Análisis de Hisham Allam
El Cairo, (IPS) - En menos de tres días, Egipto ha pasado de estar bajo control de religiosos islamistas a manos de militares y civiles laicos. Mohammad Morsi, el primer presidente democráticamente elegido del país, fue derrocado por el ejército el 3 de julio, tras las multitudinarias manifestaciones a favor de su dimisión en el primer aniversario de su mandato. Dos días antes, las poderosas Fuerzas Armadas habían lanzado un ultimátum de 48 horas para que Morsi cumpliera con «los exigencias del pueblo», un día después de que millones de manifestantes salieran a las calles de todo el país exigiendo su renuncia.
La posición de Estados Unidos hacia sus aliados en Egipto (la Hermandad Musulmana) ha sido crucial. El presidente Barack Obama hizo saber que Washington evaluará las consecuencias que la caída del gobierno de Morsi puede tener en la ayuda que presta a Egipto. Alrededor del 20 por ciento del presupuesto militar egipcio depende de fondos procedentes de Estados Unidos. Sin embargo, Obama no ha hablado de golpe de Estado, mientras muchos egipcios consideran que se trata de una movilización que completa la revolución del 25 de enero de 2011, apoyada por el ejército.
Menos de 15 horas después de haber anunciado los planes para la transición, el ministro de Defensa, Abdel Fatah al-Sisi, suspendió la nueva Constitución y nombró al presidente del Tribunal Constitucional, Adly Mansour, presidente interino durante los próximos seis meses, como establecía la carta magna de 1971.
Tras la caída de Morsi, se han registrado varios cambios. El índice de la Bolsa de Valores subió un 7,5 por ciento, algo que no sucedía desde 2010. El valor de las acciones no bajó hasta el final del día, lo que también es un logro sin precedentes en la historia bursátil de este país. El analista económico Mohsen Adel explica que se espera asimismo un aumento sostenido de los indicadores bancarios. A escala regional, los hechos del miércoles parecen contribuir a que Egipto mantenga su rol de liderazgo en el mundo árabe y renueve relaciones con varios países vecinos. Qatar, el apoyo más firme del expresidente Morsi, anunció a través de la cadena de televisión Al Jazeera que apoyará a Egipto en tanto líder del mundo árabe e islámico. El nuevo emir qatarí, Tamim ben Hamad, envió sus felicitaciones al nuevo presidente y al pueblo egipcios.
Tanto Arabia Saudita como Emiratos Árabes Unidos (EAU) han hecho saber a El Cairo que le suministrarán financiamiento y petróleo. Las relaciones entre Egipto y Emiratos estaban tensas tras el arresto en territorio emiratí de una presunta célula terrorista conformada por integrantes de la Hermandad Musulmana de Morsi. EAU se negó a liberarlos, y varios dirigentes de la Hermandad atacaron a las autoridades de Emiratos.
El 17 de junio, Esam Al-Eryan, vicepresidente del Partido Libertad y Justicia, brazo político de la Hermandad Musulmana, pidió en el Consejo de la Shura (cámara alta del parlamento) al embajador egipcio que transmitiera este mensaje a EAU: «El pueblo emiratí es ignorante y tiene un comportamiento vergonzoso, y la potencia nuclear de Irán invadirá el país y lo convertirá en esclavo». «El mapa de las relaciones egipcias con muchos países vecinos será testigo de un enorme cambio», explica el director del Instituto Al-Ahram para los Estudios Estratégicos y Políticos, Emad Gad.
Gad admite que las relaciones con Estados Unidos pueden ser tensas de momento, por el apoyo de Washington a Morsi y a la Hermandad. Las relaciones estratégicas entre los dos países tienen raíces profundas, y si Estados Unidos continúa presionando a Egipto, amenazándolo con reducir o interrumpir su ayuda militar, también pueden cambiar los vínculos de El Cairo con Moscú, según advierte este analista.
Tal cambio representaría un peligro importante para Washington, porque entonces Egipto pasaría a obtener armas de Rusia, lo que amenazaría tanto el control estadounidense sobre el ejército egipcio como la seguridad nacional estadounidense. Las tensiones de Egipto con Siria se apaciguarán y es posible que no deriven en ninguna decisión hostil contra el régimen de Bashar al Assad, continua Gad, aunque el nuevo gobierno no se pliegue tampoco a apoyar a Damasco por temor a perjudicar al pueblo sirio o a despertar la desaprobación de la comunidad internacional, evalua Gad.
«Egipto y Rusia protagonizarán un clima de cooperación exitosa en el futuro cercano y en diferentes niveles», por el respaldo de Moscú a los recientes cambios egipcios. «Desde el inicio de las profundas transformaciones en Medio Oriente, hemos declarado apoyo a las aspiraciones legítimas del pueblo egipcio a una vida mejor, con libertad y renovación democrática. La posición de Rusia se mantiene invariable», señala el Ministerio de Relaciones Exteriores de ese país en un comunicado.
El pueblo egipcio parece observar el inmediato arresto de los dirigentes de la Hermandad Musulmana no como un golpe militar sino como una medida de precaución para impedir que el movimiento lanzara a sus indignados seguidores a las calles y evitar la violencia. En los últimos meses, actos de sabotaje dejaron decenas de muertos y cientos de heridos. En su último discurso, Morsi buscó mostrarse como un presidente confiado en sí mismo y legítimo, y sugirió que cualquier medida en su contra sería un golpe a la legalidad.
El portavoz del Partido Salafista Al-Watan, Ahmed Badie, fundado este año, ha dicho que «no se puede rechazar el proyecto islamista, por la fuerza de sus seguidores y por las energías que despliegan en las calles egipcias. Será muy difícil mantenerlos lejos de la escena, porque son muchos y por su contribución política». Badie cree que la caída de la Hermandad Musulmana ha sido natural, dado que el movimiento había acumulado errores y se negaba a escuchar las sugerencias que le hacía su partido.
El fracaso de la experiencia de la Hermandad no significa que otros partidos políticos islamistas abandonen el objetivo de establecer un estado islámico, pero demuestra cuán difícil es lograrlo. La hoja de ruta que plantean los partidos islámicos busca garantizar la seguridad de sus activistas y seguidores, para evitar que la policía vuelva a sus prácticas violentas o a las medidas que aplicaba contra los islamistas, como obligarlos a afeitarse las barbas, señala Badie. El dirigente también expresa su temor a que el nuevo régimen prohíba a los islamistas crear partidos políticos, obstaculizando su proyecto. Para él, las detenciones de líderes de la Hermandad es un intento evidente de dar una imagen positiva al golpe militar.
Mokhtar Nouh, exlíder de la Hermandad Musulmana, dice: «El proyecto islamista no cae con grupos o individuos. Durante el gobierno de (Gamal Abdel) Nasser, se le dio por muerto, pero Omar el-Telmessany (tercer guía supremo de la Hermandad) se las arregló para devoverlo a la escena política desde 1990, incluso en las condiciones de exclusión del régimen de (Hosni) Mubarak».