A pesar de estas advertencias, hay temores de que el plan de acción que se espera sea acordado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, Río+20, deje fuera el asunto clave del agua y el saneamiento. «Muchos están perdiendo su fe en el sistema de Naciones Unidas, y un resultado débil de Río+20 contribuirá a esa desconfianza», alerta Karin Lexen, del Instituto Internacional del Agua de Estocolmo. «Por supuesto, nos gustaría ver un resultado contundente, con compromisos concretos y con visión de futuro».
La experta señala además que sería importante que los líderes reunidos en Río de Janeiro acordaran nuevas metas de desarrollo sostenible. Como elemento clave de la economía, el agua claramente debe ser tema de una de las metas, pero también ha de estar incluida en otras referidas a sectores como la energía y la alimentación.
Para el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, la cumbre debe lograr progresos en los elementos fundamentales de la sostenibilidad: energía, agua, alimentación, ciudades, océanos, empleo y empoderamiento de las mujeres.
Por su parte, la reportera especial de la ONU sobre el derecho humano al agua y al saneamiento, Catarina de Albuquerque, insta a los estados miembros a contemplar este tema en Río+20. Tras el fracaso en tres rondas de conversaciones en Nueva York de Albuquerque ha enviado una carta abierta a los gobiernos que discuten el documento final del encuentro, en la que expresa su preocupación por la posibilidad de que se excluya del texto un reconocimiento expreso del derecho humano al agua y al saneamiento.
Señala que «algunos países sugirieron un lenguaje alternativo que no hace explícita mención del derecho humano al agua y al saneamiento. Otros han intentado reinterpretarlo e incluso diluir el contenido de este derecho».
De Albuquerque subraya que el acceso al agua ya ha sido reconocido como derecho humano tanto por la Asamblea General de la ONU como por el Consejo de Derechos Humanos del foro mundial en 2010.
Cuando fijen metas sobre acceso al agua potable, los líderes reunidos en Río+20 deberán integrar el concepto de ese recurso como derecho humano, insiste. El agua debe estar disponible en cantidades suficientes para proteger la salud y la dignidad humanas, en especial para los más marginados, señala.
Por su parte Lexen opina que en Río+20 es clave acordar «una gestión sabia y sostenible del agua». Si todo sigue como está, la demanda mundial de agua podría superar a la oferta en un 40 por ciento para 2030.
Esto, avisa, pondrá en riesgo también a la energía y a la alimentación, incrementará los costes de la salud pública, limitará el desarrollo económico, desatará tensiones sociales y geopolíticas y causará daños ambientales duraderos. «Por lo tanto, los fundamentos de una economía verde eficiente deben construirse sobre el agua, la energía y la seguridad alimentaria, y esos temas tienen que enfocarse de forma integrada y global, además de quedar reflejados» en el documento final de Río, sostiene.
Lexen opina que las conferencias internacionales aún no le han dado al agua el lugar prominente que merece, considerando su papel fundamental para la vida y el desarrollo, además de ser herramienta para la cooperación pero también posible motivo de conflictos.
Aunque el agua se menciona en el borrador de la declaración de Río+20, se excluye en otras áreas relacionadas. Las delegaciones siguen debatiendo sobre el concepto del acceso al agua y al saneamiento como derecho humano, cuando faltan pocos días para que comience la cumbre. «Tenemos mucho trabajo en la última semana que queda por delante, y en la misma cumbre, para asegurar que haya compromisos concretos y un resultado contundente», afirma Lexen.