Las acampadas realizadas durante los primeros meses permitieron fraguar lo que sería el futuro del movimiento. Más allá de las prácticas tradicionales, un nuevo modo de acción política se ponía en marcha. Cada plaza se convirtió en una gran Asamblea, donde personas de toda procedencia, condición y edad se entregaban a largos debates, intercambiando propuestas, posicionamientos, conocimientos, sentimientos y experiencias, en un ejercicio de socialización que situaba el interés colectivo por encima de los individualismos.
Un punto fundamental en esta primera fase fue la expansión del movimiento con la creación de Asambleas en los barrios de las grandes urbes, así como en los distintos pueblos y ciudades. Gracias a ello se promovió una mayor participación ciudadana y el movimiento enlazó con las diferentes realidades locales.
A este proceso se unió otro, el de la creación de Comisiones y Grupos de Trabajo que centraban sus debates, propuestas y acciones en ámbitos más concretos (economía, política, medio ambiente, etc.), lo que permitió profundizar en el tratamiento de estos temas.
Con estas semillas, la desaparición de las acampadas no implicó la del movimiento, sino una transformación hacia un nuevo modelo de organización y funcionamiento. Las diferentes Asambleas, Comisiones y Grupos de Trabajo se han constituido como la base de este nuevo movimiento ciudadano. El peso de la movilización cambió de pié: seguía en la calle, reivindicándola como espacio para el encuentro de los ciudadanos, pero no bajo una lona.
A partir de aquí, el trabajo desarrollado ha ido en tres líneas diferenciadas pero relacionadas entre sí: la información, la acción y las redes. En primer lugar, las Asambleas han funcionado como laboratorio de ideas. El propio funcionamiento y los protocolos seguidos en la toma de decisiones han ido variando con el tiempo, convirtiéndose en sistemas cada vez mejor articulados para lograr acuerdos que realmente sean producto del consenso de todas las partes. Por otro lado, y fruto de los debates realizados, se han ido generando infinidad de materiales informativos, así como un buen conjunto de propuestas bien argumentadas y articuladas que suponen una alternativa a los modelos, políticas, normativas y conductas vigentes en la actualidad.
La segunda línea de desarrollo ha sido la de las acciones. La movilización tiene su cara más visible en las manifestaciones, que han sido incontables en estos meses. En las principales ciudades del estado español se han llegado a realizar a diario, incluso más de una al día, con diversas causas y objetivos: denunciando la mala calidad de la democracia, en defensa de los servicios públicos, contra la privatización de las cajas de ahorro, contra la reforma laboral, la reforma constitucional, el Pacto del Euro, la destrucción medioambiental, el modelo urbanístico, los desahucios, la especulación, la corrupción política, y un largo etcétera.
Alternativa al «pensamiento único»
A estas acciones se unen otras menos visibles pero igual de importantes; las de difusión e información. Las Asambleas, Comisiones y Grupos de Trabajo muestran una actividad incesante en la organización de distintos tipos de foros, jornadas, encuentros y otras actividades que tratan de trasladar al resto de la ciudadanía una visión del mundo que supone una alternativa al pensamiento único impuesto por los poderes económicos, políticos y mediáticos. El objetivo: generar pensamiento crítico, que cada cual tenga acceso a la información y el conocimiento para poder pensar por si mismo y actuar en consecuencia. No se trata de impartir otro dogma, sino de hacernos libres.
Además de las manifestaciones y las actividades informativas, se ha impulsado otra línea de acciones de tipo más pro-activo, con actividades como la Campaña contra los paraísos fiscales, la creación de la Plataforma para la auditoría ciudadana de la deuda, el Tribunal Popular de Justicia o la Oficina Precaria, el fomento de grupos de consumo y redes de proximidad, la creación de cooperativas de empleo y mercados sociales, la ocupación de edificios vacíos para el realojo de familias desahuciadas y el desarrollo de actividades sociales y culturales, las brigadas vecinales contra el racismo, la creación de huertos urbanos, o la realización de comidas populares y de mercadillos de intercambio de bienes usados. Como acción singular, la de las Marchas indignadas, que desde diferentes puntos recorrieron España durante los meses de junio y julio llevando la práctica asamblearia a cada pueblo y recopilando las inquietudes y necesidades de sus habitantes.
La tercera línea de avance ha sido la relacionada con la generación de redes. Si bien toda participación en el 15M se realiza de forma totalmente personalista, desde el principio se ha nutrido de las aportaciones de otras organizaciones y movimientos (sociales, ecologistas, antiglobalistas, feministas, vecinales, etc.) que llevan tiempo en la lucha, y se realiza un trabajo activo para dinamizar las relaciones entre unos y otros grupos. El 15M se constituye así como foro de encuentro entre los que ya estaban, así como entre estos y los que ahora llegan. Y esto se produce precisamente ahora y a través de este movimiento por su carácter multidisciplinar, horizontal y participativo, que apunta hacia una transformación profunda de la realidad.
Indignación global
También a nivel internacional se promueven estas redes. La Marcha a Bruselas, la participación de «quincemistas» en el inicio de las movilizaciones en otros países, el apoyo a Occupy Wall Street, la participación en el contra-foro de Niza, la creación de la Red Internacional de Auditoría de la Deuda, las visitas y relaciones con la plaza Sintagma o la convocatoria de la manifestación mundial el pasado 15 de octubre a la que se unieron más de 900 ciudades en un centenar de países son muestras de ello. Los miembros del 15M han sido solicitados para asistir a diferentes encuentros y foros internacionales, especialmente a nivel europeo, con lo que el intercambio de experiencias y metodologías, la puesta en común de herramientas y objetivos y la generación de sinergias van cobrando fuerza en el ámbito internacional.
Se puede afirmar que el 15M ha tenido una repercusión importante sobre la realidad social y política tanto a nivel local como global. Primero, se han sacado a la luz las diversas problemáticas inherentes al actual modelo socioeconómico y político, poniéndolas en el centro del debate público. En segundo lugar, se ha invertido la dinámica de despolitización social, entendiendo que la política es demasiado importante para dejarla en manos de unas élites y que debe ser retomada por la ciudadanía. Tercero, se generan nuevas metodologías de funcionamiento e intervención que están impregnando poco a poco a otros movimientos y organizaciones. Cuarto, los propios partidos políticos y organismos públicos intentan legitimar su estatus reproduciendo, de manera más o menos desvirtuada, propuestas del movimiento, lo que puede tener a medio plazo una incidencia importante. Por último se puede señalar que el aumento de la movilización ciudadana y el activismo han sido considerables y todo hace suponer que este fenómeno sea creciente en los próximos años.
Éste es un movimiento social, con las potencialidades y limitaciones que ello conlleva. Por sí solo no tiene capacidad para realizar los necesarios cambios que permitan desarrollar un modelo político y socioeconómico más justo y viable, pero puede ayudar a que esto suceda. Sus herramientas son la información, la acción ciudadana y su carácter aglutinador de personas, movimientos y organizaciones. Es en este marco en el que puede desenvolverse, marcarse y alcanzar metas.
El futuro del 15M está por escribir. La pluralidad del movimiento, la autonomía de los diferentes nodos y su marcada espontaneidad abren un amplio abanico de posibilidades. Pero hay ciertos factores que confluyen y pueden resultar determinantes. Por una parte, la crítica situación de un sistema capitalista abocado a la desaparición o bien a la destrucción del mundo tal y como lo conocemos. Por otra, el aumento del nivel de conciencia ciudadana sobre esta realidad. En este contexto, y contando con la ilusión, determinación y empuje de las miles de personas que integran el 15M, este movimiento social tiene todos los visos de convertirse en uno de los acicates para el cambio de modelo que pueda llevarnos a un mundo mejor.