio climático (IPCC) concluye que «el impacto del aumento del nivel de mar en los Estados insulares bajos del Pacífico de Kiribati, Tuvalu, Tokelau y las Islas Marshall puede, en un principio, plantear riesgos a su soberanía o su existencia».
Según informes de ACNUR, Tuvalu, país de la región de la Polinesia que se encuentra entre Australia y Hawai, podría desaparecer en los próximos 50 años y su gobierno ha planteado la posibilidad de su completa inmersión como una preocupación fundamental. Asimismo, Kiribati, en Australia, ha buscado garantías para la población en caso de que todo su territorio quede sumergido.
Sin embargo, no hay ninguna lista definitiva de Estados en situación de riesgo de «hundimiento». Un reciente informe habla de hasta 40 países que pueden estar en riesgo, aunque todo parece indicar que se necesitan más investigaciones sobre la vulnerabilidad de otros Estados insulares.
Incluso si estos Estados no se «hunden», podrían ser cada vez más inhóspitos a causa de los efectos del cambio climático como la incursión del agua de mar en tierra agrícola y en el suministro de agua dulce, fenómenos meteorológicos extremos y frecuentes y aumento de las enfermedades transmitidas por insectos, alimentos y agua, como la malaria, el dengue y diarrea. La despoblación sería otro de los problemas. Los ciudadanos de los Estados afectados quedarían desplazados.
Según ACNUR, la población total de Kiribati, Tuvalu, Tokelau, las Maldivas y las Islas Marshall suma menos de 600.000 personas. Este número se podría considerar pequeño en relación con el total de personas que podrían ser desplazadas permanente o temporalmente debido a las inundaciones, que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) calculó en 330 millones, si las temperaturas globales aumentaran de tres a cuatro grados centígrados.
Sin embargo, en términos absolutos el desafío sería considerable y podría llevar al exilio de las poblaciones afectadas.