Antes de tener el euro como moneda oficial los letones ya están cansados de él. El 60 por ciento de los ciudadanos están en contra desilusionados por las medidas de austeridad y las bajadas de salarios a las que han tenido que someterse para que la UE diera el visto bueno y decidiera que están preparados para entrar en el club de la moneda única como miembro número 18.
El Gobierno no quería devaluar la moneda nacional, el lat, que habría retrasado la adopción del euro, por lo que los letones han tenido que ajustarse el cinturón.
Las promesas de que la moneda europea dará una mayor confianza a los inversores y de que mejorará el comercio no hacen mucho efecto en una población preocupada por la posibilidad de que el euro lleve a una subida de los precios por mucho que el ministro de Hacienda les asegure que la subida solo será de entre un 0,2 a un 0,3 por ciento y les invite a fijarse en su vecina del norte, Estonia, que adoptó el euro en 2011.
Muchos de los ciudadanos de la exrepública soviéticaestán hastiados de tanto cambio de moneda. Tras la independencia de Rusia, en 1990, será la cuarta vez que cambian de moneda en sus carteras: el rublo soviético, el rublo letón, el lat letón y el euro.
Después de las campanadas de medianoche del 31 de diciembre el primer ministro saliente, Valdis Dombrovskis retirará los primeros billetes de euro de un cajero automático iniciando así la entrada en la eurozona.
Dombrovskis dimitió recientemente por el derrumbre del techo de un supermercado de Riga el pasado 21 de noviembre, accidente en el que murieron 54 personas. La peor tragedia en tiempos de paz que haya tenido lugar en el país.