El bloque (Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela) se volvió «una camisa de fuerza» que impide a este país negociar por sí solo acuerdos comerciales con otros actores importantes, como la Unión Europea, quedando así «fuera de cadenas globales de valor» que dinamizarían su economía, sostiene Viola.
La salida que muchos plantean de reducir el Mercosur al libre comercio, renunciando al carácter de unión aduanera que impone reglas y aranceles comunes, representaría el riesgo de convertir a Argentina, que «depende financieramente» de China, en «una plataforma de exportaciones chinas a América Latina», explica el académico brasileño. Esa «trampa difícil de desarmar» exige «salidas graduales», porque puede agravarse si Brasil endurece sus peticiones para que Argentina cumpla sus compromisos con el bloque, explica. Pero «la inercia es peor» y sería la probable opción del gobierno prorrogado de Rousseff, acota.
Las últimas encuestas, divulgadas el jueves, confirman la recuperación del favoritismo que Rousseff había perdido en las dos últimas semanas frente al socialdemócrata Neves y, en agosto, ante la candidata socialista, Marina Silva, derrotada en la primera vuelta del 5 de octubre, al quedar en tercer lugar.
Datafolha y el Instituto Brasileño de Opinión Pública (Ibope) captaron una mayoría de 53 y 54 por ciento, respectivamente, de intención de voto a favor de la presidenta, postulada por el Partido de los Trabajadores (PT), que gobierna Brasil desde 2003, los ocho primeros años bajo el mandato de Luiz Inácio Lula da Silva.
Un triunfo de Neves destruiría lo que ya se ha alcanzado en integración latinoamericana y conduciría a Brasil al aislamiento en la región, evalua Marco Aurelio García, asesor internacional de la Presidencia en los gobiernos del PT, al participar en un seminario el 17 de octubre en la ciudad de São Paulo.
El Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB) de Neves propone priorizar relaciones con Europa y Estados Unidos, en desmedro del Mercosur y en desacuerdo con países vecinos, como Argentina, Bolivia y Venezuela, señala. El coordinador de la política externa de la campaña de Neves, Rubens Barbosa, exembajador de Brasil en Washington y Londres, defiende de hecho una revisión del Mercosur, a favor de acuerdos comerciales con la Alianza del Pacífico (Colombia, Chile, México y Perú) y un acercamiento a Estados Unidos, Europa y Japón. La prioridad de Lula y Rousseff a las relaciones Sur-Sur tiene «un sesgo ideológico» perjudicial a los intereses brasileños, sentencia Barbosa en la Federación de Comercio de São Paulo.
La insistencia en negociaciones globales en la Organización Mundial de Comercio, sin resultados efectivos desde la Ronda de Doha, iniciada en 2001, es otro error de la diplomacia impulsada por el PT, opina. Su propuesta es diversificar acuerdos comerciales, bilaterales o plurilaterales, incluyendo las potencias industrializadas.
Lula inauguró una política externa de intenso acercamiento a nuevos mercados. Un ejemplo es África, donde las exportaciones brasileñas, limitadas a 2.363 millones de dólares en 2002, se elevaron a 11.087 millones de dólares el año pasado. Mientras, las importaciones se quintuplicaron, hasta 17.446 millones de dólares en 2013.
En el mismo período las exportaciones a China se multiplicaron por 18, llegando a 46.026 millones de dólares el año pasado, pero casi todo en productos agrícolas y mineros, en contraste con la mayoría de manufacturas en las importaciones, que en 2013 se elevaron a 37.304 millones de dólares. La ventaja para Brasil es que los mercados en desarrollo, como América Latina y África, le compran principalmente sus productos manufacturados, atenuando el impacto de la desindutrialización nacional. Pero genera efectos como el agravamiento de la recesión en la industria local por la crisis en Argentina, uno de sus principales mercados.
El problema es que su mayor socio en el Mercosur controla su comercio exterior hace tres años y practica un fuerte proteccionismo, que Brasilia tolera por su alianza política, evalúa Viola. Así, el bloque que se proponía un «regionalismo abierto» y promovió un avance en la integración sudamericana, enterrando una histórica rivalidad argentina-brasileña, «se cerró» y por «razones ideológicas» incorporó en diciembre de 2013 a una Venezuela al borde del «colapso económico», lo que hace más complejo y vulnerable el proceso, observa.Argentina, sin crédito internacional desde la suspensión de pagos de la deuda externa en 2001, recurre a préstamos chinos y, en contrapartida, importa cada día más bienes industriales de la potencia asiática, afectando intereses brasileños y traicionando al Mercosur, destaca Viola.
La visión opositora en política exterior acompaña las discrepancias económicas. Mayor apertura para participar en las cadenas globales de valor agregado es la propuesta socialdemócrata para superar la desindustrialización brasileña, atribuida a la baja competitividad y productividad de las empresas del sector.
Mientras el gobierno actual identifica la prolongación de la crisis financiera internacional como origen del bajo crecimiento económico brasileño, los economistas del PSDB ven su causa en errores de gestión, que también alimentarían alta inflación, deterioro en las cuentas públicas y en las cuentas externas. El dinamismo de otros países en desarrollo, como Colombia y Perú, niega que el cuadro internacional determine el estancamiento brasileño, arguyen los opositores.
El diagnóstico oficial condujo a estímulos al consumo, para evitar efectos recesivos de la crisis, como facilidades de crédito y reducción tributaria en algunos sectores. Pero sin aumento de inversiones en la producción, el resultado ha sido más inflación y más importaciones, que pueden generar el primer déficit comercial del país desde 2001.
Rousseff anunció que, si es reelegida, mantendrá la misma política económica, aunque reconoce la necesidad de pequeños ajustes al anunciar que sustituirá al ministro de Hacienda, Guido Mántega, y adoptará «nuevas ideas». Su probable triunfo se cimentaría en los masivos programas sociales, como la Beca Familia, que beneficia a 14 millones de familias, la construcción de viviendas populares, la ayuda a estudiantes pobres y el bajo desempleo, pese al estancamiento económico.
Pero mantener la misma línea conduciría a una crisis económica que dificultaría la financiación de los programas sociales, según los economistas críticos que defienden un duro ajuste fiscal y macroeconómico en los próximos años. «No hay riesgo de grave crisis en 2015», pero demorar los ajustes «puede costar caro en economía y política» más tarde, advierte Luis Eduardo Assis, exdirector del Banco Central y profesor de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo, que cree que «recuperar la credibilidad» ante los agentes económicos es «fundamental».
El divorcio entre el gobierno y los inversores y empresarios se ha hecho muy patente en esta campaña y se reflejó en la caída de la Bolsa de Valores de São Paulo y de la moneda local, el real, cada vez que las encuestas han favorecido la continuidad de Rousseff, como en las vísperas de la decisiva jornada del domingo 26.