Los europeos han aportado 14.000 millones de euros en ayuda humanitaria en las dos últimas décadas, a través de la Oficina de Ayuda Humanitaria (ECHO). Han pasado 20 años desde que empezó su andadura como un pequeño departamento tras una serie de desastres que preocupaban a los ciudadanos y a los políticos europeos. El Eurobarómetro que se publicará en abril refleja que el 88 por ciento de los europeos cree que la ayuda humanitaria es muy importante.
A principios de los años 90 un ciclón arrasó Bangladesh, una hambruna recorría diferentes países africanos y comenzaba una cruel guerra en la antigua Yugoslavia. «Los países europeos estaban al frente de los esfuerzos internacionales para aportar alivio» ha destacado el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso. El volumen de catástrofes inesperadas generó la necesidad de una mayor coordinación entre los estados miembros. Ese fue el embrión de ECHO, que se ha convertido en un «símbolo del compromiso de Europa como actor global y que refleja los valores del corazón de la Unión en el escenario mundial», ha dicho Barroso.
En 1992, cuando se puso en marcha ECHO contaba con unos 40 trabajadores. Actualmente hay 300 personas en la sede central y otras 400 repartidas en diferentes delegaciones en 40 países del mundo. Una de las características de esta agencia es su rápida respuesta sobre el terreno, movilizando fondos y aportando ayuda sanitaria y alimentaria cuando se produce una crisis humanitaria. No trabaja sola. En estos años las ONG's y las agencias internacionales socios de ECHO, han participado en la distribución de ayuda urgente a unas 150 millones de personas.
La asistencia en caso de catástrofe y la ayuda de emergencia son, casi por definición, a corto plazo. Las operaciones financiadas por la Unión Europea suelen durar menos de seis meses. Pero la Comisión Europea cree que el objetivo más importante es conseguir que cuando se retire, las personas a las que se haya ayudado puedan afrontar la situación inmediatamente o que en casos de una crisis de larga duración haya una colaboración conjunta con las organizaciones locales.
En el último año ha asistido a la población civil atrapada por la crisis en Libia, a los afectados por el terremoto de Japón y por la crisis nuclear de la central de Fukushima, y a los damnificados por la hambruna en el cuerno de África. Precisamente el hambre, tanto en Somalia como en el Sahel, es la mayor tragedia a la que se enfrenta la comunidad internacional, en estos momentos. La comisaria de Ayuda Humanitaria, Kristalina Georgieva, ha instado a buscar soluciones que se transformen en ayuda al desarrollo a largo plazo. «La previsión es fundamental, de modo que cuando llegue la próxima sequía, menos personas padezcan sus consecuencias».
La Unión Europea hace años que trabaja con los países en desarrollo pensando en el futuro y realizando estrategias políticas que ayuden a los más pobres a mejorar su situación y la de sus ciudadanos. El comisario europeo de desarrollo Andris Piebalgs, ha dicho que «es necesario que la agricultura sea un sector prioritario en las estrategias económicas nacionales. Pedimos a los gobiernos que desarrollen estrategias multisectoriales de seguridad alimentaria, que identifiquen los objetivos, las metas y los plazos».
«Europa aporta más del 50% de la ayuda humanitaria y al desarrollo y hay que reconocer la generosidad de los europeos, especialmente en estos momentos tan difíciles económicamente», ha dicho Georgieva.