La historiografía más respetada aceptaba la cifra de 35.000 muertos aquellos días de 1945, hasta que investigaciones más recientes (entre ellas las de un comité de expertos creado ex profeso) la rebajaron hasta situarla en torno a las 25.000 víctimas. La extrema derecha siempre ha defendido sin embargo la existencia de «cientos de miles» de fallecidos, en una inflación que sirve hoy a los neonazis para relativizar los crímenes cometidos por Alemania durante el segundo gran conflicto bélico del siglo XX. A partir de ahí, el revanchismo.
Mediados de febrero de 1945. El Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán de Adolf Hitler se enfrenta al avance soviético por el Este. Aviones británicos y estadounidenses atacan entonces lo que entienden es un enclave capital del nazismo: Dresde, conocida como la Florencia del Elba. Fueron tres días de bombardeos sistemáticos, con hasta cuatro ofensivas aéreas consecutivas. ¿Era necesario? ¿El ataque fue proporcionado? ¿Cuántos murieron? La controversia estaba servida y continúa viva todavía hoy. Y es que no son pocos los expertos, entre ellos fuentes militares, que cuestionan la importancia bélica de un ataque que algunos incluso tachan de crimen de guerra.
La instrumentalización política de aquel drama no es nueva, pero sí las circunstancias. Primero, porque se cumple una cifra redonda desde lo sucedido, siete décadas. Y segundo, porque el recuerdo llega en una Europa cargada de nuevos actores políticos, lo que en el caso de Alemania, en año electoral, se traduce fundamentalmente en Pegida (acrónimo de Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente), que precisamente donde más fuerza ha demostrado es en Dresde, donde llegó a sacar a la calle a cerca de 20.000 manifestantes. Con este clima como telón de fondo, ¿en qué dirección se va a rememorar el 70 aniversario del bombardeo?
Instrumentalización política
La impronta más visible de quienes apuestan por enviar un mensaje de reconciliación es una cadena humana como símbolo de la paz. Y la cara oficial del país se ha volcado con los actos. El presidente de la República Federal, Joachim Gauck, asiste a la ceremonia que tiene lugar en la emblemática iglesia luterana Frauenkirche, reconstruida hace una década a semejanza de la original y considerada como uno de los símbolos más emblemáticos del renacimiento de la urbe. También la alcaldesa de Dresde, la conservadora Helma Orosz (de la Unión Demócrata Cristiana, CDU, formación liderada por Angela Merkel), ha subrayado ante los medios su pretensión de mostrar al mundo los «verdaderos valores de la ciudad».
El recuerdo de la devastación y la masacre es usado desde hace tiempo para reavivar los diferentes puntos de vista de la izquierda y la derecha. Fueron los nazis quienes una y otra vez rescataban la expresión «víctimas inocentes» a la hora de argumentar su estrategia de aniquilación de los Aliados. La tendencia revanchista siguió viva más allá del nacionalsocialismo y ha sobrevivido al paso del tiempo.
Dresde, sin prácticamente población musulmana, ha protagonizado estos meses las mayores muestras de fuerza de los Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente. No es nuevo para una ciudad que, en 2005 y 2009 acogió sendas manifestaciones multitudinarias que saltaron a la prensa internacional por sus proclamas racistas.
Según una encuesta reciente publicada por el Instituto de Investigación Social y Análisis Estadístico Forsa, el 3l,66 por ciento de los habitantes de Dresde está contento con sus políticos (la media nacional es del 37 por ciento) y uno de cada dos (el 55 por ciento) entiende que «el Islam no pertenece a Alemania» (frente al 34 por ciento). El mismo estudio revela que el tres por ciento de la población de Dresde ha participado en actos promovidos por Pegida y que hasta un ocho por ciento se plantea hacerlo en el futuro. La mayoría abrumadora, eso sí, afirma que ni se le pasa por la cabeza esa opción; y para siete de cada diez personas Pegida es el principal problema de la ciudad.