Estos instan al presidente a actuar, después de que su propio secretario de Estado, John Kerry, señalara que el presidente sirio Bashar al Assad debía ser responsabilizado por el ataque de esta semana con armas químicas en un suburbio de Damasco, que habría matado a cientos de personas. Hace apenas un año, Obama le advirtió al régimen de Al Assad que si usaba esas armas cruzaría una «línea roja» y «cambiaría las reglas del juego», forzando a Washington a reevaluar su política de no brindar ayuda militar directa a los rebeldes y de evitar intervenir en el conflicto.
La inteligencia estadounidense confirmó a principios de este año que las fuerzas de Al Assad habían usado en varias ocasiones limitadas cantidades de armas químicas contra insurgentes y el gobierno de Obama anunció que comenzaría a proveer de armas a las fuerzas de oposición sirias, aunque los rebeldes se quejan de que ese apoyo aún no se ha materializado.
Los halcones también señalan que una acción militar estadounidense es necesaria para dejar en claro que masacres como la denunciada esta semana no quedarán impunes. El bombardeo en el suburbio de Damasco habría sido el ataque con armas químicas más mortal desde la masacre de Halabja en 1988 por parte de las fuerzas de Iraq contra la población kurda. Entonces, Estados Unidos no denunció la matanza.
La acción militar contra Siria debe ser «suficientemente grande para dar el mensaje de que las armas químicas, así como las de destrucción masiva, simplemente no pueden usarse con impunidad», ha explicado el presidente de la organización independiente Consejo de Relaciones Exteriores, Richard Haass. Los halcones, cuya posición cuenta con el fuerte respaldo de Gran Bretaña, Francia, los países del Golfo e Israel, claramente tienen el viento a favor. Pero las llamadas «palomas», menos belicistas, no se rinden.
Recordando Iraq
Algunos recuerdan los errores y las distorsiones de la inteligencia estadounidense en vísperas de la invasión a Iraq en 2003, y por eso alertan sobre los peligros de actuar en forma precipitada en Siria. Por tanto, aconsejan esperar a que termine su trabajo el equipo de expertos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) enviado a Siria para investigar el uso de armas químicas, para al menos así convencer a otros gobiernos de que Washington no está eludiendo otra vez un proceso multilateral, como hizo con Iraq.
La acción militar podría desatar una escalada bélica que Estados Unidos no necesariamente está en condiciones de controlar, advierte el prominente analista neoconservador Eliot Cohen en el periódico The Washington Post. «Los jugadores de ajedrez que piensan un movimiento antes de tiempo generalmente pierden. Lo mismo les sucede a los presidentes que creen que pueden ganar lanzando un ataque durante uno o dos días y luego retirarse», escribió Cohen, exconsejero de la exsecretaria de Estado Condolezza Rice.
El coronel retirado Lawrence Wilkerson es de la misma opinión. «¿Qué pasa si (Obama) lanza misiles crucero contra unos pocos objetivos y Al Assad no hace nada y dice: 'Aún estoy ganando'? ¿Qué se hace entonces?», pregunta este militar que sirvió durante 16 años como jefe del Estado Mayor. «Automáticamente se intensifica el ataque y se establece una zona de exclusión aérea, con los desafíos que ello implica. ¿Y qué pasa entonces si eso no llama la atención de Al Assad?», añade. «Ciertamente, hay intereses más vitales en Irán que en Siria», añade. «No puedes negociar con Irán si comienzas bombardeando Siria».
Con él coincide el presidente del Consejo Nacional-Iraní Estadounidense, Trita Parsi. «Hay una verdadera oportunidad para una exitosa diplomacia en el asunto nuclear iraní, pero esa oportunidad puede verse socavada o arruinada por completo si la intervención en Siria pone a Estados Unidos y a Irán en un enfrentamiento directo». Además, acvierte, Washington debe tener en cuenta asuntos humanitarios antes de lanzar la intervención.
Recordando Kosovo
Sea como sea, en Washington se da por sentado que habrá una acción militar contra Siria, probablemente aérea, ya que incluso los halcones más agresivos, como los senadores republicanos John McCain y Lindsay Graham, descartan una incursión terrestre. Lo que se debate es si Washington primero debe solicitarle al Consejo de Seguridad de la ONU que apruebe la acción militar, a pesar de que es muy probable que China y Rusia veten una resolución en ese sentido.
«Cada vez que eludimos el Consejo por temor a un veto ruso o chino, clavamos una estaca en el corazón de la seguridad colectiva», explica Daryl Kimball, director ejecutivo de la Asociación para el Control de Armas. «Eso no está dentro de nuestros intereses a largo plazo». Pero los halcones, tanto dentro como fuera del gobierno, instan a Obama a seguir el precedente de la campaña aérea de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en la Guerra de Kosovo, en 1999.
El entonces presidente Bill Clinton (1993-2001) ignoró a la ONU y persuadió a sus aliados en la OTAN de que apoyaran una intervención militar en la ex Yugoslavia arguyendo razones humanitarias.Tras un bombardeo de 78 días, el entonces presidente yugoslavo Slobodan Milosevic (1997-2000) retiró sus tropas de la mayor parte de la provincia de Kosovo, pero no antes de que la OTAN amenazara con desplegar tropas en tierra.
Se estima que Obama estaría dispuesto a autorizar solo ataques con misiles crucero, lanzados desde fuera de territorio sirio para minimizar los riesgos a pilotos estadounidenses, pero no está claro cuáles serían los objetivos. Algunos halcones, incluyendo a McCain y a Graham, proponen que se destruya la flota aérea de Siria y su capacidad balística, pero que además se establezcan zonas de exclusión áreas seguras para civiles y rebeldes.
Pero otros advierten que la oposición siria está cada vez más dominada por islamistas radicales, algunos afiliados a la red Al Qaeda, y señalan que el objetivo de la intervención debe ser también impulsar a las fuerzas más moderadas.