«Hemos decidido lanzar un programa de compra de activos ampliado que se va a sumar a los programas actuales», arrancaba Draghi en una de sus ruedas de prensa más esperadas. Era el preludio de un plan de estimulo económico más ambicioso de lo esperado en un primer momento, que ha superado todas las expectativas.
Según lo acordado, la entidad inyectará 60.000 millones de euros mensuales a partir de marzo de este año. De ellos 45.000 millones se destinarán a la compra de bonos y 15.000 millones a la compra de activos privados, de manera que la deuda pública supondrá en torno al 75% de las inversiones. El BCE tiene intención de mantener este plan de compras hasta septiembre de 2016, lo que en conjunto supondrá una inyección de más de un billón de euros. No obstante, Draghi ha advertido en su comparecencia que el plan de compras podría alargarse más si no se consigue el objetivo de inflación del 2%.
Superar las reticencias alemanas
Con estas medidas el BCE ha pretendido conseguir un golpe de efecto en la economía y disipar la sombra de la deflación, que cada vez es más alargada en la Eurozona. «Se trata de contrarrestar la dinámica negativa», ha explicado Draghi, que a la vez ha conseguido dar un golpe de timón y escenificar una independencia de Alemania, que vive obsesionada con no repetir los episodios de hiperinflación de la República de Wimar.
Mario Draghi ha conseguido sacar adelante una fórmula híbrida que contenta, en cierto modo, al Bundesbank, y que a la vez consigue compartir parte de los riesgos. Según lo aprobado este jueves, el BCE comprará deuda pública en función del peso que tiene cada país (en el caso de España un 13%). En la práctica, serán los bancos centrales los que adquieran los títulos. Una vez realizada la operación, el 20% se mutualizará entre todos los estados miembros, de manera que se repartan los riesgos ante posibles impagos. El 80% restante lo asumirá el banco central correspondiente. «De esta manera se mitigan las preocupaciones de algunos países sobre las consecuencias fiscales inesperadas de un programa de compras con volumen tan elevado», ha explicado Draghi.
Sobre el papel, el programa también abre la puerta a la adquisición de títulos de países en proceso de rescate. Sin embargo, Grecia y Chipre se quedan fuera, por el momento, al no contar con la nota necesaria de las agencias de calificación. En cualquier caso, el BCE no descarta negociar este tipo de operaciones con ambos países, el presidente del BCE ha explicado que la entidad podría plantearse comparar bonos griegos en julio, si el Gobierno que salga de las urnas pacta un tercer rescate.
Reacción inmediata de los mercados
Hacía días que el optimismo y los buenos augurios inundaban los parqués de media Europa. Es por ello que la reacción no se ha hecho esperar y prácticamente todas las bolsas europeas han cerrado en verde. La subida ha sido especialmente notable en España, donde el IBEX 35 ha cerrado por encima de los 10.500 puntos, el nivel más alto del año, y en Italia, donde el Mib ha repuntado más de un 2%.
La euforia se hacía especialmente evidente en el mercado de deuda, provocando una caída generalizada del interés del bono a 10 años. Incluso la deuda griega ha visto cómo la rentabilidad exigida caía ocho décimas. La prima de riesgo española, por su parte, cerraba la sesión en 95 puntos básicos, el nivel más bajo desde 2010.
También ha caído la cotización del euro frente al dólar, lo que se espera que se traduzca en un aumento inmediato de las exportaciones y del turismo. Además, según los analistas, al reducirse el coste de la deuda, cabe esperar que los Gobiernos empiecen a suavizar las políticas de austeridad y los recortes y destinen el dinero que ya no necesitan para pagar intereses a otro tipo de inversiones.
Y no sólo a nivel macroeconómico; las medias anunciadas este jueves por Mario Draghi tendrán también efecto a pie de calle. Previsiblemente el Euribor se mantendrá en mínimos históricos y gracias al plan de estímulo la banca conseguirá una mayor liquidez, lo que se traducirá en un impulso del mercado inmobiliario. Es previsible que esa liquidez llegue igualmente a los grandes fondos de inversión, que suponen un estímulo para la economía.