LONDRES, (IPS) - Durante buena parte de 2011, políticos y observadores del mercado financiero han soñado con que China viniera al rescate de una economía mundial en crisis, mientras que en Beijing se preocupaban por la alta inflación y la inestabilidad social dentro de su propio país.
Ahora, mientras que China se prepara para el inicio del Año del Dragón, a fines de este mes de enero, muchos son pesimistas, y otros esperan que la batalla para evitar la recesión se libre más cerca de sus fronteras.
En una conferencia de prensa en Beijing el asesor del gobierno chino sobre asuntos comerciales Mei Xinyu señaló que «Es totalmente posible que 2012-2013 vea el tercer capítulo de la crisis económica mundial tras la crisis de las hipotecas de alto riesgo de 2008 y de la crisis de deuda soberana de la Unión Europea en 2010-2011». Agregó que «Las economías emergentes bien pueden convertirse en el centro de eso. Son vulnerables por su inestabilidad inherente, pero también porque debido a la reciente crisis las potencias económicas actuales intentan contener su crecimiento». Estos temores sobrevienen cuando la propia China entra en un periodo de desaceleración, en el que se reducen las exportaciones debido a una menor demanda en la eurozona, se desploman los precios de las propiedades, y hay un fuerte endeudamiento en los gobiernos locales y un miedo generalizado a la inflación.
Los líderes chinos advirtieron que la segunda mayor economía mundial enfrentará un panorama global «extremadamente nefasto y complicado» en 2012. La economía mundial se dirige hacia una doble recesión (es decir, una seguida de una breve recuperación que dé paso a otra recesión), y la ampliación de la crisis de la eurozona volverá incierto el futuro del mayor socio comercial de China.
A esta incertidumbre se suma el cambio de liderazgo previsto para este año y el próximo, dado que China se prepara para cambiar las autoridades del Partido Comunista, de los órganos del gobierno y del Ejército Popular de Liberación. El último cambio en la cúpula, tuvo lugar en 2002-2003, fue la primera vez que el país comunista se las arregló para orquestar un traspaso pacífico del poder. Lo que complica el actual es el hecho de que 2012 es un año políticamente delicado, en el que se transferirá el poder tanto en Beijing como en Taiwán y Hong Kong. Estados Unidos también tendrá este año sus elecciones presidenciales, lo que podría alterar una de las relaciones más importantes de China.
En 2012 tampoco faltarán supersticiones políticas, originadas por la creencia del pueblo chino en que el Año del Dragón, que generalmente es bueno, a veces también puede ser calamitoso. En 1976, por ejemplo, se produjo el terremoto más devastador en la historia moderna de China, matando a unas 250.000 personas en la ciudad de Tangshan. En ese Año del Dragón también falleció el líder Mao Zedong, abriendo el camino para el rápido cambio económico que experimentó el país. A diferencia del gobierno de Mao, en que China era controlada por un solo individuo poderoso, el país está actualmente dirigido por un equipo de miembros del Partido, a menudo rivales, y el proceso de gobierno depende del consenso entre esos poderosos grupos de intereses.
Su Chi, del Instituto de Estudios Chinos de la Universidad de Tamkangm en Taiwán prevé que «La próxima generación de líderes chinos será muy diferente». «El proceso de dispersión del poder continúa, y mientras que en el pasado se concentraba en manos de pocos líderes fuertes, ahora hay hasta 400 personas en la elite del Partido que toman las decisiones. Taiwán y todo el mundo tendrán que prepararse para esto», agregó.
Si el actual presidente taiwanés Ma Ying-jeou -que se postula a la reelección- pierde ante Tsai Ing-wen, presidenta del Partido Democrático Progresista, que favorece la independencia en relación a China continental, Beijing se encontrará con un problema real. De modo similar, si las elecciones presidenciales en Estados Unidos le dan la victoria al Partido Republicano, podría haber un cambio de clima entre los dos países, con Washington adoptando un enfoque mucho más duro hacia Beijing en materia de comercio y divisas.
Pero el principal desafío para Beijing es la situación interna del país. Problemas económicos como una inflación persistente y un mercado inmobiliario en crisis van en aumento, y el gobierno intenta aplacar el malestar social previo al cambio de autoridades, cuyo inicio está previsto para octubre.
El presidente y jefe del Partido, Hu Jintao -quien promovió la armonía social pero sofocó las reformas políticas-, se retirará junto con el primer ministro Wen Jiabao, un líder populista que ha descrito la actual situación económica del país como «insostenible». Ambos dirigentes son vistos como cautos, carentes del carisma y la osadía de algunas de las figuras políticas de otrora, como el ex primer ministro Zhu Rongji (1998-2003), quien en 2001 hizo entrar a China en la Organización Mundial del Comercio.
Pero es probable que los sucesores de Hu y Wen sean igualmente cautos y se mantengan atentos a eliminar toda potencial amenaza a que el Partido Comunista mantenga el control político. El vicepresidente Xi Jinping -a quien se considera el sucesor del jefe del Partido Hu Jintao- exigió medidas más severas para el control ideológico de estudiantes y jóvenes conferencistas. Este es el grupo social que en 1989 lideró pacíficas manifestaciones a favor de la democracia contra el mandato del Partido Comunista y sufrió recriminaciones tras el ataque armado contra quienes protestaban en la plaza Tiananmen.
La exigencia de Xi se produjo pocos días después de que Hu publicara un comunicado advirtiendo que Occidente intenta dominar a China propagando su cultura e ideología y que el Partido debe mantenerse vigilante en relación a las «fuerzas internacionales hostiles».